El VAR y un escándalo olímpico: cuando el barón de Coubertin tuvo ganas de tirarse al Sena

El árbitro sueco Glenn Nyberg señala el offside del segundo gol argentino una hora y media después de ocurrido, ante la impotencia de Giuliano Simeone
El árbitro sueco Glenn Nyberg señala el offside del segundo gol argentino una hora y media después de ocurrido, ante la impotencia de Giuliano Simeone - Créditos: @ARNAUD FINISTRE

Los ojitos bien abiertos del emoji acompañando la palabra “insólito”, con fondo negro, en el posteo de Lionel Messi, son un registro elocuente del pensamiento mayoritario. Asombro ante todo. ¿Cómo que se reanuda casi dos horas después? ¿Cómo que se puede anular el gol? ¿En serio no está terminado si se habían ido todos después del 2-2 y los incidentes del final? Nadie entendía nada. Sobraban las especulaciones. También los descreídos.

Para quien creía haberlo visto todo en materia de ridículos bajo la órbita de la imprevisible Conmebol, la conjunción COI-FIFA abrió una ventana inesperada nada menos que en la apertura de los Juegos Olímpicos de París. Con el VAR como protagonista del escándalo mayúsculo, el mayor despropósito que se recuerde en esta disciplina y en una competencia que, se supone, diferente. Lo cierto fue que volvieron los 22, de la Argentina y Marruecos, a la cancha. También fue cierto que el referí sueco Glenn Nyberg revisó la jugada del empate concretado por Nicolás Medina con un cabezazo en el minuto 105 y no menos real fue que Marruecos terminó ganando por 2-1 y dándole el primer dolor de cabeza a la ya percutida humanidad de Javier Mascherano.

Desde su instrumentación oficial, el VAR está cuestionado por un grueso del planeta fútbol. Se dice que desnaturaliza el deporte, que no se pueden sancionar offsides por la punta de un botín (como en este caso), que la gente no puede estar esperando 2, 3, 4 minutos para que se valide o anule un gol y entonces sí festejar o sentir que gastó energías en celebrar algo que terminó siendo la nada misma. Infinidad de argumentos.

La reacción de Lionel Messi a la polémica derrota que sufrió la Argentina ante Marruecos
La reacción de Lionel Messi a la polémica derrota que sufrió la Argentina ante Marruecos - Créditos: @Instragram

Están también los que sostienen que el VAR es una herramienta que tiende a impartir justicia y que en eso es irreprochable. Se usa en el tenis, en el básquetbol, en el rugby, en el hockey (con distintas denominaciones) y no genera cuestionamientos. ¿Qué pasa en el fútbol que no funciona? Se apunta al factor humano. El hombre dispone cómo se utiliza la herramienta, a la máquina la termina interpretando una persona, falible, y eso ya altera la irreprochable tecnología. Pero por algo en el fútbol el sistema todavía no fluye de la manera deseada. Y lejos de ir encaminándose su utilización, brotan las controversias. Una tras otra.

Lo sucedido en esta absurda definición de Argentina-Marruecos abarca las dos lecturas. El botín izquierdo de Amione en la acción del remate de Otamendi, que luego derivaría en el cabezazo goleador de Medina, está fuera de juego, Es un botín, sí, como a veces es un hombro o una rodilla: así se ha resuelto cobrar, por centímetros; así lo avala la FIFA, que es la que manda. El VAR acierta en ese caso que responde a lo dictaminado. Lo que queda descolocado es todo el procedimiento. Tomar una decisión que modifica un fallo una hora y 40 minutos después ya entra en el terreno de lo disparatado. Y ahí está la mano del hombre, de los encargados del sistema y de los que en definitiva toman las decisiones.

Sin soslayar que también hubo incidentes, petardos, invasión de campo y botellas lanzadas a los jugadores argentinos tras el agónico empate. Y después de algunos cabildeos, quedó instalado que el partido había terminado 2-2. Hasta la página oficial de los Juegos Olímpicos brindaba esa información. Hicieron salir a la gente del estadio de Saint Étienne bajo la creencia de que el encuentro había concluido y tanto jugadores como referí habían entrado en los vestuarios. A lo sumo, lo que podría discutirse era si Marruecos merecía o no una sanción por los sucesos del final del encuentro. Pero no mucho más.

