Bajo la sombra de un superclub, el Paris FC intenta mejorar su juego
PARÍS — El contraste no podría ser más marcado. En una gélida tarde de sábado a principios de este año, dentro del Sébastien Charléty, un estadio de la era de la Segunda Guerra Mundial ubicado junto a una carretera, solo una cuarta parte de las gradas estaban ocupadas. Solo unos 3000 aficionados fueron a ver al Paris FC. Fue una asistencia tan reducida que, cuando el equipo local fue a agradecer su apoyo tras su victoria, los jugadores solo tuvieron que ir a una esquina del estadio. Las demás secciones ni siquiera estaban abiertas, dada la ínfima demanda de entradas.
Al día siguiente, el domingo, otro equipo de París saltó al campo y fanáticos de todo el mundo sintonizaron para verlo en acción. Este equipo de París, el proyecto multimillonario que conocemos de la Liga de Campeones, el que tiene todo el dinero, todo el glamur y todas las estrellas, viajó a Marsella para otro capítulo de la mayor rivalidad del fútbol francés. Allí, dio un paso más para acercarse a otro campeonato gracias a goles de Kylian Mbappé y Lionel Messi.
Esa enorme brecha entre los equipos es algo que los dueños del Paris FC están ansiosos por cerrar. Alegan que la región de París, con una población de más de 12 millones de habitantes, merece una rivalidad de liga de élite, del tipo que se da en ciudades europeas como Madrid, Milán, Londres y Lisboa.
Sin embargo, el Paris FC está descubriendo que el problema es que incluso con la cantera más grande de talentos del fútbol frente a sí y el respaldo de su propia realeza del golfo Pérsico, cerrar la brecha en una ciudad de un solo equipo es extremadamente difícil.
Segundo equipo
Sentado en un restaurante cerca de su casa en un elegante vecindario que alberga la tumba de Napoleón, Pierre Ferracci, el propietario mayoritario del Paris FC, reflexiona sobre por qué París —una de las grandes ciudades del mundo y productora de más talento futbolístico que prácticamente cualquier otra metrópolis en el mundo— tiene solo un equipo de primera división, el Paris Saint-Germain.
Ferracci, de 70 años, enumera un grupo de capitales europeas antes de pasar a otras grandes ciudades para subrayar el caso atípico que es París. Al final, menciona a Londres, a menos de tres horas de viaje en tren, que en la actualidad tiene tantos equipos jugando en la Liga Premier que Ferracci renuncia a nombrarlos a todos.
Ferracci explica el contraste entre Francia e Inglaterra (y Alemania, España e Italia) como un tipo de excepcionalismo francés. “Es cultural”, afirma Ferracci. “Estamos menos obsesionados con el fútbol que otros países”.
Ferracci sabe que la devoción por el deporte, al menos en París, no es profunda. “Aquí los seguidores vienen cuando hay éxito, cuando subimos los peldaños de la escalera”, dijo. “Dejan de venir cuando el equipo desciende”.
En las gradas del Charléty, los escasos seguidores parecen confirmar esa opinión mientras ofrecen diferentes motivaciones para su presencia. Zouber Hadj-Larbi, quien se describe a sí mismo como un hincha del PSG, dijo que había decidido asistir a su primer partido del Paris FC porque era una opción mucho más económica que una entrada para el equipo al que realmente apoya.
“También es mucho menos espectacular”, afirmó entre risas, mientras el equipo local luchaba por lograr un tiro a puerta. Otros en el público son turistas; unos cuantos dijeron que habían asistido a este juego solo porque el PSG estaba de viaje.
Cerca de allí, Laurent Pinet, parte de la pequeña cohorte de fanáticos habituales del Paris FC, se compadeció con un amigo sobre las dificultades del equipo para atraer seguidores. “Es más difícil ser un equipo de fútbol en París que en cualquier otro lugar”, dijo. “Necesitas tener resultados inmediatos para atraer al público”.
Ferracci, quien ha sido el propietario mayoritario del club durante 13 años, confía en que los fanáticos acudirán en mayor número si el equipo juega en la primera división, atraídos tanto por su éxito como por su nombre. “La gran oportunidad que tenemos”, afirmó, “es que tenemos un buen nombre: Paris FC”.
Ferracci admite que es poco probable que su club sea un verdadero rival del PSG, y definitivamente menos mientras su vecino sea financiado por Catar. Sin embargo, han trazado planes cuidadosos y deliberados para construir un equipo que finalmente pueda darles a los parisinos una segunda opción en la máxima categoría.
