Así terminaron otras incursiones militares ordenadas por Putin: cómo se comparan con el conflicto actual
La invasión rusa de Ucrania no es la primera vez que Vladimir Putin defiende sus intereses en las antiguas repúblicas soviéticas desplegando a sus tropas militares.
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Primero fue Chechenia en 1999, luego Georgia en 2008 y más tarde Crimea en 2014.
Pero, ¿cómo terminaron esas guerras y cómo se comparan con la actual?
La guerra brutal - Chechenia, 1999
¿Cómo se desató?
Septiembre de 1999. Vladimir Putin, de entonces 47 años, acababa de ser nombrado primer ministro y en unos meses asumió la presidencia del país tras la dimisión de Boris Yeltsin a fines de ese año.
Su ascenso coincide con el arranque de la segunda guerra de Chechenia, recordada por su brutalidad y la consolidación de Putin como el “hombre fuerte” capaz de controlar las amenazas internas de Rusia.
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Chechenia, una república otrora integrada en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, había conseguido su independencia en 1991 con la oposición del gobierno ruso. Pero en 1994 tropas rusas acudieron a ese territorio para aplastar este movimiento independentista. Tres años más tarde, ante la feroz resistencia de rebeldes chechenos, terminaron retirándose.
Sin embargo, en 1999, nuevos enfrentamientos entre chechenos y tropas rusas y una serie de explosiones en departamentos residenciales en Moscú que el Kremlin atribuyó a los rebeldes chechenos islamistas, propiciaron la segunda arremetida militar rusa.
¿Cómo terminó?
En febrero de 2000, ya con Putin de presidente, sus tropas reconquistan y arrasan con la capital chechena, Grozny, y en mayo se declara el control desde Moscú. Chechenia fue integrada en la Federación Rusa en 2003 y la guerra se dio por terminada en 2009, aunque ocurrieron enfrentamientos esporádicos en forma de guerra de guerrillas.
El costo y la brutalidad de la guerra llamaron la atención del mundo y varias estimaciones cifran el total de muertos en cientos de miles. Pero la conquista le valió a Putin un incremento notable de su popularidad interna, tras fortalecer la seguridad y control de esta república estratégica en el Cáucaso Norte.
Hoy Chechenia, que goza de mayor estabilidad, está bajo el firme control del líder Ramzan Kadyrov, afín a la Federación rusa, y al que críticos acusan de autoritario.
“En el caso de la guerra de Chechenia, lo que primó en la intervención rusa fue la preocupación sobre su seguridad y desintegración a pocos años del colapso socialista”, explica a BBC Mundo la profesora Domitilla Sagramoso, de la Universidad King’s College de Londres.
La guerra corta - Georgia, 2008
¿Cómo se desató?
Situada en un cruce importante donde Europa y Asia se juntan, Georgia emergió como estado independiente siguiendo al colapso de la URSS en 1991.
Pero la posterior y creciente influencia económica y política de Estados Unidos en el país originó preocupaciones en su vecina Rusia, así como también sus aspiraciones de unirse a la Unión Europea y a la OTAN.
Vladimir Putin, con casi una década en el poder, también impuso su mano de hierro.
Las tensas relaciones de Georgia con la Federación Rusa incrementaron con el apoyo total de Moscú a las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, conduciendo a una breve pero mortal guerra en agosto de 2008.
¿Cómo terminó?
Tras el intento de Georgia de retomar Osetia del Sur a la fuerza, enfrentándose con rebeldes apoyados por Rusia, Putin lanzó una ofensiva que expulsó a las tropas georgianas tanto de Osetia del Sur como de Abjasia.
Tras cinco días de hostilidades en los que murieron cientos de personas, ambos bandos firmaron un acuerdo de paz mediado por Francia.
Y Rusia reconoció las dos regiones separatistas como Estados independientes, provocando protestas en Georgia y otros países occidentales.
“Georgia fue dividida en lo que es la propia Georgia y las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, que hasta hoy siguen ocupadas por Rusia y siguen incrementando su integración con el Kremlin”, dice Sagramoso.
Mathieu Boulegue, investigador del programa de Rusia y Eurasia en el instituto Chatham House, opina que “Georgia empezó a marcar el futuro de la política extranjera de Rusia, cuando realmente empezaron a concretar las intenciones que estamos viendo hoy”, le dice a BBC Mundo.
