Un revuelo mediático innecesario: hay más casos de trombosis entre los no vacunados con AstraZeneca

La vacuna de Oxford/AstraZeneca vuelve a estar en medio de un revuelo informativo
La vacuna de Oxford/AstraZeneca vuelve a estar en medio de un revuelo informativo

Estos largos meses de pandemia nos han convertido a todos en pequeños expertos en crisis sanitarias. El coronavirus ha supuesto un curso acelerado de microbiología, inmunología o farmacia en el que hemos aprendido a identificar las diferentes etapas de un medicamento, hemos descubierto cómo mutan los virus o cómo funcionan las vacunas de ARN mensajero. Sin embargo aún nos quedan muchas lecciones importantes como, por ejemplo, saber diferenciar correlación de causalidad, profundizar en el azaroso mundo de la probabilidad y descubrir que en la vida de los medicamentos existe una cuarta fase llamada “Farmacovigilancia”. Entender estos tres últimos factores es fundamental para no caer en el amarillismo, la confusión e incluso en el miedo infundado que algunos medios de comunicación han traído, de manera innecesaria, en su tratamiento de la noticia sobre la vacuna AstraZeneca y los eventos de “trombos” en algunos vacunados.

Lo ocurrido en estos últimos días, a grandes rasgos, no es excesivamente complicado: las autoridades sanitarias de diferentes países como Dinamarca, Noruega o Islandia han detenido temporalmente la administración de la vacuna Oxford/AstraZeneca para investigar su posible relación con algunos casos de trombosis que han aparecido recientemente. Otros países, como por ejemplo Austria, por cautela han decidido retirar un lote completo de esta vacuna.

Bienvenidos a la etapa de Farmacovigilancia de un medicamento. Todos los productos farmacéuticos producen algún tipo de efecto secundario por lo que, incluso después de su aprobación, se abre una nueva etapa cuyo nombre es fácil de entender ya que su función es vigilar la aparición de posibles efectos adversos. En base al principio de precaución o cautela, las autoridades sanitarias y agencias gubernamentales pueden (y deben) detener la administración de cualquier fármaco que presente un posible problema para investigar y descubrir si ese efecto secundario está causado por el medicamento o si entra dentro de la casuística normal en la población.

Esto es muy importante para entender la realidad de esta noticia más allá de los titulares sensacionalistas. Existen enfermedades o patologías que se dan habitualmente entre la población, esto significa que van a ocurrir de todos modos, te vacunes o no te vacunes. Julián Pérez-Villacastín, presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), lo explica claramente con el ejemplo de un paro cardíaco. “Hay cosas frecuentes como el paro cardíaco. En España puede haber entre 15 y 20 mil paros cardíacos al año y por tanto, al ser frecuentes, pueden coincidir con alguien que se haya vacunado”.

Una trombosis consiste en la formación de un coágulo en el interior de un vaso sanguíneo. Es muy habitual y por tanto se presta a equivocaciones y correlaciones erróneas. Los casos de trombos ocurren de todas maneras, independientemente de si los afectados se han vacunado o no. La cuestión fundamental es si realmente hay más casos de trombosis entre aquellas personas vacunadas o, si por el contrario, los casos se corresponden a la casuística normal.

Aquí es cuando el tema se pone realmente interesante porque, en realidad, hay más casos de trombosis entre los que no se han vacunado que entre los que han recibido la vacuna de Astrazeneca, un dato que ha confirmado la propia Agencia Europea del Medicamento.

Hasta la fecha, en Europa se han registrado 22 casos de trombosis entre las personas que han recibido la vacuna de Oxford/AstraZeneca, una cifra que se encuentra muy por debajo de la media de eventos de este tipo que ocurre de manera normal en la población, y así lo indican numerosas Agencias o expertos en el tema como Margarita del Val o el inmunólogo Alfredo Corell. Solo en España, la incidencia general de este tipo de coágulos es de 80 o 90 casos por cada 100.000 habitantes. Si tenemos en cuenta que se han administrado más de 3 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca no parece que 22 casos merezcan tanto revuelo mediático.

Esto nos lleva al siguiente punto importante: Correlación no siempre implica causalidad.

