Por qué EE.UU. vive el mayor auge de huelgas y sindicalismo en 50 años y qué consecuencias económicas tiene

Protesta de guionistas de Hollywood
Los actores se unieron recientemente a los guionistas de Hollywood para protestar por las condiciones de inequidad en la industria.

La huelga de Hollywood es la cara más evidente (y glamurosa) de un movimiento sindical que viene ganando fuerza en EE.UU., y que este verano boreal ha producido el mayor número de trabajadores dispuestos a cruzarse de brazos en el país en los últimos 50 años.

Entre guionistas, actores y los trabajadores sindicalizados de Hollywood, cerca de 175.000 personas se han unido a la huelga desde mediados de julio, incluso se abstuvieron de promover las dos películas más grandes del momento, "Barbie" y "Oppenheimer".

Por otro lado, los 340.000 empleados de la compañía postal estadounidense UPS estuvieron cerca de declarar un paro total el primero de agosto, el cual se pudo evitar gracias a un acuerdo laboral preliminar.

Estimaciones previas al acuerdo habían establecido que apenas díez días de interrupción en los servicios, le hubieran costado cerca de US$7.000 millones a UPS.

En julio, el sindicato metalúrgico United Auto Workers anunció que sus 150.000 miembros se preparan para empezar una huelga en caso de que las llamadas Tres Grandes de Detroit (las automotrices Ford, Stellantis y General Motors) no cumplan con los términos acordados para las renovaciones de los contratos en septiembre. Las negociaciones siguen en curso.

Según un análisis de la escuela de relaciones laborales de la Universidad de Cornell, a principios de agosto, había en curso 900 huelgas en EE.UU. -más de 300 de ellas en California, el estado responsable del 15% del PIB de la nación.

Según los especialistas en el mercado laboral estadounidense que hablaron con la BBC, el año 2023 representa un hito histórico reciente para el reavivamiento del sindicalismo en el país.

Tendencia creciente

Una bodega de Amazon
Compañías tan grandes como Amazon y Starbucks han empezado a ver el surgimiento de movimientos sindicales en sus fuerzas laborales.

La tendencia ya se había registrado en 2022. Un estudio de febrero del centro de estudios Economic Policy Institute reportó un aumento de casi el 50% en el número de trabajadores involucrados en grandes huelgas entre 2021 y el año pasado.

En 2023, se debería registrar un salto similar. Mientras que el país reportó 23 grandes movilizaciones en 2021 (con al menos unos miles de empleados), 2023 ha reportado hasta el momento 44 huelgas con ese mismo perfil.

El vigor de los movimientos de trabajadores -y el miedo que producen sus efectos- llevó al presidente estadounidense, Joe Biden, quien se autodenomina “orgullosamente pro-trabajadores”, a apelar al Congreso para desarmar un movimiento que amenazaba con paralizar a 115.000 trabajadores ferroviarios en diciembre.

En EE.UU., el Congreso tiene el poder de imponer acuerdos laborales e impedir huelgas de algunos servicios esenciales. Biden argumentó que una huelga ferroviaria podría ser catastrófica para la economía del país.

Auge en los 70, caída en los 80

Ronald Reagan
El inicio del declive del sindicalismo en EE.UU. se dio bajo el gobierno de Ronald Reagan quien, a su vez, había sido sindicalista durante su carrera como actor.

“El nivel de actividades sindicales que vemos hoy se compara con el que teníamos en los años 70”, le dijo a la BBC Nelson Lichtenstein, director del centro de estudios de trabajo, empleo y democracia de la Universidad de California en Santa Bárbara.

“En los años 80 y 90, los sindicatos veían las huelgas como actividades muy peligrosas que podían desembocar en su disolución y creían que era mejor hacer concesiones, una posición más pasiva. Ahora, los sindicatos entraron en un modo ofensivo que no habíamos visto hace mucho, mucho tiempo”.

Según Liechtenstein, el debilitamiento de los sindicatos durante esas décadas se explica por fenómenos como la globalización, que transfirió empleos de manufactura de EE.UU. a países como México y China; el aumento de empleos en el área de servicios, que históricamente se asocian menos a las actividades sindicales; y las condiciones económicas desfavorables.

Un episodio ocurrido en 1981, durante el gobierno del presidente republicano Ronald Reagan, ejemplifica -y para algunos determina- la fragilidad del movimiento sindical que se mantendría durante las épocas siguientes.

En esa ocasión, Reagan despidió a 11.000 controladores de tráfico aéreo que habían entrado en huelga pidiendo mejoras en sus condiciones de trabajo.

“Perdieron el empleo y el sindicato fue destruído. Fue un desastre, y muchos otros empleadores, viendo el modelo Reagan, se dieron cuenta de que podían hacer lo mismo, lo que llevó a una espiral de pérdida de derechos”, dice Lichtenstein.

De manera sorprendente, el mismo Reagan, autor del que los especialistas consideran el mayor golpe en contra del movimiento sindical de la historia reciente del país, lideró el sindicato de actores de Hollywood, que durante los años 60 llevó a cabo la última gran huelga de la industria antes de la actual.

Pero el modelo Reagan no solo desarmó las tácticas de los sindicatos, sino que también los volvió impopulares.

La tasa de aprobación de la actividad sindical fue disminuyendo gradualmente hasta que en 2009, menos de la mitad de los estadounidenses la aprobaban.

Esa tendencia tuvo un retroceso que coincidió con la velocidad con la que resurgieron las huelgas en la economía estadounidense en los últimos años.

