A pesar del distanciamiento, el padre de Kamala Harris ha estado presente en su vida

Los amigos de Donald Harris dicen que tiene más puntos en común con su hija que diferencias. (Erin Schaff/The New York Times)
Los amigos de Donald Harris dicen que tiene más puntos en común con su hija que diferencias. (Erin Schaff/The New York Times)

Los logros de Donald J. Harris, un destacado economista de origen jamaiquino, marcaron una pauta que ayuda a explicar el ascenso de su hija, Kamala. En la actualidad, ambos apenas se hablan.

Kamala Harris evocó un recuerdo infantil de su padre en su discurso de la convención demócrata de hace dos meses, cuando afirmó que él le dijo en un parque: “Corre, Kamala, corre. No tengas miedo. No dejes que nada te detenga”.

Evocaba un momento glorioso entre un padre y su hija mayor y parecía un homenaje a lo que él la había ayudado a ser. La realidad es mucho más complicada.

Donald Harris, de 86 años, distinguido economista, vive con su segunda esposa a unos tres kilómetros de la residencia oficial de la vicepresidenta en Washington, pero durante años ha estado distanciado de su hija y apenas se hablan. En su discurso en la convención, Harris nombró públicamente a su padre en contadas ocasiones, lo que contrasta con los elogios que suele dedicar a su madre, Shyamala Gopalan Harris, una científica biomédica fallecida en 2009.

La mayoría de las veces que Harris ha sido mencionado durante la campaña presidencial de su hija, han sido los detractores de la vicepresidenta quienes lo han sacado a colación.

“Su padre es un profesor de economía marxista”, dijo burlonamente el expresidente Donald Trump durante su debate con Harris el mes pasado. “Y le enseñó bien”.

Las entrevistas con más de una decena de amigos y antiguos colegas de Donald Harris revelan dos temas notables. En primer lugar, el padre de Harris, un profesor emérito de Economía en la Universidad de Stanford, nacido en Jamaica, ha sido un crítico desde la izquierda de la teoría económica dominante, pero difícilmente es un marxista.

En segundo lugar, Donald Harris ha sido una figura casi ausente de la vida de su hija, pero no irrelevante. Mucho antes de que ella emprendiera su trayectoria política, su padre acumulaba logros y, al igual que su madre, establecía un alto nivel que, en retrospectiva, ayuda a explicar el propio ascenso de Harris.

Amigos de ambos dicen que el distanciamiento, iniciado por la separación de sus padres cuando Harris era una niña, puede tener tanto que ver con los rasgos que comparten padre e hija como con sus décadas de diferencias. Ambos son centrados, se exigen mucho a sí mismos y a los demás. Ambos pueden ser mentores generosos y amigos devotos, al tiempo que mantienen con cautela una zona de privacidad respecto a los demás. Ambos dan mucha importancia a la lealtad. Y ambos pueden ser testarudos.

“Una gran parte de las dificultades entre ellos”, dijo Gladstone Hutchinson, un economista jamaiquino-estadounidense que es amigo cercano de Donald Harris, “es que son muy parecidos”.

Hutchinson desconocía cuándo habían hablado por última vez, y la vicepresidenta, a través de una portavoz, declinó referirse al asunto. Tanto Harris como su padre no aceptaron ser entrevistados para este artículo.

Hasta el día de hoy, dicen sus amigos, Harris mantiene una lealtad inquebrantable hacia su madre, incluso a costa de las relaciones con su padre. A Harris le molestó que su padre no asistiera al funeral de Shyamala Harris en 2009. Cinco años después, Donald Harris declinó una invitación para asistir a la boda de su hija con Doug Emhoff en una pequeña ceremonia celebrada en Santa Bárbara, California. Pero después de que Harris fuera elegida al Senado en 2016, los tres se reunieron en Washington para cenar, donde Donald Harris interrogó a su yerno sobre sus antecedentes, según dos personas familiarizadas con el encuentro.

La presencia espectral del profesor Harris en la vida de su hija comenzó cuando se separó de Shyamala Gopalan en 1969, cuando Kamala Harris tenía 5 años. La pareja se divorció en 1972 después de que él perdiera una amarga batalla por la custodia que hizo que su cercanía a Harris y a su hermana menor “se interrumpiera abruptamente”, escribió Donald Harris en un ensayo de 2018. El acuerdo de divorcio, dijo, se “basó en la falsa suposición del estado de California de que los padres no pueden manejar la crianza de los hijos”.

