Primarias en EE.UU.: Donald Trump se fue de New Hampshire coronado como líder de los republicanos
WASHINGTON.- Desde que Donald Trump bajó la escalera mecánica en la Trump Tower, en Manhattan, lanzó su primera campaña presidencial y se adueñó del Partido Republicano, un interrogante ha acompañado su carrera política: ¿quién podrá plantearle un desafío real, y arrebatarle ese liderazgo? Detrás de esa pregunta aparece una disputa, que ha signado a la política norteamericana durante los últimos años, entre Trump, un outsider que logró forjar su propio movimiento político, y el ala tradicional de los republicanos, que observa su dominio con espanto. La elección primaria de New Hampshire, la segunda cita del calendario electoral hacia las elecciones presidenciales de noviembre, era el último campo de batalla de esa pelea.
Y Trump, una vez más, salió victorioso.
Aunque el margen de victoria de Trump en New Hampshire fue más estrecho del que anticipaban las encuestas, y menor al q 2016, Trump capturó por segunda vez este año más del 50% de los votos, y le sacó más de 10 puntos a su única rival de peso, Nikki Haley. La agencia de noticias AP le dio la victoria apenas cerró la votación.
Trump revalidó en las dos primeras elecciones, Iowa y New Hampshire, su supremacia política. Volvió a barrer a sus rivales. En 2016, Trump se impuso a 16 figuras del partido republicano, incluidos nombres ilustres, como Jeb Bush, figuras relativamente nuevas, como Ted Cruz, Marco Rubio o Chris Christie, y gobernadores con elogiadas gestiones como Scott Walker, de Wisconsin, o John Kasich, de Ohio. Falto de reflejos y aturdido por la arremetida de Trump, el establishment –líderes partidarios, donantes, empresarios– reaccionó demasiado tarde, y Trump se abrió paso a la Casa Blanca. Este año, Trump despejó el camino mucho antes: llegó a Iowa con solo dos oponentes reales, Ron DeSantis y Nikki Haley –únicos sobrevivientes del lote inicial de 13 candidatos rivales de Trump–, y este martes, ya sin DeSantis en la carrera, se fue de New Hampshire virtualmente consagrado como líder republicano y futuro candidato presidencial.
Aun antes de la votación, Trump se jactó en su cierre de su campaña de New Hampshire de haber arrasado con el resto de los candidatos, y dijo que le quedaban sólo “dos personas”, en referencia a Haley y el presidente, Joe Biden, para llegar a la Casa Blanca.
“Ahora es el momento para que se una el Partido Republicano. Tenemos que unirnos”, arengó a su multitud.
A diferencia de lo que ocurrió en 2016, este año los republicanos moderados se movieron rápido para consolidar el respaldo del ala tradicional detrás de un solo candidato. No alcanzó. La fallida campaña de DeSantis dejó ese papel en manos de Nikki Haley, la última rival en pie. Pero al final esa movida sólo parece haber servido para reafirmar el liderazgo indiscutido de Trump, quien, tal como ocurrió en Iowa, capturó la mayoría de los votos en New Hampshire.
El arrollador avance de Trump a la candidatura presidencial tiene un aliciente. Esta vez, Trump logró imponerse con una enorme autoridad a pesar de enfrentar 91 acusaciones formales por delitos en cuatro causas judiciales, incluidas una por incitar el ataque al Congreso del 6 de enero de 2021, y otra por haber intentado revertir su derrota ante el presidente Joe Biden en la elección presidencial de 2020, y de haber llevado al Grand Old Party a derrotas en las elecciones de 2018 y 2020, y a obtener un resultado mucho peor al esperado en 2022.
El continuo dominio de Trump vuelve a hacer añicos las esperanzas de los republicanos moderados, tradicionales que quieren que el partido regrese a sus carriles de antaño y se aleje de la impronta que impuso Trump bajo el lema Make America Great Again.
Hubo quienes al inicio de la interna imaginaron un “trumpismo sin Trump” con DeSantis, pero su campaña implosionó presa de su propia mala praxis y de sus propias falencias como candidato.
Haley continúa
Pese a luchar en solitario con todo en contra, Haley prometía seguir, aun en la derrota. Una lectura en New Hampshire le daba aliento: entre los votantes independientes, Haley duplicó los votos de Trump, según una encuesta en boca de urna de CNN. Una señal de alarma para Trump en noviembre.
“Esta carrera está lejos de terminar. Quedan docenas de estados por recorrer y el siguiente es mi dulce estado de Carolina del Sur”, dijo la candidata luego de la elección.
Fue el mismo mensaje que había dejado antes de la votación.
“No iré a ninguna lado. Hay que tener en cuenta que obtuvo 56.000 votos en un estado de tres millones. ¿Es eso lo que vamos a decir que decide en el país? Sé que las élites políticas dicen que debemos encolumnarnos detrás de él. Esto no es una coronación, esto es una democracia”, sostuvo Haley en su último día de campaña en New Hampshire, antes de la votación, en una entrevista con Fox News. “Voy a luchar pase lo que pase”, insistió.
I’ve got bad news for the political establishment: I’m not going anywhere…except to my sweet South Carolina. We’re not going to let them coronate Donald Trump when 48 states haven’t voted. #BringIt pic.twitter.com/lNfVjjL0E9
— Nikki Haley (@NikkiHaley) January 24, 2024
Pero, más allá de la determinación que mostró Haley, el mensaje de las urnas y de las encuestas ratifica que el Partido Republicano sigue siendo el partido de Donald Trump, y que el idilio con sus votantes, pese a todo, está intacto.
“Mi antiguo partido es una secta, Trump es el líder de la secta, esta nominación siempre iba a ser suya. Nunca fue una competencia”, dijo este martes en Twitter, ahora X, un excongresista republicano, Joe Walsh, quien dejó el partido durante la pandemia hastiado de la mutación que sufrió bajo Trump. Walsh, como otros, predijo antes de que se contara un solo voto en New Hampshire que Haley dejaría la interna luego de sufrir otra derrota, tal como ocurrió con DeSantis luego de Iowa.
Resignada ante la certeza de que Trump será otra vez el estandarte del partido de Abraham Lincoln, la vieja guardia republicana se enfrenta otra vez al mismo dilema de 2020, mientras intenta encontrar la forma para recuperar el partido de Abraham Lincoln: si votar o no por el candidato del Partido Demócrata, el presidente Joe Biden.
Una de las figuras que se enfrentó recientemente a esa pregunta fue Liz Cheney, otro nombre ilustre del Partido Republicano, quien terminó desterrada del Congreso por enfrentarse abiertamente con Trump. Cheney ha dicho que un voto por Trump es un voto contra la constitución, y que la próxima elección bien puede convertirse en la última elección en la cual la gente vote.
“Nunca votaré por Donald Trump”, dijo Cheney en el programa The View, sin responder si votaría por Biden, aunque dejando la puerta abierta para hacerlo: “Estoy en desacuerdo con muchas de las políticas de Joe Biden. Podemos sobrevivir malas políticas. No podemos sobrevivir incendiar la constitución”, completó.