No llegará el 3 de noviembre como prometen, el apocalipsis empezó ya
El falso Armagedón. Biden y Trump hacen anuncios permanentes sobre los enormes riesgos que estamos corriendo, las grandes derrotas que Estados Unidos puede sufrir, los fenomenales reveses que la historia puede aguardar, si uno u otro es el resultado de la elección.
Es un estilo cuasi bíblico: el antes y el después. El ahora o nunca. "Nos lo jugamos todo". Un espejismo muchas veces antes socorrido, y no sin intereses particulares.
Lamentablemente, todo ese armado discursivo no sólo es falso, sino que, si en Estados Unidos hubo una batalla, un dilema, un reto, en todos los casos, este país ha perdido ya.
Este es un país en el que dos candidatos no pueden acordar un debate. En el que el nombramiento de una magistrada se apresura y se deniega en función de preferencias políticas, más allá de lo que sea mejor para el Estado.
Aquí los ciudadanos se insultan, se califican, se acusan de traidores, por sus diferencias de opiniones. La prensa, los medios y sus voces demonizan al otro 24 horas al día, expresando sin contención alguna su impulso catártico, no importa cuánto destruyan en el camino.
Del dicho al hecho
Esos son los síntomas. Las consecuencias reales empiezan a asomarse.
Teniendo los avances científicos más importantes de la historia de la civilización, se le ha muerto, a causa de la pandemia, de lejos, la mayor cantidad de gente que en ningún otro país del planeta, habiendo contado con información e infraestructura suficiente para que fuese de otra manera.
La Organización Mundial de Comercio acaba de permitir una demanda milmillonaria a Estados Unidos a causa de su unilateral nueva política arancelaria.
En Estados Unidos el Presidente le pide a sus seguidores que voten dos veces, violando el más mínimo sentido de la ley, e inventa tratamientos que de hecho han matado gente, porque no cuentan con evidencia científica y el primer mandatario es siempre un rol fundamental en la vida de los ciudadanos.
Es una nación que le ha dado una patada a sus aliados europeos tradicionales y ha dejado en la peor forma las relaciones con China, un gigante peligrosísimo para el planeta y cuyo tratamiento necesita de perspectiva global.
Sin contar que se espera para 2021 una devaluación del dólar, inflación y un redimensionamiento de la economía nada alentador.
Así que el miedo a las malas noticias se lo podrían ahorrar
Si no nos volvemos a comprender
Pero no se trata de Trump. A Trump lo apoya, en términos prácticos, la mitad de la población estadounidense, y buena parte de la otra mitad se ha enfermado con la dinámica de la polarización, y se define en tanto que lo odia, también pasándole por encima a cualquier interés nacional o valor duradero.
Y esa es una realidad ya. Una batalla perdida. La de la civilización. La de la convivencia. La de la capacidad para incluirnos todos con un acuerdo de valores y principios mínimos.
Y esto puede empeorar, claro está, pues seguirá allí si, sea quien sea que esté en el poder, si no se comprende y se desmonta, se refacciona el perfil de la nación, que es complejo y diverso, y mucho ha cambiado. Pero eso tomará reconocer al otro y ver que las monedas tienen más de una cara.
En tanto, ese fin del mundo que tanto se promueve el 3 de noviembre, no está por venir. Sino que ya empezamos a vivirlo. Y empeorará, si no hay una visión de estado que comprenda al país todo.
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