Añadió que era “especialmente en el caso de este padre, ‘un negro de las islas’” que “¡podría terminar comiéndose a sus hijas para desayunar! Sin embargo, persistí, sin renunciar nunca al amor por mis hijas”.

Al igual que su hija, Harris tendía a destacar donde fuera.

En 1956, el joven de 18 años que había terminado la secundaria recibió el equivalente jamaiquino de la beca Rhodes para asistir al University College of the West Indies. Más tarde se convertiría en el primer profesor negro de economía de Stanford en obtener la titularidad. Sus artículos aparecieron en las revistas de economía más prestigiosas del mundo. Ayudó a redactar lo que con el tiempo se convertiría en la perdurable política económica poscolonial de Jamaica.

Y en 2021, el mismo año en que su hija prestó juramento como la primera vicepresidenta mujer, negra y asiática del país, Donald Harris recibió la Orden del Mérito, un alto honor nacional otorgado por el gobierno jamaiquino que solo pueden ostentar 15 personas vivas.

Proviene de una familia acomodada de terratenientes y empresarios de la comunidad jamaiquina conocida como Orange Hill, a unos 100 km al noroeste de Kingston. La familia Harris era propietaria de un supermercado y otras tiendas en la cercana Brown’s Town, cuyo fundador irlandés, Hamilton Brown, sometió a esclavitud a más de 100 personas y se cree que es un antepasado de la familia Harris.

Ya de joven, sus compañeros de clase recuerdan a Harris como una persona inteligente y emprendedora. “Yo no diría que era un ratón de biblioteca, pero era serio”, dijo Roy Anderson, compañero de secundaria y juez jubilado de la Corte Suprema de Jamaica.

Aunque parecía destinado a una vida en el mundo académico, Harris prefería mezclarse con vendedores ambulantes y propietarios de tiendas que eran el tipo de personas con las que creció, en lugar de recluirse en una torre de marfil. Esa predilección conformaría su perspectiva profesional como “economista pro empresarial, centrado en lo que ven los empresarios y en cómo piensan”, afirmó Keith Collister, periodista económico y economista radicado en Jamaica que ha trabajado con Harris a lo largo de los años.

En 1961, Harris emigró a Estados Unidos y se matriculó en la Escuela de Economía de la Universidad de California en Berkeley. Un año después, tras dar una conferencia sobre desigualdad social a un grupo de estudio conocido como la Asociación Afroestadounidense, se le acercó un miembro del público. La mujer, Shyamala Gopalan, que en ese entonces tenía 24 años, procedía de una familia de la alta burguesía brahmánica tamil de India y no conocía las duras desigualdades que Harris había descrito en su conferencia.

Se casaron un año después, en 1963. Ambos se nacionalizaron ciudadanos estadounidenses. La primera de sus dos hijas, Kamala, nació en 1964. Dos años después, el matrimonio Harris viajó con su hija a Brown’s Town, donde su bisabuela jamaiquina la bendijo trazando una cruz con la punta del dedo en la frente de la niña.

No está claro qué separó exactamente a la pareja. Como lo resumió Kamala Harris en sus memorias de 2019: “Dejaron de ser amables el uno con el otro”. En 1969, Harris, que en ese momento era profesor asistente en la Universidad de Wisconsin, permaneció en Madison mientras su esposa y sus dos hijas regresaban al área de la Bahía de San Francisco. Dos amigas de Kamala Harris recuerdan que, tras el divorcio y la batalla por la custodia, ella les habló de su agudo sentimiento de pérdida y de cómo había interiorizado la amargura de su madre.

Donald Harris continuó con su vida de éxitos profesionales. Estudiantes y colegas llegaron a considerarlo un erudito urbano y discretamente afable y un autor prolífico. Al dejar Wisconsin por Stanford en 1972, destacó inmediatamente entre los profesores de economía, en su mayoría conservadores y blancos.

