Las empresas chinas ya han eludido los aranceles de Trump, y podrían volver a hacerlo

Kent International importa algunas bicicletas de China y hace otras en una fábrica de Carolina del Sur. (Kate Thornton/The New York Times)
Kent International importa algunas bicicletas de China y hace otras en una fábrica de Carolina del Sur. (Kate Thornton/The New York Times)

Para muchas compañías, los aranceles no han hecho más que estimular una creativa reorganización global de sus operaciones de fabricación.

En 2018, después de que el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, impusiera aranceles a las bicicletas chinas, Arnold Kamler, en ese momento director ejecutivo del fabricante de bicicletas Kent International, observó una tendencia peculiar en esa industria.

Las fábricas chinas de bicicletas trasladaron sus operaciones finales de fabricación y montaje fuera de China y pusieron nuevas instalaciones en Taiwán, Vietnam, Malasia, Camboya e India. Utilizando piezas procedentes en su mayor parte de China, esas empresas fabricaron bicicletas que podían exportar directamente a Estados Unidos sin el arancel del 25 por ciento que habrían tenido que pagar si la bicicleta se hubiera enviado directamente desde China.

“El efecto neto de lo que está ocurriendo con estos aranceles es que las fábricas chinas de China están estableciendo fábricas chinas en otros países”, dijo Kamler, cuya empresa importa algunas bicicletas de China y hace otras en una fábrica de Carolina del Sur.

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Trasladar esas fábricas a otros países representó costos adicionales para las empresas y los consumidores, sin aumentar la cantidad de manufactura en Estados Unidos, dijo Kamler. Afirmó que se había visto obligado a subir sus precios varias veces como consecuencia de los aranceles.

“No hay ningún beneficio real”, dijo Kamler, cuyas bicicletas se venden en Walmart y otros minoristas. “Es muy inflacionista”.

Mientras Trump se prepara para volver a la Casa Blanca con grandes planes de imponer más gravámenes a productos extranjeros, economistas y empresarios señalan las consecuencias imprevistas que tuvieron sus aranceles la primera vez.

A partir de 2018, Trump impuso aranceles a cientos de miles de millones de dólares en productos extranjeros como metales, lavadoras, paneles solares y productos provenientes de China. Su gobierno dijo que las medidas obligarían a las empresas a establecer fábricas en Estados Unidos. El presidente Biden optó por mantener la mayoría de esos aranceles, y añadió algunos más sobre bienes estratégicos como vehículos eléctricos y semiconductores.

Algunas industrias que compiten con productos chinos baratos —como ropa y gabinetes— atribuyen a esos aranceles el haber mantenido a los fabricantes estadounidenses en operación.

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Sin embargo, para muchas otras industrias, los aranceles no han hecho más que estimular una reorganización global de las operaciones de fabricación, que ha hecho poco por reforzar la producción estadounidense o reducir los vínculos con empresas chinas. Las empresas simplemente han trasladado sus fábricas a otros países de bajo costo de Asia o Latinoamérica, y las importaciones estadounidenses procedentes de esos países se han incrementado.

Algunas empresas han roto sus relaciones con China, pero otras han mantenido vínculos estrechos, incluso cuando han trasladado sus operaciones fuera de China. Los economistas afirman que muchas empresas, tanto chinas como multinacionales, han seguido dependiendo de los productos y piezas chinas, que ahora llegan a Estados Unidos desde fábricas establecidas fuera de las fronteras chinas.

En otras palabras, en su intento por evitar los aranceles, algunos productos chinos simplemente están haciendo un recorrido más largo alrededor del mundo en su camino a Estados Unidos. Los economistas afirman que en lugar de reforzar y diversificar las cadenas de suministro mundiales, esto podría estar debilitándolas, además de añadir costos para las empresas y los consumidores.

Arnold Kamler afirmó que tuvo que subir los precios varias veces en Kent International como consecuencia de los aranceles de 2018 del presidente Donald Trump. (Kate Thornton/The New York Times)
Arnold Kamler afirmó que tuvo que subir los precios varias veces en Kent International como consecuencia de los aranceles de 2018 del presidente Donald Trump. (Kate Thornton/The New York Times)

En un discurso pronunciado en mayo, Gita Gopinath, primera subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, dijo que el comercio y la inversión se estaban desviando a través de lo que denominó “países conectores”, compensando así en parte la erosión de los vínculos más directos entre Estados Unidos y China.

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El papel de estos países conectores, destacando México y Vietnam, “podría haber contribuido a amortiguar el impacto económico mundial de la desconexión del comercio directo entre Estados Unidos y China”, dijo Gopinath. “Pero si ha contribuido a diversificar las exposiciones y aumentar la resiliencia de las cadenas de suministro, esa es una cuestión aún por responder”.

Brad Setser, economista e investigador principal del Consejo de Relaciones Exteriores, dijo que el principal efecto de los gravámenes estadounidenses sobre China era animar a las empresas a “encontrar una forma de eludir el arancel bilateral”.

“Reduce el comercio bilateral; no repercute en el comercio mundial”, dijo.

Setser añadió que el papel de China como exportador mundial no había disminuido, y que tampoco lo había hecho el de Estados Unidos como importador. Lo que ha cambiado son los países a través de los cuales se canaliza el comercio.

“Aunque tengamos menos comercio bilateral directo, en un sentido global, hay un país con superávit, China, y hay un país con déficit, Estados Unidos”, dijo Setser. “Seguimos interconectados indirectamente”.

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Los datos comerciales así lo reflejan: la diferencia entre los bienes que Estados Unidos exporta e importa de China se redujo a 278.000 millones de dólares en 2023, frente a 417.000 millones en 2018. Aunque ese nivel va a repuntar este año, los economistas afirman que las importaciones estadounidenses de bienes procedentes de China que están cubiertos por aranceles claramente han descendido.

