Opinión: El clima está cambiando y los Juegos Olímpicos también deben hacerlo

LOS ORGANIZADORES TIENEN QUE REDUCIR LA HUELLA DE CARBONO DEL EVENTO.

Los organizadores de los Juegos Olímpicos de París superaron a sus predecesores en su intento de hacer de estas Olimpiadas las más sustentables que se han visto en las décadas transcurridas desde que el cambio climático se convirtió en tema de preocupación. Pero ahora que un estimado de once millones de turistas están reunidos en la Ciudad de la Luz para el evento, incluyendo 1,5 millones de extranjeros, el ecologismo de los Juegos Olímpicos es menor.

Por el lado positivo, los organizadores se han tomado en serio las iniciativas para reducir las emisiones de carbono. Midieron la huella de carbono prevista de las Olimpiadas, redujeron las emisiones mediante métodos de eficiencia energética, limitaron la construcción de nuevos recintos utilizando instalaciones ya existentes, agregaron carriles para bicicletas, minimizaron el uso de generadores accionados por combustible y utilizaron productos elaborados con procesos sustentables para las medallas, los podios y la mayoría de los materiales del evento.

Quizá lo más importante es que han hablado de sus labores de sustentabilidad en todo momento, han destacado detalles poco atractivos y han aumentado la conciencia pública sobre problemas ambientales como la contaminación del aire y el calor extremo en Francia, y en otras partes del mundo.

Aun así, los visitantes internacionales contribuyen en gran medida al impacto ambiental general de los Juegos Olímpicos. Los organizadores de los Juegos de Verano de Río de Janeiro 2016 predijeron que poco más de la mitad de las emisiones de carbono provendrían de los espectadores. De esa cantidad, se previó que el 80 por ciento sería generado por los visitantes internacionales que viajaban hacia y desde la sede. Los organizadores vieron una baja posibilidad de reducir esas emisiones, y declararon que tendrían que compensarlas en otras áreas de la preparación y celebración de los eventos.

¿Qué más se puede hacer? Si el mundo realmente quiere reducir las emisiones de carbono, los Juegos Olímpicos, al igual que muchas otras actividades, tendrán que cambiar todavía más. Jules Boykoff, quien ha escrito muchos textos sobre las Olimpiadas argumentó con justa razón en la revista Scientific American que “los Juegos necesitan reducir su escala, limitar el número de turistas que viajan de lugares lejanos, ecologizar a fondo sus enormes cadenas de suministro y abrir sus libros de contabilidad ecológica para rendir cuentas de buena fe”.

Las labores de sustentabilidad en París no estuvieron exentas de complicaciones. Está programado que un maratón de natación y la porción de nado del triatlón se disputen en el Sena. Pero, aunque las autoridades francesas invirtieron 1400 millones de euros en tratar de limpiar el río, obtuvieron resultados mixtos: los análisis del agua realizados en junio todavía arrojaban altos niveles de “E. coli”. Esas cifras mejoraron y rozaron el umbral de seguridad para nadar a finales de junio y principios de este mes. Hace poco, Anne Hidalgo, alcaldesa de París, nadó en el río tras haber cancelado otro chapuzón anterior debido a los altos niveles de bacterias. Su nado fue prometedor, pero una sola precipitación intensa podría traer más contaminantes al río y revertir gran parte de los avances que celebró la alcaldesa.

Los organizadores de los Juegos en París también renunciaron a su ambición de prescindir del aire acondicionado convencional en la Villa Olímpica, pues ya instalaron unas 2500 unidades temporales de aire acondicionado. Los organizadores tenían la esperanza de que se usara un sistema de climatización geotérmica que, según dijeron, mantendría las habitaciones al menos once grados por debajo de la temperatura en exteriores. Se esperaba que esa tecnología, que consiste en un sistema de tuberías que bombea agua fría por debajo del suelo de la villa, redujera un 45 por ciento de la huella de carbono del evento, en comparación con los sistemas tradicionales de aire acondicionado.

