Opinión: El imperdonable silencio sobre Sudán

LOS GRUPOS DE AYUDA HAN DECLARADO QUE SUDÁN ES EL ESCENARIO DE LA PEOR CRISIS HUMANITARIA DEL MUNDO. PERO EL SUFRIMIENTO DEL PUEBLO SUDANÉS HA RECIBIDO POCA ATENCIÓN O AYUDA.

Silencio. En septiembre pasado, cuando visité un hospital improvisado en Adré, Chad, donde jóvenes refugiados sudaneses recibían tratamiento por desnutrición aguda, eso fue todo lo que oí: un silencio espeluznante.

Había intentado prepararme para los lamentos de los niños enfermos y desnutridos, pero estos pacientes estaban demasiado débiles incluso para llorar. Aquel día vi a un bebé de 6 meses que tenía el tamaño de un recién nacido y a un niño con los tobillos hinchados y el cuerpo lleno de ampollas a causa de una grave desnutrición.

Era una experiencia horrible y al mismo tiempo trágicamente familiar.

Veinte años antes había visitado la misma ciudad y me había reunido con refugiados sudaneses que huían de la violencia en Darfur, donde los yanyauid, con el respaldo del brutal régimen autoritario de Omar al Bashir, llevaron a cabo una campaña genocida de asesinatos en masa, violaciones y saqueos.

Hoy, la guerra civil ha vuelto a convertir Sudán en un infierno. Pero incluso después de que grupos de ayuda designaron la crisis humanitaria del país como una de las peores del mundo, se ha prestado poca atención o ayuda al pueblo sudanés.

Llevo casi un año presionando al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que haga un pronunciamiento. El 8 de marzo, el consejo por fin pidió el cese inmediato de las hostilidades. Es un paso positivo, pero no suficiente, y no cambia el hecho de que la comunidad internacional y los medios de comunicación hayan permanecido en silencio.

El silencio y la inacción del mundo deben terminar y deben terminar ya.

Lo primero que debemos hacer es aumentar la ayuda humanitaria para los sudaneses más vulnerables. Dieciocho millones de sudaneses padecen hambre aguda y se avecina una hambruna. Casi ocho millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en lo que se ha convertido en la mayor crisis de desplazamiento interno del mundo. Enfermedades prevenibles como el sarampión y el cólera se han extendido.

Desde el comienzo de este conflicto, los trabajadores humanitarios han estado sobre el terreno, a menudo arriesgando sus vidas para salvar otras, pero los combatientes de ambos bandos de la guerra socavan de manera deliberada su labor. Las Fuerzas Armadas de Sudán han impedido el principal paso de ayuda humanitaria desde Chad a Darfur y miembros de las Fuerzas de Apoyo Rápido, sus rivales, saquean los almacenes humanitarios.

Los líderes regionales y mundiales deben exigir de manera inequívoca y pública que las partes en conflicto respeten el derecho internacional humanitario y faciliten el acceso de la ayuda humanitaria. Si las partes no escuchan, el Consejo de Seguridad debe tomar medidas rápidas para garantizar la entrega y distribución de la ayuda que salva vidas. El consejo debe considerar todas las herramientas a su disposición, incluida la autorización para que la ayuda pase de Chad y Sudán del Sur a Sudán, como han hecho las Naciones Unidas con los flujos transfronterizos de ayuda a Siria. Estados Unidos está dispuesto a ayudar a liderar esta iniciativa.

También creemos que las Naciones Unidas deberían nombrar a un alto funcionario humanitario fuera de Sudán para abogar por el acceso humanitario, ampliar las iniciativas de ayuda y movilizar a los donantes internacionales. El Programa Mundial de Alimentos advirtió que, a menos que lleguen nuevos fondos, se verá obligado a suspender la ayuda alimentaria a cientos de miles de refugiados sudaneses en Chad a partir del mes próximo. Solo una pequeña parte del llamado humanitario de la ONU para Sudán se ha cumplido hasta ahora. Esto es inaceptable. Estados Unidos es el mayor donante individual a ambas iniciativas. Ahora es necesario que otros países den un paso adelante.

