Disparidad: cómo es el sistema que recomiendan para que el cuidado familiar sea compartido entre hombres y mujeres

María Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres
María Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres - Créditos: @Santiago Filipuzzi

Para muchos el concepto resultó nuevo, aunque cuando se enteraban de qué se trataba, caían en la cuenta de que era tan viejo como el mundo: el cuidado, la forma de organización del tiempo que atribuye a las mujeres la enorme carga de atender a los miembros de su familia. María Noel Vaeza es uruguaya y es la directora regional de ONU Mujeres y durante esta semana estuvo al frente de una tarea titánica: coordinar la XV Conferencia Regional sobre la Mujer que se realizó en Buenos Aires y desde allí generar un diálogo que signifique un avance en los países de América Latina y el Caribe sobre este que es el punto de partida de la desigualdad de género. Pero el verdadero desafío se lo llevan los representantes de los países: lograr que algunas de las recomendaciones que salieron del encuentro transformen la realidad de las mujeres ¿Cómo avanzar a una corresponsabilidad del cuidado? ¿Cómo reconocer, reducir y redistribuir las tareas de cuidado?

“Cuidar es un derecho humano que debe ser reconocido, por eso les pedimos a las legisladoras de todos los países que participaron en el foro que avancen en ese sentido”, explica Vaeza. “Necesitamos avanzar hacia una idea de bienestar, de protección social que tenga como pilares la salud, la educación, la seguridad social, y también el cuidado compartido”, apunta la directora regional de ONU Mujeres. ¿La propuesta? Crear sistemas de cuidado que involucren a las familias, al Estado, al sector privado y a la comunidad y que se financien de forma colaborativa.

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–¿Por qué es importante que transitemos hacia una sociedad del cuidado?

–Porque el modelo de desarrollo actual está agotado. Es un modelo extractivista que no deja desarrollo sostenible y la prueba está en que nos han bajado los porcentajes de desarrollo. ¿Por qué pasa esto? Porque parte del 50% de la población, las mujeres, no estamos aportando impuestos, porque no tenemos sistemas integrales de cuidado. Tenemos un déficit de tiempo porque nos están extrayendo nuestro tiempo para cuidar y eso impide que podamos salir a trabajar, participar en política, tener autonomía económica.

Estamos en un período de cambio, ¿se llegará a revertir la desigualdad?

–A este ritmo harían falta 135 años para revertir la situación. Como el cambio climático, no hay plan B. ¿Cuánta falta de distribución más puede aguantar una sociedad? No decimos las mujeres que queremos salir de los cuidados. Lo que queremos es que exista un reconocimiento de que cuidar es un trabajo no remunerado y que hacemos todas las mujeres. Y una redistribución de ese tiempo.

¿De cuánto es la brecha del cuidado?

–En general, la mujer de América Latina trabaja entre uno y tres días más a la semana que el hombre. Las cifras de la CEPAL indican que las mujeres trabajan más de 200 días al año y los hombres unos 60 en trabajos no remunerado. Eso no es justo.

¿Cuál es la propuesta?

–Establecer sistemas de cuidados integrales, formados por el Estado, las familias, el sector privado y la comunidad. Generará beneficios sociales y económicos: bienestar, creación de empleo formal. Los sistemas de cuidado le permiten a la mujer salir a trabajar. Si trabaja, paga impuestos y ese dinero vuelve.

¿Cómo funcionaría?

–Proponemos que se creen fondos solidarios contributivos, al estilo de la seguridad social pero que recibe rentas generales, según la situación: si pertenecés a lo que llamamos “pisos pegajosos”, mujeres que no logran salir del círculo de la pobreza, o si sos techo de cristal. Funcionaría como en los países nórdicos, donde hay un pago de impuestos alto pero una recuperación en servicios públicos de calidad.

No somos Dinamarca, ¿es viable en una sociedad como la nuestra?

–Esta es una bandera que viene de la economía feminista. Es un reclamo que tiene muchos años. Pero no venimos con una propuesta de pancarta. Venimos con una solución integral, con una progresividad. Tenemos que educar a los políticos. Cuando analizamos el PBI de los países vemos que entre el 15% y el 20% es aportado por las mujeres, gratis. Entonces, si las mujeres invierten tanto, no es factible una pequeña inversión para generar un modelo de servicios que resulte autofinanciable. Estamos trabajando en muchos países, en proyectos de ley, sistemas de contabilización, de costeo.

¿Hay ejemplos, más allá de los países nórdicos?

–Sin ir más lejos, Uruguay. Lo primero fue organizar las instancias de cuidado como un sistema y dotarlo de una gobernabilidad público privada. Hay guarderías, centros de adultos, discapacitados, un sistema de asistentes personales. Esto generó nuevos empleos. Y un cambio en la mentalidad: En las familias hay personas que cuidan a otros. La pregunta es con qué recursos cuentan. Es ahí donde se logra una transformación.

Se planteó que es una buena inversión la sociedad del cuidado. ¿Por qué?

–Nuestra pirámide poblacional está cambiando. No somos tan jóvenes como región. Esto requiere un pensamiento sistémico: tenemos que pensar hoy lo que va a pasar en 10 o 15 años. Es una inversión inteligente porque soluciona un problema ahora, para el futuro.

El sistema argentino tiene mucho peso de la población pasiva en relación a la activa. ¿Una medida de este tipo no profundizaría la crisis?

–Nosotros pensamos siete soluciones de financiamiento, desde impuestos, fondos solidarios, fondos contributivos. Cada país adoptará alguna. No estamos planteando un peso enorme a las rentabilidades. Por otro lado, las mujeres a las que se les brinda este sistema de cuidado serán muchísimo más productivas. Yo conocí los centros privados de Uruguay, mi país. Uno, por ejemplo, fue financiado por una empresa que contrata a víctimas de violencia. Y como tienen chicos, el dilema era qué hacían con ellos. Entonces surgió esta iniciativa. La alimentación la aportaba la intendencia local y los profesores y cuidadores el sistema público. Un aporte de tres niveles: gobierno central, local y privado.

¿El sector privado se sumará?

–Yo creo que sí. Ya hay más de 2000 empresas que firmaron nuestros principios de empoderamiento en la mujer, unas 100 son argentinas. Básicamente, asumen el compromiso de que la mujer sea más valorada en la plana mayor. A conceder licencias parentales, no solo maternales, sino también familiares. A que haya salas de lactancia y salas de cuidado dentro de la empresa.

El tiempo de la mujer destinado al cuidado es gratuito e invisible. ¿Cómo se le vuelve a asignar un valor?

–Lo que vivimos las mujeres es extractivismo del tiempo. Nos sacan el tiempo. El 20% del PBI viene de sacarnos el tiempo sin pagar. Es injusto. Hay gente que nos dice, entonces qué, ustedes dicen que las madres no cuiden a sus hijos. No. Decimos que hay que redistribuir. Desde que empezamos a medir el uso del tiempo, los hombres han subido siete minutos lo que destinan al cuidado. Nada más. A veces pensamos el hombre moderno, que cambia los pañales... ¡Siete minutos! Nosotras seguimos haciendo 200 días de trabajo al año y ellos, 60. Hay un gap enorme. No nos engañemos. Es un cambio cultural muy fuerte. Pero hay hombres de buena voluntad que cuando entienden esto, lo apoyan y son promotores. Las nuevas masculinidades en los próximos años van a ser clave para centrar los temas de igualdad.