El Disco de Festo, uno de los grandes enigmas de la arqueología que los científicos no logran descifrar

Es uno de los grandes misterios arqueológicos de la humanidad para el que, todavía, no hay respuestas y sí muchas teorías y conspiraciones.

Primer plano del Disco de Festo. Foto: Getty Creative.
Primer plano del Disco de Festo. Foto: Getty Creative.

En una época en la que parece que todo está al alcance de la mano y pocas cuestiones quedan fuera de los descubrimientos y avances de la ciencia, el Disco de Festo continúa siendo uno de los grandes enigmas de la humanidad. También conocida como la piedra Rosetta de la cultura minoica, se resiste a quedar expuesta, a pesar de los intentos de los expertos por desvelar su significado y propósito desde hace décadas.

Corría el 15 de julio del año 1908 cuando el arqueólogo italiano Luigi Pernier se encontró por accidente con este extraño disco de arcilla cocida mientras trabajaba en las excavaciones del Palacio Minoico de Festos, situado en el sur de la isla griega de Creta. Perfectamente conservado, lo cual es una circunstancia ciertamente inaudita, consta de 61 palabras configuradas a partir de 45 signos jeroglíficos diferentes y sellados por ambas caras (31 palabras en el lado A y 30 en el B).

Son muchos los misterios –y las teorías– que rodean este pequeño objeto de 16 centímetros de diámetro y dos de grosor que los arqueólogos no son capaces de descifrar. Ni siquiera se ponen de acuerdo con la fecha de su creación. Los primeros indicios dataron el Disco de Festo entre los años 1850 y 1650 a.C. Otros apuntan a que su antigüedad es mayor, mucho mayor, del siglo XIV a.C. Para defender esta hipótesis, los científicos se basan en que, al menos, 10 de los signos que lo integran, son similares a la los de la escritura lineal propia de la civilización minoica de Creta. De ser así, estaríamos hablando de la tablilla con lenguaje escrito más remoto que se conserva, superando en 1.300 años la icónica piedra Rosetta del Antiguo Egipto, escrita en jeroglíficos y traducciones al griego antiguo y la escritura demótica. Hay quienes aseguran, en cambio, que se trata de una pieza de la Edad de Cobre y Bronce perteneciente a la civilización cicládica, originaria de las islas Cícladas, en el mar Egeo.

Otra de las grandes curiosidades que encierra el Disco de Festo y que trae a los expertos de cabeza es el modo en el que se plasmaron los símbolos que lo configuran. Las inscripciones fueron realizadas a partir de sellos impresos en relieve en la arcilla blanda y en una secuencia en espiral que va desde los límites hasta el centro del disco. Se trata, por lo tanto, del primero documento impreso de la historia y precursor de los diferentes métodos de imprenta que se desarrollaron con posterioridad en China (entre 1041 y 1048) y Europa (1450). Esta última por el alemán Johannes Gutenberg. Una vez terminado de grabar, el objeto que nos ocupa fue cocido a alta temperatura.

Otra de las cuestiones en las que los especialistas no se ponen de acuerdo es en el modo en el que se lee el Disco de Festo. Aunque existe el acuerdo extendido de que los grabados se realizaron desde fuera hacia dentro, no todos defienden que el sentido de la lectura sea precisamente ese. Ni siquiera que la orientación sea de izquierda a derecha o, incluso, al revés, comenzando por la derecha. Otros hablan de que se debe seguir la dirección que indican los perfiles de las figuras humanas y no el sentido de la espiral da igual la dirección.

LEER MÁS:

¿Enigma o falsificación?: el gran misterio que rodea el Disco de Festo

Se desconoce el significado del relato que traslada el Disco de Festo y en esto también hay contradicciones notorias. De acuerdo con los análisis de 2018 de Gareth Owens, del Instituto Tecnológico de Creta (TEI), en una frase se puede ‘leer’ “gran señora trascedente” y en otra “madre embarazada”. Por supuesto, los descubrimientos del lingüista se han encontrado de frente con un sinfín de detractores expertos en la materia. Quizá el más radical fue el historiador y comerciante de antigüedades estadounidenses Jerome Eisenberg, quien siempre defendió que el Disco de Festo era una falsificación. Muy lograda, eso sí, pero un fraude, al fin y al cabo. Según su teoría, fue el propio Luigi Pernier quien fabricó la reliquia al ver que no conseguía encontrar nada referenciable durante sus excavaciones en la isla griega donde, supuestamente, encontró la cuestionada pieza arqueológica.

La única manera con la que se podría demostrar la veracidad del enigmático objeto, defendió Eisenberg en vida, pasaría por someterlo a un examen de termoluminiscencia. Un test que los responsables del Museo de Heraklion, en Creta, custodios del Disco de Festo, se niegan a realizar. ¿El motivo? Aseguran que no resistiría este embiste de la ciencia. Y, quién sabe, si de la verdad más dolorosa...

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR | EN VIDEO

Descubren un recinto pintado de blanco en un centro ceremonial de 3.000 años en Perú