Tanto en sus ensayos como en el aula, Harris defendía que las economías de mercado debían ser inclusivas y no monopolísticas. Algunos de sus trabajos académicos analizaban el pensamiento económico marxista, pero a principios de la década de 1990, “se había vuelto más realista, porque había aprendido por el camino”, dijo Anne Krueger, economista conservadora y compañera profesora de Stanford en aquella época. “Sin duda tenía más fe en el gobierno que algunos de nosotros. Pero él no figuraba entre la gente que yo conocía como economistas marxistas”.

A mediados de la década de 1990, Donald Harris se jubiló anticipadamente de Stanford para regresar a Jamaica y coordinar lo que se conocería como la política industrial nacional del país. Este esfuerzo, que pretendía transformar una economía nacional impulsada por la deuda en una sostenida por un modelo basado en la exportación a través de asociaciones públicas y privadas, tardó más de una década en ponerse en marcha. Cuando la política se afianzó, hace aproximadamente una década, la proporción de deuda en el producto interior bruto de la economía se redujo a la mitad. La tasa de desempleo cayó del 15 por ciento en 2013 al 5,4 por ciento en la actualidad.

“La política industrial nacional era un anatema para los marxistas”, dijo P. J. Patterson, primer ministro de Jamaica en ese momento. “Lo que Don proponía era la noción de una economía de mercado en la que el sector privado, y no el gobierno, fuera el motor del crecimiento. No establecía nada sobre el control estatal de la industria”.

Harris siguió asesorando a los dos principales partidos políticos de Jamaica durante la década de 2000.

Para ese entonces, su hija mayor ya sobresalía.

Harris le envió una nota de felicitación a su hija cuando fue elegida senadora en noviembre de 2016. Después de que ella lanzara su candidatura a la presidencia en 2019, Donald Harris ofreció asesoramiento sobre política económica a la campaña. Pero se enojó un mes después cuando la candidata le dijo a un presentador de un programa de radio que apoyaba la legalización de la marihuana y luego agregó: “La mitad de mi familia es de Jamaica, ¿me estás tomando el pelo?”.

Harris emitió un comunicado, denunciando como una “parodia” que su hija promoviera “el estereotipo fraudulento de los alegres fumadores de marihuana”. El padre “se enfadó”, dijo Hutchinson, amigo de Donald Harris, “porque su familia le reprochaba que su hija les hubiera avergonzado de esa manera”.

Se reanudó la guerra fría entre ellos. Sin embargo, después de que Kamala Harris se convirtiera en la compañera de fórmula de Joe Biden en la candidatura demócrata en 2020, el padre envió otra carta felicitando a su hija. Unos meses después, recibió una carta en la que se le invitaba a asistir a las ceremonias inaugurales. La carta, sin embargo, procedía de un intermediario, no de la propia vicepresidenta electa. Donald Harris declinó la invitación.

En la actualidad, personas de confianza del profesor Harris afirman que el padre no piensa demasiado en su distanciamiento de su hija. Su salud es buena para un octogenario, aparte de problemas recurrentes en el ojo derecho, que se lesionó hace décadas en un choque frontal con un archivador metálico en su despacho de Stanford. Le gusta pasear en su Corvette plateado, libre de cualquier actividad de campaña. Está casado desde hace casi tres décadas con Carol Kirlew, también jamaiquina-estadounidense y antigua especialista en comunicaciones del Banco Mundial, quien vivió en el Bronx, donde fue niñera ocasional de un vecino con raíces jamaiquinas, Wes Moore, que hoy es el gobernador de Maryland.

Sin embargo, sus amigos dicen que es más lo que une al padre y su hija que lo que los separa. Hutchinson dice que fantasea con la idea de que su amigo y la candidata presidencial demócrata celebren juntos una reunión pública sobre cómo promover una economía que beneficie a las comunidades desfavorecidas.

Se imagina un evento de ese tipo en Baltimore, donde Kamala Harris instaló la sede principal de su campaña en 2019 y donde su padre realiza actualmente algunos trabajos de consultoría. “Eso sería sanador, desde mi punto de vista”, dijo Hutchinson. “Y sé que estaría abierto a esa posibilidad”.


Robert Draper
vive en Washington y escribe sobre política nacional. Es autor de varios libros y periodista desde hace tres décadas. Más de Robert Draper

c. 2024 The New York Times Company

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR | EN VIDEO

Kamala Harris busca atraer votantes de origen árabe