A nuestro cerebro le gusta descubrir causalidades. Constantemente busca patrones y conecta diferentes puntos para llegar a conclusiones de causa y efecto. Evolutivamente es una herramienta muy útil que nos ha permitido sobrevivir durante millones de años y que ha terminado convirtiendo nuestra mente en una máquina de buscar causalidad. Una de las pistas más claras de causalidad suele ser la coincidencia en el tiempo: si dos acontecimientos ocurren de manera consecutiva, nuestro cerebro tiende a pensar que el primero es la causa del segundo. Estos atajos evolutivos nos resultan de gran ayuda pero conllevan un riesgo evidente y terminamos conectando puntos que, en realidad, no están unidos.

Si una persona recibe una dosis de una vacuna y al día siguiente experimenta síntomas extraños de alguna enfermedad nuestro cerebro tiende a conectar esos dos sucesos, entendiendo que están relacionados causalmente… y es posible que lo estén, ya que sabemos que los medicamentos tienen efectos secundarios. Pero también es posible que no estén conectados casualmente, del mismo modo que una persona puede doblarse un tobillo al día siguiente de recibir una vacuna sin que exista relación de causalidad. Por esta razón debemos ser muy cuidadosos a la hora de señalar relaciones de causa y efecto entre diferentes eventos.

El ejemplo más famoso de que correlación no implica causalidad.
El ejemplo más famoso de que correlación no implica causalidad.

Otro de los pequeños defectos del ser humano es que olvidamos muy pronto. No es el primer revuelo o polémica que hemos vivido alrededor de las vacunas. Quizá no lo recuerden pero hace tan solo unos meses se armó mucho revuelo con las nuevas vacunas ARNm y las reacciones alérgicas. El caso es tan similar al que ahora nos ocupa que también escribí un artículo titulado: “Es hora de poner orden, sentido común y certezas sobre los efectos secundarios de las vacunas del COVID-19”. Permítanme refrescarles la memoria. En aquellos días de diciembre, la noticia era que se habían registrado dos casos de reacciones alérgicas graves entre las personas que habían recibido la vacuna de Pfizer/BioNtech y que las autoridades del Reino Unido habían detenido la vacunación para investigar lo sucedido.

En esencia es la misma situación que estamos viviendo ahora mismo. El principio de precaución, unido a una correcta farmacovigilancia, aconsejaban pausar la vacunación temporalmente e investigar esta correlación. Pronto se descubrió que esos dos casos entraban dentro de la casuística general de reacciones anafilácticas y que habían ocurrido en personas que ya poseían un amplio historial de alergias graves con anterioridad.

La vacunación se retomó y continuó normalmente. Aun así, las portadas de incontables medios de comunicación ya se habían llenado de artículos y noticias confusas y preocupantes sobre la relación entre la vacuna de Pfizer y las reacciones alérgicas graves. Demasiados titulares sensacionalistas y pocas explicaciones sobre cómo funciona la farmacovigilancia, el principio de cautela, la causalidad o la normal casuística de algunas enfermedades.

¿Quieren saber algo curioso? Ahora, después de haber superado los 200 millones de personas que han recibido al menos una dosis de la vacuna contra la COVID-19, ya contamos con estudios que analizan el verdadero alcance de las reacciones alérgicas. Uno de los más recientes apareció publicado en JAMA hace tan solo unos días, el 8 de marzo, y su conclusión es que “el riesgo general de anafilaxia a una vacuna de ARNm COVID-19 sigue siendo extremadamente bajo y en gran medida comparable con otras exposiciones comunes de atención médica”.

Si algo debemos sacar en claro de estas situaciones es lo siguiente. Las autoridades de los países que han registrado esos casos de trombosis hacen bien investigándolos, es su obligación y entra dentro de una adecuada farmacovigilancia. Es correcto y no es infrecuente detener o retirar temporalmente cualquier lote sospechoso para estudiar la relación. Pero también es muy probable que la vacunación regrese a la normalidad dentro de algunos días, que lleguen los primeros estudios que descarten la causalidad y que solo queden en el imaginario colectivo los titulares y noticias que preocuparon y desconcertaron al público. Afortunadamente, también hemos comprobado que olvidaremos rápido este desafortunado incidente.

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