La comunidad internacional también debe exigir la protección de civiles y la búsqueda de la justicia para las víctimas de crímenes de guerra.

En el Informe sobre la Ley Elie Wiesel de 2023, el gobierno de Biden advirtió acerca de los continuos reportes sobre abusos a gran escala de los derechos humanos en Sudán. Y en diciembre, el secretario de Estado Antony Blinken determinó que combatientes de ambos bandos habían cometido crímenes de guerra y que miembros de las Fuerzas de Apoyo Rápido y grupos paramilitares aliados habían cometido crímenes contra la humanidad y limpieza étnica.

El mes pasado, fuando visité la frontera sudanesa, anuncié sanciones estadounidenses a los líderes de los grupos paramilitares que cometieron abusos contra civiles, incluida la violencia sexual relacionada con el conflicto y los asesinatos por motivos étnicos. Desde entonces, hemos emitido varias rondas más de sanciones selectivas.

Debemos romper el ciclo de impunidad. Debemos exigir que rindan cuentas los responsables de los horrores que se están produciendo ante nuestros ojos, horrores que están documentados, con espantoso detalle, en un informe de las Naciones Unidas que se dio a conocer hace poco. Los investigadores descubrieron que mujeres y niñas, algunas de apenas 14 años, han sido violadas con brutalidad por integrantes de las Fuerzas de Apoyo Rápido, que los francotiradores del grupo han atacado de manera indiscriminada a civiles y que pueblos enteros han sido incendiados y sus habitantes masacrados, entre otras atrocidades. A fines del año pasado, según el informe, más de 1000 masalit y otras minorías no árabes fueron masacrados en Ardamata, un pueblo de Darfur Occidental.

Todos debemos respaldar la investigación en curso de la Corte Penal Internacional sobre las denuncias de crímenes de guerra en la región, las iniciativas locales e internacionales de documentación y otras acciones de rendición de cuentas.

Por último, necesitamos hacer todo lo que esté en nuestro poder para detener los combates y devolver a Sudán a la senda de la democracia.

En este momento, un puñado de potencias regionales están enviando armas a Sudán. Este apoyo exterior está prolongando el conflicto y facilitando las atrocidades que se están cometiendo en Darfur Occidental, incluidas masacres que recuerdan al genocidio de 2004. El Consejo de Seguridad ha dejado claro que estas transferencias ilegales de armas, que violan el embargo de armas de la ONU, deben cesar.

Este conflicto no se resolverá en el campo de batalla. Se resolverá en la mesa de negociaciones. Quienes tienen influencia, en particular la Unión Africana y los líderes de África Oriental y el Golfo Pérsico, deben encaminar a las partes beligerantes hacia la paz.

El gobierno de Biden sigue apoyando estas labores diplomáticas. Apenas el mes pasado, el secretario Blinken nombró a Tom Perriello, con gran experiencia en la región, enviado especial de Estados Unidos a Sudán.

Estados Unidos está trabajando para unir a los actores relevantes en torno al objetivo común de evitar la desintegración de Sudán, lo cual avivaría la inestabilidad en todo el Cuerno de África y la región del Mar Rojo. También estamos trabajando con valientes líderes comunitarios para impulsar un futuro mejor, en el que el pueblo sudanés pueda materializar sus aspiraciones de un gobierno civil elegido democráticamente.

A través de los sonidos de los disparos y los bombardeos, el pueblo de Sudán ha oído nuestro silencio. Preguntan por qué los hemos abandonado, por qué los hemos dejado en el olvido.

La comunidad internacional debe, por fin, alzar la voz y trabajar unida para poner fin a este conflicto sin sentido.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2024 The New York Times Company