Ese plan depende de aprovechar un recurso que París tiene en abundancia: jóvenes futbolistas talentosos.
Adquisición temprana
Las ideas de Ferracci para revivir al Paris FC se cristalizaron tras una cena con el famoso entrenador francés Arsène Wenger, par de años después de que asumiera el control del club en 2008. Wenger usó datos concretos, anécdotas y una lista de jugadores profesionales que habían crecido en París y sus alrededores para fundamentar su argumento. En la actualidad, Ferracci hace lo mismo a menudo.
Según sus cálculos, el 13 por ciento de todos los futbolistas registrados en Francia son de París o sus suburbios y un asombroso 50 por ciento de los profesionales que se ganan la vida en las dos primeras divisiones de Francia crecieron en la capital o en su sombra. Esos jugadores pueblan no solo la selección nacional de Francia, sino muchas otras: Marruecos, Senegal, Túnez, Argelia. Por ejemplo, en la Copa del Mundo del año pasado, el Paris FC pudo rastrear a siete de sus propios exjugadores entre los participantes.
Sin embargo, estar cerca de los mejores jugadores no es suficiente, afirmó Jean Marc Nobilo, un entrenador con gran experiencia. Nobilo fue contratado hace dos años para dirigir la sección de desarrollo juvenil del Paris FC, y sabe que todos los grandes equipos de Europa ahora buscan jugadores en París.
La feroz competencia por ese talento significa que el Paris FC debe descubrirlo antes de que otros lo detecten. Las guerras de ofertas generalmente las ganan los equipos más ricos, gracias en parte a las reglas del fútbol francés que permiten a los clubes pagar comisiones —a veces hasta de 100.000 dólares— a los padres de niños talentosos.
Solo por meras razones económicas, afirmó Nobilo, “debemos estar enterados antes que los demás”.
Para garantizar que el Paris FC pueda hacer eso, Ferracci ha reclutado estrellas y ha conseguido dinero del golfo Pérsico. Lo primero llegó de la mano de una leyenda del Paris Saint-Germain, el mediocampista brasileño retirado Raí, quien fue contratado para ser embajador del club y la conexión con la otra gran cuenca del fútbol, São Paulo.
El dinero que tanto necesitaba llegó gracias a una inversión de los gobernantes de Baréin, el emirato del golfo Pérsico que hace tres años se convirtió en propietario minoritario del Paris FC.
Ceder participaciones a socios extranjeros —además de los bahreiníes, también hay accionistas del Paris FC estadounidenses y armenios, así como un grupo de la India— ha sido algo agridulce para Ferracci. El dinero ha ayudado a financiar una remodelación multimillonaria de las instalaciones de entrenamiento del club, ubicadas en las afueras de París, cerca del aeropuerto de Orly, y ha ayudado al equipo a invertir en nuevos talentos y al personal a encontrar más.
Ferracci está decidido a mantener el control de su equipo durante todo el tiempo que pueda.
“Hoy todavía quiero que la mayoría del capital esté en manos locales, que la mayoría siga siendo francesa y nacional”, afirmó. "¿Por qué? Porque si seguimos así, todos los clubes de las dos ligas principales estarán en manos de inversores extranjeros, y no creo que eso sea algo bueno”.
Por el momento, Ferracci se está centrando en lo que sus inversores —y su plan— le han permitido perseguir: el sueño de crear la mejor escuela para la transición profesional del fútbol francés. Las nuevas instalaciones, la oportunidad de jugar cerca de casa y la capacidad de ofrecerles a los jóvenes una oportunidad más temprana en un equipo de fútbol profesional le dan al Paris FC la oportunidad de luchar por cumplir su objetivo de llenar al menos un tercio de su plantilla con talento local. Cinco jugadores de la actual plantilla del Paris FC llegaron a través de sus categorías inferiores. Pero necesita aún más.
La forma en que maneje esos reclutas y los otros jugadores que lleguen determinará el éxito de su proyecto. El Paris FC atraviesa actualmente otro año accidentado en la mitad de la tabla de posiciones de la segunda división. Eso significa que codearse con el PSG, incluso como molestia menor en lugar de verdadero rival, tendrá que esperar al menos otro año.
“Por ahora, están al tanto de nuestra existencia”, dijo Pinet, uno de los aficionados habituales del equipo. “Ya después hablaremos de rivalidad".
c.2023 The New York Times Company