La despedida de Rafael Nadal de Roland Garros, el superhéroe que hizo posible hasta lo imposible
Nunca hubo una mente como la de Rafael Nadal en el tenis. Probablemente no la haya habido en el deporte en general. Espiritualmente irrompible, optimista hasta el extremo, asfixiante, arrollador. Durante casi dos décadas, el español convenció a los amantes del tenis de que todo era posible, incluso en los días de mayor tormento o exigencia. Superhéroe con raqueta, siempre llegó a una más y a otra y a otra y a otra... Siempre. Hizo una maestría de la fe. Por eso invade la nostalgia cuando se lo ve levantar el brazo derecho en modo de despedida, con los bolsos colgados del otro hombro, indefenso y la mirada humedecida, sólo sostenido por el orgullo, en medio del court Philippe-Chatrier que lo transformó en mito. El paso del tiempo es cruel; no perdona a nadie, ni a las glorias.
“Mi cuerpo ha sido una jungla durante dos años. Ha sido una gran pelea despertarme como si me hubiera mordido una serpiente o un tigre. Necesito prepararme y aclarar mis ideas de cara al futuro calendario”, cuenta Rafa, poco después de perder en la primera ronda de Roland Garros , en el estadio que bien podría tener su nombre. Rezagado por las lesiones y la escasa actividad, sin el beneficio de ser uno de los 32 preclasificados, al mallorquín le tocó un rival muy poderoso para debutar en París: el alemán Alexander Zverev , número 4 del ranking y campeón en el Foro Itálico hace algunos días. Rafa, empeñoso, luchó sobre el polvo de ladrillo como pudo. Pero no le alcanzó. El de Hamburgo, diez años menor que el jugador de Mallorca, hoy tiene unas cuantas marchas más. Terminó triunfando por 6-3, 7-6 (7-5) y 6-3, en tres horas y un puñado de minutos. El germano sacó mejor (77% de primeros servicios, ocho aces), le rompió seis veces el servicio a Rafa, sumó diez tiros ganadores más (44 vs. 34) y cometió diez errores no forzados menos (28 vs. 38).
Carlitos Alcaraz, el heredero, la polaca Iga Swiatek (N° 1) y el serbio Novak Djokovic, advirtiendo el momento histórico que se vivía en el court central, ocuparon una butaca en el estadio. Otros jugadores acomodaron los horarios de sus ensayos para verlo por TV. “Voy a deprimirme cuando Rafa se retire” , había dicho la griega Maria Sakkari. “Su legado vivirá por siempre”, destacó Stefanos Tsitsipas. La derrota de Nadal en el Abierto de Francia, apenas la cuarta desde que debutó en el Bois de Boulogne en 2005, genera una insoportable sensación de vacío. Es un signo de una época dorada que se termina. Lo mismo pasó cuando se retiró Roger Federer, en septiembre de 2022. El tenis (el deporte, la vida) disfrutó de una época célebre, cinematográfica. Irrepetible. Queda Nole de pie, es verdad, pero sin Roger y, ya casi sin Rafa, la melancolía desanima. Hubo un tiempo mejor que no volverá. ¿Habrá sido la última vez de Nadal en Roland Garros, el torneo que ganó ¡14! veces? No se animó a sentenciarlo, pero en el ambiente hubo aroma a despedida. Si hasta sus abuelas viajaron desde Mallorca para fotografiarse con la estatua de acero que hay en el predio.
Las abuelas de Nadal se fotografiaron con la estatua
Rafa’s grandmas took a photo with his statue pic.twitter.com/cfN9ThYVKK
— GlamSpinTennis (@GlamSpinTennis) May 27, 2024
“Ha sido increíble la energía que sentí. No sé si es la última vez que estaré aquí. No lo puedo decir al 100%. Pero si fue la última, lo he disfrutado . La gente ha estado increíble y es difícil describir en palabras el amor que sentí”, expresó Nadal, que nunca había perdido en la primera ronda de Roland Garros . Es más: hasta este día 2 del torneo parisino versión 2024 únicamente había caído ante el sueco Robin Soderling (en los 8vos de final de 2009) y frente a Djokovic (en los cuartos de final 2015 y en las semifinales 2021). Wimbledon comenzará el 1 de julio y Rafa figura como inscripto, pero difícilmente pise el césped de Londres. Tiene, da la sensación, una última zanahoria a la que perseguir: los Juegos Olímpicos de París 2024, desde fines de julio, en el mismo polvo de ladrillo del Stade de Roland Garros. Allí apuntará. Buscar una medalla olímpica en dobles, haciendo pareja con Alcaraz, es una de sus últimas metas como tenista activo.
Si el cuerpo lo acompañara, Nadal podría seguir compitiendo. Su estado actual, al menos eso parece, le permitiría ganar algunos partidos, quizás más modestos de los que quisiera. Pero una figura como él (92 títulos, 209 semanas en la cima del ranking) ya no tiene necesidad de exponerse a reveses ingratos o dolores de cabeza. ¿Para qué más? Es un apasionado por el deporte y la competencia, nadie duda de ello, ¿pero hasta qué punto podría resistir emocionalmente si cayera ante rivales que antes no le hacían ni cosquillas?
“Soy un tipo sencillo, que disfruto de lo que hago, me apasiona el deporte, me gusta practicar, jugar al tenis. Viajo con mi mujer y mi hijo, estoy disfrutando estos momentos que no van a volver. Quiero seguir, aunque no sé hasta cuándo”, dice. Pero de inmediato mira hacia atrás, quizás recordando aquel adolescente de camiseta sin mangas y pantalones pirata que en 2005 ganó la primera de la catorce Copas de los Mosqueteros. “Acepto el presente. Si esta fue la última vez que jugué aquí, estoy en paz conmigo mismo. Lo he disfrutado”, suelta. El mundo del tenis también, Rafa. De eso no hay dudas.