Una encuesta de opinión hecha por Gallup en agosto de 2022 señaló que los sindicatos tenían una aprobación del 71% de la población, su nivel más alto desde 1965.

¿Qué explica el resurgimiento?

Joe Biden
El presidente Joe Biden se ha llamado a sí mismo un líder "pro-trabajadores".

Los sindicalistas mismos le dan crédito a la pandemia y a sus efectos sobre los trabajadores para explicar el resurgimiento de las huelgas.

“Durante la covid, los trabajadores de primer línea hicieron un trabajo increíble. Pero cuando fueron a pedir un aumento, un día libre o licencia de maternidad remunerada, la respuesta de los presidentes de las empresas fue ‘no tenemos recursos para hacer eso’”, dice Catherine Feingold, directora internacional de AFL-CIO, la mayor federación sindical de EE.UU., que representa a 10.000 trabajadores.

“Pero todos sabemos que el dinero está, porque los presidentes de las empresas en EE.UU. ganan 360% del salario promedio de un trabajador en el país. Los trabajadores están cansados, las cosas tienen que cambiar y el paro es una herramienta poderosa que garantiza que tengan un lugar en la negociación”.

Para los economistas, la explicación radica menos en los sentimientos de los trabajadores y se basa más en las condiciones del mercado laboral.

“La apertura del mercado laboral explica todo tipo de poder de negociación que los trabajadores pueden estar experimentando en este momento. Una de las maneras de medir esto es verificar cuántos puestos de trabajo hay disponibles y cuántas personas hay desempleadas actualmente”, dice Jagadeesh Sivadasan, profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Michigan.

Durante la gran recesión de 2008, por cada plaza disponible había seis trabajadores y medio. Eso ha venido cambiando y ahora, hay 1,5 plazas disponibles por cada empleado”.

La consecuencia lógica de eso es que mientras haya más demanda de trabajo que oferta de trabajadores, los empleados están en una mejor situación para negociar salarios y las condiciones laborales.

No es coincidencia que los salarios en EE.UU. estén creciendo en niveles superiores a los de la inflación.

Según Sivadasan, unas condiciones de empleo como las actuales también explican el fenómeno que se conoce como “la gran renuncia”.

Entre 2021 y 2022, más de 90 millones de personas renunciaron en EE.UU.

Para el economista de la Universidad de Michigan eso se explica con el hecho de que los trabajadores cambiaron su empleo por otro que consideraban mejor cuando la demanda de profesionales estaba alta, y no por un abandono en masa del mercado de trabajo.

“Durante la pandemia, muchos trabajadores descubrieron nuevas habilidades, cambiaron de sector, se adaptaron”, explica Sivadasan.

Por último, factores demográficos también parecerían tener su peso. Desde la pandemia, las restricciones del gobierno estadounidense redujeron drásticamente la migración al país, lo que disminuyó también el número de trabajadores disponibles.

“Además de eso, los babyboomers [personas nacidas entre 1946 y 1964] están dejando [el mercado laboral], se están pensionando y vemos que el perfil de los trabajadores cambió, con menos jóvenes estadounidenses dispuestos a desempeñar funciones como conductor de camión, por ejemplo”, indica Sivadasan.

Del mismo modo, la fuerza laboral de menor remuneración es cada vez más latina.

Tanto economistas como sindicalistas sugieren que esos trabajadores traen referencias culturales de sus países, los cuales, frecuentemente, tienen un fuerte legado sindical.

Huelga en Los Ángeles, California.
Huelga en Los Ángeles, California.

Los límites de los movimientos sindicales

A pesar de este evidente resurgimiento del sindicalismo, los especialistas alertan que hay algunos indicadores que siguen bajos y sugieren límites para el aumento de las huelgas.

“Apenas el 6% de los trabajadores del sector privado están sindicalizados y sólo hemos tenido huelgas entre trabajadores sindicalizados”, dice Lichtestein.

Sivadasan apunta a lo mismo, anotando que el aumento en los niveles de popularidad de los sindicatos y el número de huelgas no estuvo acompañado de un incremento en el número de sindicatos o trabajadores sindicalizados.

“En 1979, había 21 millones de trabajadores sindicalizados, mientras que hoy hay 14.3 millones. Pudimos verificar un leve aumento en el número entre 2021 y 2022, y hemos oído sobre el primer almacén de Amazon con empleados sindicalizados, o la primera tienda de Starbucks con sindicato, pero igual es una proporción pequeña en términos de la fuerza laboral”, dice el economista.

“Si los sindicatos tuvieran éxito en esas empresas grandes, pienso que ahí sí podría existir la posibilidad de ver un efecto dominó, como la sindicalización en masa”.

En EE.UU., para que exista un sindicato debe tener aprobación de la empresa misma.

Según los expertos, eso facilita que los empleadores impongan restricciones a la organización de los trabajadores, y además, limita la posibilidad de acuerdos colectivos, reduciendo el poder de negociación de los empleados.

Un proyecto de ley que se discute en el Congreso busca permitir sindicatos sectoriales, aunque es difícil que sea aprobado en estos momentos.

Al final, si se afianza o se estanca el movimiento sindical en EE.UU. debe depender de otros dos factores, según los especialistas.

El flujo de migrantes es uno de ellos. Al aumentar, la presión sobre el mercado de trabajo tiende a disminuir, porque hay más gente para asumir puestos de trabajo, lo que quita peso al poder de negociación de los trabajadores.

Sumado a eso, una continuidad de la subida en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal, con las que intenta controlar la inflación del país al enfriar la actividad económica, puede tener influencia directa en la fuerza que tienen los trabajadores para negociar mejores condiciones laborales.

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