Al mismo tiempo, las exportaciones de China a todo el mundo han aumentado, y los déficits comerciales de Estados Unidos con Vietnam, Taiwán, México, Canadá y otros países han crecido. Los economistas afirman que las exportaciones a Estados Unidos de algunos de esos países contienen ahora más piezas y materias primas chinas que antes.

Trump y sus asesores están vigilando estas nuevas puertas traseras que los productos chinos están utilizando para entrar en Estados Unidos. Trump ha propuesto un arancel adicional del 60 por ciento sobre las importaciones estadounidenses procedentes de China, así como un arancel “universal” del 10 al 20 por ciento sobre los productos procedentes de otros lugares.

Él y sus asesores también parecen tener dudas sobre el acuerdo comercial que renegociaron con México, llamado Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, o T-MEC. Quieren ajustar sus normas para intentar garantizar que no lleguen a Estados Unidos más automóviles y piezas de automóviles chinos a través de México.

Sin embargo, no está claro hasta qué punto serán eficaces sus esfuerzos contra la creatividad de las empresas mundiales, que están motivadas a mantener el acceso al mercado estadounidense por fuertes incentivos financieros.

Industria tras industria, las empresas chinas han encontrado en el extranjero puntos de apoyo que les permiten eludir las barreras comerciales con Estados Unidos. Después de que Estados Unidos impusiera fuertes aranceles a los paneles solares chinos, por ejemplo, muchas empresas chinas abrieron fábricas solares en el sudeste asiático. Las empresas solares estadounidenses han iniciado demandas comerciales, apelando con éxito al gobierno para obtener más protección frente a estas fábricas.

Los esfuerzos de Estados Unidos por impedir que los minerales críticos y las baterías para vehículos eléctricos procedentes de China reciban subvenciones del gobierno también han llevado a las empresas chinas a crear filiales de fabricación de baterías en Marruecos y Singapur.

Y en China, compañías como Sailwin, Vanzbon y Tetakawi están anunciando servicios que ayudan a las empresas chinas a encontrar espacio para fábricas en México y a contratar trabajadores ahí, dándoles una base para exportar a Estados Unidos sin pagar aranceles.

“Aprovecha la oportunidad en México y apodérate del mercado”, rezaba un anuncio en línea en chino. “México está al lado de Estados Unidos, y el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) permite a las empresas acceder fácilmente al mercado norteamericano”.

Algunas de estas medidas podrían provenir de un deseo natural de las empresas chinas de abastecer a los mercados globales, especialmente en un momento en que la economía nacional y la demanda de consumo de China son relativamente débiles. Sin embargo, economistas y empresarios afirman que, en parte, se trata sin duda de un esfuerzo por eludir los aranceles impuestos por Trump a China en 2018, que el gobierno de Biden ha mantenido en vigor.

En algunos casos, las empresas mundiales también han utilizado maniobras contables y fiscales para que parezca que sus envíos desde China son menores, y de este modo pagar menos aranceles sin hacer grandes cambios en sus cadenas de suministro.

Lynlee Brown, socia en el área de comercio global de Ernst & Young, señaló que había muchas estrategias a las que las empresas podían recurrir para reducir los aranceles que pagaban, relacionadas con la forma en que los funcionarios de aduanas estadounidenses asignan los tipos arancelarios a los distintos productos.

Por ejemplo, una empresa de electrónica podría trasladar una fase importante de su cadena de suministro de China a Vietnam. Eso podría permitir a la empresa informar a los agentes de aduanas estadounidenses que la exportación procede de Vietnam, aunque el producto se termine en China y se exporte de China a Estados Unidos.

Otro factor con el que las empresas podrían jugar, dijo Brown, es la valoración. Pueden reducir oficialmente el valor de la importación eliminando ciertos costos “intangibles”, como los pagos por propiedad intelectual, derechos de autor, marcas o investigación y desarrollo, y registrándolos en otras filiales globales. Al reducir el valor de la importación, pagan un arancel más bajo.

No está claro en qué medida tácticas como esta han reducido el valor registrado del comercio entre Estados Unidos y China sin cambiar realmente los flujos comerciales físicos. Los impuestos aduaneros de EE. UU. aumentaron tras la entrada en vigor de los aranceles, pero han retrocedido desde principios de 2022, posiblemente como reflejo de algunos de estos cambios.

Sin embargo, Brown señaló que los métodos fiscales y contables habían permitido que algunas empresas redujeran su carga arancelaria sin cambiar “su cadena de suministro física en absoluto”.

“Hicieron algunos movimientos astutos dentro de la normativa aduanera que repercuten en el valor que declaran para los productos”, dijo.

Alan Wm. Wolff, investigador sénior del Instituto Peterson de Economía Internacional y exdirector general adjunto de la Organización Mundial del Comercio, dijo que preveía un intento del gobierno de Trump de seguir el comercio chino por el camino que estaba recorriendo a través de otros países hasta llegar a Estados Unidos.

Sin embargo, en última instancia, esas medidas comerciales no afectarían mucho a la economía estadounidense si Estados Unidos y China no realizaban cambios económicos más grandes, dijo.

“Estados Unidos tiene un déficit comercial de un billón de dólares”, dijo. “Si no cambiamos nuestras políticas macroeconómicas, vamos a tener un déficit comercial de un billón de dólares, reorganizado”.

Claire Fu colaboró con reportería desde Seúl.

Ana Swanson cubre comercio y economía internacional para el Times desde la corresponsalía en Washington.

Ha sido periodista por más de una década.

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