Las botellas tiradas sobre el césped, luego del gol de Medina... que sería anulado
Las botellas tiradas sobre el césped, luego del gol de Medina... que sería anulado - Créditos: @ARNAUD FINISTRE

Ahora bien, si existían dudas sobre la validez del tanto argentino a partir de alguna revisión o reclamo, lo lógico era visualizar la jugada en el momento. La parodia posterior carece de sentido ¿Quién se iba a enojar? ¿Los jugadores? Si es parte de la rutina que ya conocen. ¿El público, en su gran mayoría simpatizante del conjunto africano, transformando el estadio en una suerte de marea roja? Si la revisión en todo caso lo beneficiaba.

Hablamos del mismo VAR que no le hizo notar al árbitro sueco, en la acción previa al penal otorgado al habilidoso y pícaro Ilias Akhomach, un agarrón de mano a Nicolás Otamendi que hubiera invalidado la jugada. El penal, el empujoncito, fue claro e hizo recordar al que le otorgaron a Ángel Di María en la final de Qatar 2022. Son foules leves, pero foules al fin. Y los foules dentro del área son penal. No hay misterios.

Los fantasmas de siempre

Mientras tanto la gente no sale del estupor por lo sucedido en Saint Etienne, surge la otra cara de la historia: las reacciones en las redes sociales. “Era hora”, “Justicia divina”, “En los Juegos no los ayudan como en los Mundiales y la Copa América”. Palabras más, palabras menos, explota la indignación retroactiva de aquellos que ven fantasmas en todos lados, favores repetidos para el seleccionado mayor de la Argentina, y que encuentran en una competencia considerada de menor relevancia sólo en este deporte, como la de los Juegos Olímpicos, una suerte de revancha, de vendetta. Cuestionar a esta altura los merecimientos y legitimidad de las conquistas recientes entra en una dimensión de la incomprensión y de la necedad.

“Es todo un circo. Nunca viví nada igual en toda mi carrera deportiva. Nos dijeron que el partido estaba suspendido por seguridad”, disparó Javier Mascherano, en medio de la bronca por todo lo sucedido en el debut. Ni siquiera su condición de doble campeón olímpico pudo frenar su impulso de decir lo que sentía. Gerónimo Rulli fue más allá, removiendo las aguas fantasmales: “Estamos en el país que estamos”, en referencia obvia a Francia. La ecuación es “rival de la final de Qatar-caso Enzo Fernández-silbidos a los Pumas 7s en su debut” y todo lo que viene sucediendo a partir de una rivalidad que trasciende ya lo deportivo.

Marruecos celebra, en el final de una jornada inolvidable
Marruecos celebra, en el final de una jornada inolvidable - Créditos: @ARNAUD FINISTRE

Hubo casos de partidos que se reanudaron, sin necesidad de remitir a la obra de Osvaldo Soriano sobre “el penal más largo del mundo”. A veces se dan en torneos menores y quedan como anécdotas. Esta vez sucedió dentro del espectro olímpico. Entonces, su caja de resonancia es mayor. Mediáticamente recorre el mundo. Todos hablan de eso que pasó en un partido extraño, con invasiones de cancha repetidas, selfies con Julián Álvarez y botellazos.

Mientras nos preguntamos si el VAR realmente sirve, si debería haber algún replanteo en su modus operandi, o si habrá que seguir esperando a que el sistema se estabilice y deje de causar esa fea sensación de que desnaturaliza el deporte, los Juegos Olímpicos de París tuvieron su primer escándalo. El lema “más alto, más lejos, más rápido” instaurado por el barón de Coubertin se vio sacudido en el alma. Si alguien creyó verlo agarrándose la cabeza a orillas del Sena antes de tirarse, quizá no haya sido sólo una imagen generada por la IA.