Sudán del Sur, el país más joven del mundo, copó la escena en París: confundieron su himno, no se desenfocaron y superaron a Puerto Rico

Nuni Omot, uno de los hombres importantes de Sudán del Sur el país más joven del mundo que está haciendo historia en París. (Photo by Sameer Al-Doumy / AFP)
Nuni Omot, uno de los hombres importantes de Sudán del Sur el país más joven del mundo que está haciendo historia en París. (Photo by Sameer Al-Doumy / AFP) - Créditos: @SAMEER AL-DOUMY

Nadie esperaba demasiado. Si bien hicieron sonar la escena del básquetbol cuando pusieron en apuros al Dream Team de los Estados Unidos, el primer paso en los Juegos Olímpicos representaban otra historia. Tan extraño resultó que, incluso, la organización en París equivocó el himno que debían poner previo a la presentación oficial en la cita olímpica. Todos se miraron, confundidos, no entendiendo qué sucedía, porque en los parlantes del estadio Pierre Mauroy, en las afueras de Lille, sonaba la melodía de Sudán, cuando en realidad debían darle play al himno de Sudán del Sur, el país más joven del planeta, el que declaró su independencia el 9 de julio de 2011.

Eso no detuvo a ninguno de los muchachos que componen al equipo africano. Ellos hicieron historia en la competencia, porque se trató de la primera victoria olímpica para el país que emergió de una guerra civil, fue la celebración de grupo que no tenía ni gimnasio para entrenarse, que trabajaban a la intemperie, pero dio el golpe al imponerse por 90-79 sobre Puerto Rico.

“ Una banda de refugiados ”. Así se se denominan estos muchachos que llegaron aquí y ya dominan la escena del básquetbol olímpico. Para entender mejor por qué el impacto, es necesario comprender que este grupo consiguió clasificarse para estos Juegos Olímpicos tras solo once años formando parte de la Federación Internacional de Básquetbol y trece existiendo como país. Incluso, es tan resonante todo porque su primer partido oficial llegó en 2017, en una derrota ante Egipto en el clasificatorio para el Afrobasket, cuando cayeron 87-76.

El error con el himno provocó el abucheo de los fanáticos de ambos equipos. Luego, comenzaron a aplaudir, mientras los jugadores de Sudán del Sur se pararon al unísono con las manos sobre el corazón esperando que se resolviera el problema. Los jugadores de Puerto Rico hicieron lo mismo en solidaridad. Tres minutos después se escuchó la melodía correcta. Y comenzó la acción para un equipo que hace historia.

No se trata de proyecto casual, pero sí de un plan cargado de esfuerzo y sentido de pertenencia. Es que todo comenzó de la mano de la mano de dos exjugadores de la NBA: Luol Deng y Royal Ivey. Sabían que no era sencillo conseguir jugadores, medios e infraestructura, pero encontraron el personal y la selección más joven del planeta logró meterse en el top-35 del ranking FIBA con jugadores emigrados a Australia, Canadá, Estados Unidos e Inglaterra, con jugadores que son hijos de la guerra y que aceptaron representar a sus orígenes para poner a su país en el mapa. Y en París son 14 deportistas de Sudán del Sur lo que luchan para eso, los doce jugadores de básquetbol y dos atletas .

Luol Deng es desde 2019 el presidente de la federación de básquetbol en Sudán del Sur. Pero no escribió su historia allí, porque con su familia dejó Sudán por la guerra rumbo a Egipto y en el Cairo aprendió a jugar al básquetbol de la mano de otro sudanés Manute Bol. Un tiempo después emigró con sus padres y hermanos a Brixton y en la Academia St. Mary’s, en Londres, se formó como jugador. Deng obtuvo una beca en Blair Academy. Más adelante, se comprometió con la Universidad de Duke. Y, en su única temporada con los Blue Devils, dejó en claro que iba a ser uno de los elegidos en la primera ronda del Draft 2004 de la NBA. Con 14 años de experiencia, dos All Star dejó su huella en en Chicago, en Cleveland, en Miami, en Los Angeles Lakers y en Minnesota Timberwolves.

Su hermano, Deng Deng, lo impulsó para aceptar el reto de formar un equipo que represente a Sudán del Sur, pero en los inicios no había dónde entrenarse, no contaban con recursos económicos, no tenían nada. Por eso recurrió a su amigo Royal Ivey, compañero en Blair Academy y quien le regaló sus primeras zapatillas en los Estados Unidos. Royal fue un jugador menos destacado, pero pasó por Atlanta, Milwaukee, Philadelphia y Oklahoma, antes de cerrar su carrera en China. Le ofreció el puesto de entrenador, pero sin salario y con la tarea de buscar jugadores sin liga propia y con la población del país esparcida por todo el planeta.

Tardaron en encontrar y en convencerlos, pero lograron reclutar a Carlik Jones, una de las estrellas del equipo, que nació en Cincinnati, Ohio, a Marial Shayok de Ottawa y a JT Thor, el único jugador NBA, que creció en Alaska. Todos ellos son hijos de sursudaneses. Son pocos los nacidos en el país, pero Khaman Maluach, de 17 años que nació en Rumbek, creció en Uganda, por la guerra entre 2013 y 2020, dejó en claro que su talento es gigante. Fue parte de la NBA Academy en Senegal y MVP del campamento Basketball Without Borders de 2023 en Sudáfrica, lo que despertó el interés de varias universidades y tras los Juegos se incorporará a la universidad de Duke.

Wenyen Gabriel, hace explotar el aro con una volcada increíble. (Photo by POOL / AFP)
Wenyen Gabriel, hace explotar el aro con una volcada increíble. (Photo by POOL / AFP) - Créditos: @-

“ Quiero ayudar al crecimiento del deporte, quiero usar el baloncesto para cambiar la narrativa y las historias de Sudán del Sur. Pero también encontrar una manera de atraer a la diferentes comunidades y que todos tengan inspiración por ello ”, decía Deng hace unas semanas, cuando Sudán del Sur le peleó mano a mano un partido al Team USA en la gira previa a Paría.

Rodeada por Sudán, Etiopía, Uganda, Kenia, la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, Sudán del Sur sacudió con ferocidad el parqué en Lille. “ No tenemos canchas de baloncesto cubiertas en nuestro país. Somos un grupo de refugiados que nos reunimos durante algunas semanas al año. Esto es algo muy grande para nosotros ”, contó Wenyen Gabriel hace un puñado de días.

Un paso resonante, una victoria que es más grande que el básquetbol. Es la confirmación de un proyecto creado a pulmón. Es la reivindicación de un grupo de muchachos que están muy encima de ser una “banda de refugiados”. Son la mejor expresión de Sudán del Sur.