La invasión “más suave” - Crimea, 2014
¿Cómo se desató?
A principios de 2014, Crimea se convirtió en el foco de una de las peores crisis entre Rusia y Occidente desde la Guerra Fría, después de que el presidente de Ucrania, el prorruso Viktor Yanukóvich, fuera derrocado tras una oleada de protestas de índole europeísta.
El pueblo ucraniano se dividió entre aquellos que querían una mayor integración con Rusia y los que apoyaban una mayor alianza con la Unión Europea (UE), y Moscú decidió intervenir.
Durante gran parte de febrero de 2014, Putin estuvo enviando silenciosamente a miles de soldados adicionales a bases que Rusia tenía en Crimea. Muchos “voluntarios” civiles también se trasladaron a la península para concluir un plan que se llevó a cabo en secreto y con éxito.
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El viernes 28 de febrero, Rusia instaló puestos de control en Armyansk y Chongar, los dos principales cruces de carreteras entre Ucrania continental y la península de Crimea. Los líderes prorrusos aseguraban que necesitaban proteger a los habitantes de Crimea de los “extremistas” que habían tomado el poder en Kiev y amenazaban sus derechos.
El 16 de marzo organizaron un referéndum en el que se le preguntó a la población si querían que la república autónoma se uniera a Rusia.
Ucrania y Occidente consideraron que el referéndum era ilegal, mientras que Rusia lo apoyó firmemente. Según funcionarios locales, el 95,5% de los votantes apoyó la anexión de Crimea a Rusia.
¿Cómo terminó?
El 18 de marzo, dos días después de la publicación de los resultados, Putin oficializó la invasión firmando un proyecto de ley en el que Crimea se incorporaba a la Federación Rusa.
El periodista de la BBC John Simpson, quien se encontraba en Crimea en esos momentos, escribió que fue la invasión más “suave” de los tiempos modernos.
“La operación fue tan rápida, que agarró a muchos por sorpresa”, explica Sagramoso.
“Una vez más, la popularidad de Putin se incrementó mucho entre los rusos porque no hubo derramamiento de sangre y fue vista como un golpe maestro”, añade la experta.
Si bien la crisis en Crimea se resolvió de esta forma, el conflicto entre separatistas prorrusos en la región del Donbás y el resto de Ucrania se agudizó, creando el terreno para la justificación utilizada por Putin para invadir Ucrania ocho años más tarde.
¿Pueden compararse estas invasiones con lo que sucede en Ucrania?
Cada una de estas guerras fue única, pero los expertos trazan algunas líneas comunes, entre ellas, la visión imperialista del Kremlin, su percepción de seguridad y su intención de mantenerse influyente en las exrepúblicas soviéticas.
Sin embargo, advierten que las motivaciones de la invasión a Ucrania están siendo “completamente” diferentes a otros conflictos y el “final” es difícil de predecir.
Putin insiste en que no se trata ni de una guerra, ni de una invasión, sino que es una “operación militar especial” para defender a la población rusófona en la región del Donbás.
Pero hoy las principales ciudades ucranianas están siendo asediadas por las fuerzas rusas, incluida la capital.
“Rusia pretende la rendición política y militar incondicional en todo Ucrania. Quiere su capitulación y desmilitarización total”, analiza Boulegue.
Sagramoso añade que una de las diferencias principales con los casos de Chechenia y Georgia es “la fuerte idealización emocional de una nación más extensa”.
“Putin se ha referido muchas veces a que ucranianos y rusos son el mismo pueblo. Para él es un Estado artificial que no debería adoptar una política proeuropea”, apunta.
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Buscar pistas sobre cómo acabará la invasión en Ucrania en lo sucedido en Chechenia y Georgia se vuelve complicado, entre otros factores, por la resistencia generalizada del pueblo ucraniano.
“No parece que Ucrania vaya a capitular y no sabemos exactamente qué considerará el Kremlin como un éxito, qué tan lejos irá y cuál es la estrategia para acabar la guerra”, argumenta Boulegue.
En este sentido, apunta, lo más preocupante es que “esto solo parece el comienzo, la primera fase de lo que podrían ser décadas de consecuencias para todo el mundo”.