Durante años, los organizadores prometieron que estos Juegos Olímpicos serían de “clima positivo”. Es bastante dudoso que cualquier versión de las Olimpiadas pueda empezar a contemplar siquiera la neutralidad de carbono mientras millones de turistas sigan viajando a la ciudad anfitriona, muchos por avión, solo para consumir productos y generar desechos a su llegada.

En ediciones pasadas de los Juegos Olímpicos, los boletos se vendían primero a los residentes de la sede, lo cual dejaba pocos disponibles para los extranjeros. En París, los boletos estuvieron disponibles en una plataforma central que le permitió a gente de todo el mundo comprarlos al mismo tiempo, lo cual quizá aumentó el número de visitantes internacionales que volaron a París en comparación con ediciones anteriores.

La última vez que Francia fue anfitriona de los Juegos Olímpicos de Invierno, en Albertville 1992, la ciudad montañosa se reconfiguró para los eventos de esquí. Como lo describió en aquel entonces un funcionario alemán del deporte: “Están reconstruyendo los Alpes porque el buen Dios obviamente no era esquiador”. Esto derivó en “la destrucción del mismo entorno que el evento pretendía honrar y celebrar”, según un ensayo escrito por un colaborador invitado de The New York Times.

Está previsto que esa región sea anfitriona de nuevo de los Juegos de Invierno en 2030, y se espera que las montañas estén más protegidas. Eso será importante para los años posteriores al evento, ya que Albertville es una de tan solo doce de las 21 ciudades que ya fueron anfitrionas donde se pronostica que hará suficiente frío como para que se puedan celebrar los Juegos Olímpicos de Invierno en 2070, si el mundo no reduce de manera significativa sus emisiones de carbono.

El cambio climático está causando estragos desde ahora. Los Juegos Olímpicos de Verano de Tokio 2020 fueron los más calurosos de la historia. En los Juegos de Invierno de Pekín 2022, las condiciones meteorológicas cálidas y secas obligaron a los organizadores a recurrir en todo momento a nieve artificial. El verano pasado, en el año más caliente del que se tiene registro a nivel mundial, más de 5000 personas murieron en Francia a lo largo de cuatro olas de calor. Pero se espera que haya un alivio temporal del verano pasado en las próximas semanas en París. No se prevé que las temperaturas rebasen los 32 grados Celsius durante las dos semanas del evento deportivo, según el pronóstico de AccuWeather.

De cualquier modo, el tiempo, o más bien, el clima, sigue siendo un reto de largo alcance. Julie Duffus, gerente principal de sustentabilidad del Comité Olímpico Internacional, declaró en una conferencia deportiva en 2022 que preveía que, para 2030, disminuiría la participación de países hasta un veinte por ciento en comparación con la cifra actual.

En algunas partes del mundo, suele hacer demasiado calor como para jugar o entrenar en exteriores. En otras, las tormentas, inundaciones, sequías o incendios recurrentes reducen las oportunidades para jugar o cambian los índices de participación. En algunos lugares, sobre todo en naciones insulares y países que pasan por la línea ecuatorial, los daños derivados del clima socavan los presupuestos públicos, pues absorben los fondos que, de otra forma, se habrían destinado a un equipo nacional olímpico.

Gracias a la televisión y a las redes sociales, quienes vivimos lejos de la ciudad anfitriona podemos seguir las competencias en tiempo real sin tener que viajar allá. Las Olimpiadas de Tokio 2020, que en realidad se celebraron en 2021, y las de Pekín 2022 no recibieron espectadores internacionales debido a la pandemia. Como resultado, el planeta se vio favorecido.

En los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, los organizadores afirmaron que una porción “significativa” de las emisiones de los espectadores, incluidas las generadas por los viajes, se compensó con la plantación de árboles, y los organizadores de París esperan compensar las emisiones de manera similar con proyectos de reforestación y energía renovable. Sin embargo, estas compensaciones no son una panacea.

Pese a todas las labores para reducir la huella de carbono de las Olimpiadas en París, y vaya que han sido considerables, se debe replantear la propia magnitud de los Juegos Olímpicos futuros. Un evento de menor escala no resolvería todos los problemas, pero sí haría más sustentable esta celebración deportiva.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2024 The New York Times Company