Vélez campeón: los secretos de La Fábrica, una usina de futbolistas que sostiene al club en el primer nivel
La Fábrica. A quién se le haya ocurrido la denominación que Vélez Sarsfield le ha dado a su área formativa de fútbol amateur, la institución debería concederle un lugar especial, porque difícilmente se pueda encontrar una mejor.
En el campus situado entre la Avenida Juan B. Justo y la Autopista Perito Moreno, a pocos metros del estadio José Amalfitani, y en la Villa Olímpica, de Ituzaingó, funcionan dos grandes usinas generadoras en serie de futbolistas de primer nivel. Desde ellas, como en una auténtica cadena de producción, van surgiendo uno tras otro y desde hace muchos años pibes que nutren al equipo de primera y se constituyen en la base de un éxito que, cada tanto, recibe el premio extra de un título de campeón.
Valentín Gómez, Joaquín García, Thiago y Damián Fernández, Cristian Ordóñez, y también Thiago Almada, Maximiliano Perrone, Santiago Castro, Luca Orellano y Gianluca Prestianni son parte de una larguísima lista de nombres y apellidos que, en los últimos años, han sido la base de un conjunto que va renovándose de manera periódica.
“La política de apostar por las divisiones inferiores más allá de quién esté a cargo de la gestión del club, que comenzó incluso antes de la época de Carlos Bianchi, es para mí la primera y principal razón para entender cómo trabajamos. Fue gracias a esa continuidad que de a poco hemos ido mejorando la forma de trabajar”, dice Pedro Larraquy, figura del Fortín en los años setentas y ochentas y actual secretario deportivo de las divisiones inferiores.
Casi un centenar de personas y un presupuesto anual que oscila entre dos y tres millones de dólares sostienen la estructura que rinde sus frutos, al principio en las canchas del fútbol local, y más tarde, en la tesorería de la entidad.
Los números de la campaña 2024 no engañan. A sus 20 años, Ordóñez lleva jugados 45 partidos en la temporada; Valentín Gómez, de 21, protagonizó 40; Thiago Fernández, 42; Joaquín García, 35, y Damián Fernández, 24. Ninguno de ellos supera los 23 años; todos fueron vitales para llevar al conjunto de Liniers a las finales de Copa de la Liga y la Copa Argentina, y a la vuelta olímpica en la Liga Profesional.
“Nuestra alegría es que un chico de los que formamos llegue a la primera en Vélez, pero el círculo se cierra sólo cuando ese jugador es vendido. El club es una estructura gigantesca y la única manera que tenemos de hacerla caminar y de avanzar es vender cada año uno o dos jugadores por cinco, ocho o diez millones de dólares”, explica Larraquy. También en este punto vale la pena mirar las cifras: entre 2023 y 2024, el Fortín recaudó 45 millones de dólares por ventas de futbolistas criados en su cantera (Castro, Perrone, Prestianni, Julián Fernández, Francisco Ortega y Lautaro López).
La Fábrica, convertida así en pieza clave de un andamiaje que incluso excede el ámbito futbolístico, precisa de un funcionamiento bien lubricado, y no esconde sus secretos. “El segundo punto de importancia es el scouting”, señala Larraquy, y remite a Juan Constantin, el coordinador de captación del fútbol amateur. Éste resume en qué se fijan cuando observan a un chico: “Miramos cuatro puntos muy claros: la técnica, que es fundamental; la estructura biológica, el biotipo, que en algunos puestos, como el de arquero, es limitante; el entendimiento del juego, la inteligencia que desarrolla en la toma de decisiones, y por fin, y muy importante, la capacidad de seguir aprendiendo, porque un chico que es protagonista en el equipo de su barrio o su ciudad, en Vélez quizás acabe teniendo un rol más de conjunto, y nos interesa saber si está preparado para ese cambio”.
Antes y después, el proceso es largo y ofrece mil variantes. Por ejemplo, no se trabaja igual en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) que en el interior del país. Así como en el primer caso la búsqueda se centra en el baby fútbol de los clubes de barrio mediante directores técnicos que se desempeñan en esas entidades –”trabajamos de club a club, firmamos convenios de colaboración con ellos y hasta les devolvemos el pase del jugador si no sigue en Vélez”, comenta Larraquy–, en las provincias son organizadas pruebas cerradas, con chicos previamente “filtrados” por el scouter de cada lugar.
Después, un candidato a llegar a la Villa Olímpica pasa por diferentes períodos, “que pueden durar semanas, meses o años, porque somos muy cuidadosos para elegir el momento en el que un chico se incorpora a la pensión, a los entrenamientos o a jugar en el fútbol de AFA. Sostenemos el contacto si ese pibe nos interesa”, indica Constantin.
Una vez integrado al club, un jugador de las categorías juveniles tiene a su disposición una batería de profesionales y de tecnología dedicada sólo a las divisiones inferiores. Médicos, psicólogos, tres nutricionistas que se ocupan hasta de recetar las viandas por llevar en los viajes en micro cuando toca jugar fuera de Buenos Aires, un reparador que trabaja con aquél que está volviendo de una lesión, profesoras para apoyo escolar (los que viven en la pensión van al colegio del club o a uno que se ubica a cinco cuadras), y los más modernos elementos para evaluar el desarrollo y el rendimiento de los futbolistas. “Procuramos una formación integral de los chicos”, enfatiza Larraquy.
Los resultados quedan a la vista en la cancha. Este año, el Fortín ganó cuatro de las seis categorías inferiores y el torneo de reserva de la primera parte de la temporada. El paso siguiente para los juveniles es el debut entre los grandes. “La gran diferencia con el resto es que Vélez pone a los pibes”, afirma Matías “Monito” Vargas, un producto genuino del semillero de Liniers. “Sebastián Pait [director de Fútbol del club] fue coordinador de las inferiores, sabe lo que cuesta trabajar con los chicos, y por eso impulsa que jueguen en la primera. Pero además, si no los ponemos, si no tienen minutos, no podremos venderlos, y la máquina dejaría de funcionar”, analiza Larraquy con pragmatismo.
Esta vez, la tarea silenciosa desembocó en un festejo de los grandes, y los responsables del éxito no disimulan el orgullo de que sea con un equipo lleno de canteranos. Ellos saben mejor que nadie que los de ahora irán yéndose. No se preocupan: también saben que La Fábrica ya está preparando material igual o mejor para sustituirlos.