La diabetes y las cardiopatías aumentan cuando hay un mayor consumo de bebidas azucaradas
En todo el mundo, el consumo de bebidas azucaradas es responsable de unas 340.000 muertes al año por diabetes de tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, según un estudio publicado el lunes que constituye uno de los mayores proyectos dedicados a evaluar los efectos de la propagación de los hábitos alimentarios occidentales en la salud mundial.
El estudio, publicado en la revista Nature, descubrió también una relación entre las bebidas azucaradas y 2,2 millones de casos adicionales de diabetes de tipo 2 y 1,2 millones de casos de enfermedades cardiovasculares en 2020, con una parte desproporcionada de esos casos concentrada en África subsahariana y América Latina.
Da la casualidad de que esos dos continentes también han experimentado la mayor subida en el consumo de refrescos en los últimos años, ya que las empresas de refrescos, ante el descenso de las ventas en Norteamérica y Europa, han buscado nuevos clientes en el mundo en desarrollo.
La cifra estimada de 340.000 muertes supone un aumento significativo respecto a evaluaciones anteriores sobre el modo en que las bebidas azucaradas afectan la salud mundial. Un estudio de 2015 publicado en la revista Circulation calculó 184.000 muertes en todo el mundo en 2010 debido al consumo de bebidas azucaradas.
Los efectos negativos de las bebidas azucaradas —refrescos carbonatados, bebidas energéticas y zumos con azúcar añadida— en la salud están bien documentados. Como inundan rápidamente el organismo con calorías vacías, a menudo ocupan el lugar de alimentos y bebidas con más valor nutritivo.
El consumo regular de azúcar adicional en las bebidas puede provocar obesidad, dañar la función hepática y aumentar el riesgo de cardiopatías, hipertensión y diabetes de tipo 2, una enfermedad especialmente insidiosa que puede provocar ceguera, amputaciones y muerte prematura.
Dariush Mozaffarian, uno de los autores principales del estudio y director del Food is Medicine Institute de la Universidad de Tufts, comentó que espera que los resultados aceleren los esfuerzos para frenar el consumo de bebidas azucaradas, especialmente en los países más pobres, cuyos sistemas sanitarios no están preparados para lidiar con un aumento en las enfermedades relacionadas con la dieta.
“Los reguladores y los legisladores responden adecuadamente a las muertes trágicas, ya sea que se trate de un accidente aéreo o un atentado terrorista, pero, aunque las bebidas azucaradas causan muchas más muertes y sufrimiento, esas muertes no conmueven a la gente de la misma manera porque están ocultas”, explicó. “Eso tiene que cambiar”.
El estudio es un producto de la Global Dietary Base, un ambicioso estudio sobre los hábitos alimentarios en todo el mundo financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates. Se trata de una base de datos que pretende reunir información estandarizada sobre la ingesta alimentaria, en especial en los países más pobres que tradicionalmente han carecido de medios para evaluar con precisión la salud de sus ciudadanos.
La base de datos, iniciada en 2008, está ayudando a los científicos a comprender la relación entre el creciente número de víctimas de la obesidad y la llegada a todos los rincones del planeta de bebidas y alimentos ultraprocesados que alteran los hábitos alimentarios tradicionales (y más saludables). En el mundo hay más de mil millones de personas obesas, según un estudio reciente de la revista Lancet. Entre los adultos, las tasas mundiales de obesidad han aumentado más del doble desde 1990; entre los niños y los adolescentes, se han cuadruplicado.
El estudio de Nature tiene limitaciones. La investigación solo incluye datos de 1990 a 2020 y el estudio es observacional, es decir que los resultados no miden definitivamente la conexión entre el consumo de refrescos y las enfermedades. Además de la Global Dietary Database, los autores incorporaron hallazgos de otros 450 estudios de 181 países.
Katherine Loatman, directora ejecutiva del Consejo Internacional de Asociaciones de Bebidas (ICBA, por su sigla en inglés), cuestionó las conclusiones del estudio y señaló que los resultados del sondeo de la base de datos para algunos países estaban incompletos.
“Nuestras empresas de bebidas promueven decididamente dietas sanas y les preocupan las limitaciones de este estudio”, indicó en un correo electrónico. “Para que las políticas públicas sean eficaces deben construirse sobre una base científica sólida”.
Barry M. Popkin, nutricionista de la Universidad de Carolina del Norte, campus Chapel Hill, que no participó en el estudio, subrayó que los resultados coincidían con investigaciones previas sobre los efectos de los alimentos ultraprocesados para la salud en todo el mundo.
“Esto replica y refuerza lo que ya sabemos sobre las bebidas azucaradas, pero los resultados ponen de relieve sus graves consecuencias para la salud y la productividad, en especial en África y América Latina”, puntualizó.
El estudio detalla patrones intrigantes en el consumo de las bebidas azucaradas. Por ejemplo, los investigadores descubrieron entre los hombres tasas de consumo de refrescos un poco superiores a las de las mujeres. También observaron mayor consumo entre las personas con un buen nivel educativo, sobre todo en África subsahariana, el sur de Asia y América Latina. En cambio, en Medio Oriente y el norte de África, el estudio reveló un mayor consumo de refrescos entre los adultos con niveles educativos comparativamente más bajos. Según el estudio, las zonas del sur, el sureste y el este de Asia presentan las tasas más bajas de exceso de enfermedades cardiovasculares y diabetes de tipo 2 relacionadas con el consumo de bebidas azucaradas, aunque los autores hicieron notar que los datos no incluían el té y el café azucarados, productos populares en esas partes del mundo.
Laura Lara-Castor, investigadora en nutrición de la Universidad de Washington y otra de las autoras principales del estudio de Nature, afirmó que los mayores índices de consumo entre los adultos con mejor nivel de escolaridad de África subsahariana reflejan en parte el atractivo aspiracional de las marcas de refrescos asociadas a los gustos y el estilo occidentales, resultado de las campañas publicitarias sofisticadas y bien financiadas de las empresas multinacionales de bebidas.
“Consumir estas bebidas es a menudo una señal de estatus”, indicó.
A pesar de las sombrías conclusiones del estudio, Lara-Castor y los demás autores afirmaron que los datos también revelan razones para tener esperanza. El consumo de refrescos en América Latina y el Caribe ya está empezando a disminuir, en parte gracias a políticas como los impuestos sobre los refrescos, las restricciones de comercialización y las etiquetas de los envases que intentan educar a los consumidores sobre los peligros de los productos con alto contenido de azúcares añadidos (en Estados Unidos, el consumo de bebidas azucaradas ha descendido desde su máximo en 2000, pero ese descenso prácticamente se ha estabilizado en los últimos años).
Más de 80 países han adoptado medidas para reducir el consumo de bebidas azucaradas.
Paula Johns, directora ejecutiva de ACT Promoción de la Salud, un grupo de defensa de Brasil, señaló que el estudio de Nature demuestra que la educación por sí sola no basta para frenar el afán de los consumidores por las bebidas azucaradas. En años recientes, Brasil ha adoptado una serie de políticas que están empezando a mitigar la pasión del país por los alimentos ultraprocesados y las bebidas azucaradas. Algunas de ellas son mejores programas de comedores escolares, advertencias llamativas en la parte frontal de los envases y un nuevo impuesto especial sobre las bebidas con azúcares añadidos.
“No hay ninguna varita mágica”, reconoció. “Pero todas estas políticas, en conjunto, ayudan a enviarle al público el mensaje de que las bebidas azucaradas son muy malas para la salud”.
c.2025 The New York Times Company