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El individualismo, el peor enemigo de la campaña de vacunación en EEUU

Close up of unrecognizable doctor trying to vaccinate its patient while she is refusing it.
La inmunidad de grupo sólo se logrará si al menos el 70 por ciento de la población de un país está vacunado o adquiró anticuerpos contra el SARS-CoV-2 (Getty Images)

Mi abuela decía "un solo palo no hace montaña" para enfatizar que para alcanzar algunas metas es necesario el esfuerzo colectivo.

Y esa creencia nunca fue tan cierta como en este crucial momento en el que el mundo está luchando para doblegar una epidemia que nos cambió la vida hace un año.

Las decisiones individuales sobre vacunarnos o no son las que podrían echar por tierra los titánicos esfuerzos que permitieron desarrollar fármacos para inmunizarnos contra el COVID-19.

Los individuos elegibles que se nieguen a inmunizarse contra el SARS-Cov-2 ponen en peligro todo el programa de vacunación del planeta.

¿Cómo y por qué podrían fracasar las campañas contra el Covid?

Los expertos en salud pública explican que el porcentaje de la población que necesita ser vacunada para ganarle la batalla a un virus depende del R0 -o número de reproducción– que expresa la intensidad de una enfermedad infecciosa.

A mediados del siglo pasado, ya se usaba el R0 para describir la expansión o declive de una enfermedad.

El epidemiólogo George MacDonald lo usó para pronosticar la transmisión de la malaria, que causaba estragos en las poblaciones tropicales.

Si el R0 es menor que 1, la enfermedad desaparecerá en una población, porque en promedio una persona infectada va a contagiar a menos de una persona susceptible. Pero si R0 es mayor a 1, la enfermedad se diseminará.

En pleno siglo XXI, los científicos han tenido serias dificultades para calcular el R0 del SARS-CoV-2 que causa la Covid porque no todos los países han aplicado las mismas medidas sanitarias para su contención.

Pero existe el consenso de que el R0 del SARS-CoV-2 ronda entre dos y tres, lo que significa que una persona podría infectar a otras dos o tres individuos.

El profesor Alex Cook, de la Universidad Nacional de Singapur, dijo que si redondeamos el R0 a 2,5 y asumimos que la efectividad de las vacunas es del 90 por ciento, un 67 por ciento de la población tiene que ser vacunada para contener la pandemia.

Aunque la cifra pudiera ser mucho mayor porque algunas variantes del virus, como la B117 encontrada en Gran Bretaña, pudiera tener un R0 de 4.

Por eso es fundamental vacunar al mayor número de personas en el planeta.

Cook calculó que un virus con un R0 de 4 obligaría a las autoridades sanitarias a vacunar a un 85 por ciento de las personas, de lo contrario sería necesario mantener otras medidas de salud pública como las restricciones sociales y el uso de mascarillas.

La meta es alcanzar la inmunidad de grupo, o de rebaño, que se produce cuando un número suficiente de la población ha desarrollado los anticuerpos y se encuentran protegidos contra el contagio.

La inmunidad de grupo produce cuando un número suficiente de personas ha desarrollado anticuerpos, bien por un contagio, bien por la vacuna, y se encuentran protegidos frente a la posibilidad de contagio. Así, a medida que el número de personas inmunes es mayor, es más difícil que el coronavirus se propague.

El individualismo americano

La creación simultánea de varias vacunas contra la COVID despertó las esperanzas de que la pandemia llegara a su fin en un futuro cercano. Pero la negativa de algunos sectores de la población a vacunarse podrían retrasar o hacer imposible que la inmunidad colectiva.

Estudios de opinión en Estados Unidos han señalado que un 32 por ciento de los estadounidenses probablemente no se vacunarán. Y si las cifras de R0 del coronavirus son correctas y las medidas como el uso de mascarillas se relajan, la COVID será endémica en territorio estadounidense.

Expertos en salud pública han asegurado que hay maneras de incentivar las vacunaciones pero que esos esfuerzos tienen que ser compatibles con las preocupaciones que podrían tener distintos grupos o individuos.

Porque lo que pudiera hacer cambiar de parecer a los miembros blancos del Partido Republicano no funcionará necesariamente con las comunidades negras que desconfían de un sistema sanitario que los ha olvidado y hasta explotado.

Uno de cada tres republicanos comparten una férrea resistencia a vacunarse, aunque su desconfianza tenga distintas razones.

Unos creen que las vacunas fueron desarrolladas demasiado rápido, otros aseguran, sin tener evidencias científicas, que las vacunas no son seguras o que los podría enfermar peor que el Covid.

La mayoría se hace eco del discurso del ex presidente Donald Trump de que la amenaza del coronavirus se ha sobredimensionado y no confían en las intenciones del gobierno, dijo un reportaje de The Washington Post.

Y no sólo los republicanos han expresado algún escepticismo sobre la campaña de inmunización, pero con el tiempo la posición general de la opinión pública ha comenzado a cambiar y miran con mejores ojos las vacunas.

Otra encuesta de Kaiser Family Foundation señaló que el 28 por ciento de los republicanos dijeron que definitivamente no se vacunarían, y un 18 por ciento dijo que esperaría un tiempo antes de inmunizarse.

El resultado es que millones de republicanos podrían quedarse sin vacunar, lo que eliminaría toda posibilidad de que Estados Unidos alcance la inmunidad de grupo que tanto necesita para frenar los contagios y las muertes.

En Tanzania la cosa está peor

Entretanto, la Unión Europea avanza hacia la creación de un certificado vacunal, como Israel y China, que permita facilitar la movilidad de los vacunados para reactivar la economía.

Las voces más críticas de este tipo de medidas alertan la falta de evidencia científica sobre el riesgo de transmisión cero tras la inmunización.

Otra objeción es que los certificados amenazan con dividir la sociedad entre vacunados y no vacunados, sobre todo cuando el acceso a las vacunas es limitado.

Del otro lado del espectro están países como Tanzania y Madagascar, que decidieron que no vacunarán a sus ciudadanos.

La ministra de Tanzania Dorothy Gwajima enseñó a sus coterráneos a hacer un batido de jengibre, cebolla, limón y pimienta para prevenir las infecciones de COVID. Decidió no planificar campañas de vacunación e invitó a sus ciudadanos a combatir la pandemia con medidas de higiene, vaporizaciones herbales, ejercicios y remedios naturales.

El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, emitió una declaración en la que expresó su preocupación por la negativa de Tanzania de organizar campañas masivas de inmunización como en la inmensa mayoría del planeta.

Lo que nadie sabe

Vacunar a la mayoría de los habitantes de un país contra la Covid es un avance enorme pero no significa que pueden cantar victoria. Una persona inmunizada está protegida contra las formas graves de la enfermedad, pero puede contraer el virus y todavía no se ha comprobado cuál es su capacidad de infectar a otros.

En Estados Unidos, los vacunados pueden reunirse en interiores sin mascarilla entre ellos o con personas de bajo riesgo.

La científica jefe Soumya Swaminathan de la OMS ha dicho que “las personas vacunadas pueden contraer el virus y contagiar”. Pero también hace la salvedad que si contrae la Covid tras ser inmunizado tendrá una carga viral mucho mejor y eso reduce la posibilidades de infectar a los otros.

Con este panorama tan variopinto, entre los individuos que deciden no vacunarse, los líderes que usan la enfermedad como arma política, y los gobiernos que prefieren los brebajes a la ciencia, es muy posible que las restricciones de reunión, movilidad y el uso de mascarillas se mantenga un buen rato.

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