Nadal y Wimbledon, el mejor partido de siempre y un techo que nunca debió cerrarse
Manuel Sánchez Gómez
Londres, 10 oct (EFE).- John McEnroe asistía perplejo desde la cabina de retransmisión de la BBC a lo que estaba pasando en la pista central de Wimbledon la tarde del 6 de julio de 2008. 'Big Mac' sabía de lo que hablaba al decir que el partido que estaba viendo era "el mejor de la historia", porque él había tenido el honor de ostentar ese "récord honorífico" desde que se midiera a Bjorn Borg en la final de Wimbledon en 1980.
A un lado estaba Federer, campeón de las últimas cinco ediciones, envuelto en un manto blanco, pincelado con toques dorados, al otro ese Rafael Nadal 'vintage', con pelo largo, camiseta sin mangas y pantalones piratas. Aspirante los dos últimos años, cercando el terreno con el suizo, que en la final de 2006 había perdido un set y en la de 2007, dos.
"No tengo ninguna duda de que ese fue el mejor partido de la historia", certificó McEnroe tras las 4 horas y 48 minutos que duró aquella final y que comenzó con el gran Manolo Santana saludando a ambos jugadores en la pista central de Wimbledon.
TODO COMENZÓ EN ROLAND GARROS
Pero marcar el inicio de ese encuentro en las 14:30 horas del 6 de julio de 2008, es un craso error. Esa final se empezó a jugar y a decidirse un mes antes, en la tierra batida de Roland Garros, cuando Nadal destrozó a Federer por 6-1, 6-3 y 6-0. Su mejor victoria en una final de Grand Slam y la mayor derrota del suizo en una. El balear, tras tres años en el segundo puesto del ránking, estaba a punto de superarle en el trono y París fue solo el principio de un verano mágico en el que Nadal conquistó todo.
Federer, que no perdió ni un solo set hasta la final, sabía que ya no tenía margen de error y que la oportunidad de ser el único hombre en la historia en ganar seis Wimbledon seguidos, algo que ni Borg consiguió, iba a ser la última.
Nadal, a diferencia de los años anteriores, ganó el primer set por 6-4 y remontó el segundo desde el 1-4. Tenía dos sets de ventaja, 6-4 y 6-4, contra el hombre que perseguía el récord de 14 Grand Slams de Sampras y el mayor dominador de la hierba desde el estadounidense.
Y comenzó a llover. El partido se suspendió en el tercer set, con 5-4 para Federer, y después de reanudarse tras una hora y veinte minutos de parón, el suizo ganó el 'tie break' para recortar distancias.
En el desempate del cuarto, Nadal tuvo su primera pelota de campeonato, tras un 'passing shot' a la carrera de Federer. El número uno, con la corona casi en el suelo, respondió con otro 'passing shot' de revés para igualar el 'tie break' y a la postre el partido. Fueron los dos mejores golpes del torneo y se jugaron de forma consecutiva y con el título en juego.
LLUVIA, OSCURIDAD Y CAMPEÓN
Cuando se volvió a suspender el partido, cerca de las 20:00 de Londres, parecía prácticamente imposible que el partido se acabara. Cabe recordar que el techo retráctil de la pista central no se instaló hasta 2009, un año después.
Con la oscuridad comiéndose la hierba y la única iluminación de los 'flashes' de los fotógrafos, Nadal inclinó a Federer por 9-7 a las 21:15 horas. Pascal Maria, el juez de silla del partido, avisó con 7-7 que si el partido no acababa en los próximos dos juegos, la final se reanudaría el lunes.
A un joven Nadal de 15 años, campeón de 14 Roland Garros en el futuro, le preguntaron en Tele Vigo qué torneo preferiría ganar: "Wimbledon", dijo el balear, que acababa de convertir su sueño tras una derecha a la red de Federer.
Dos años después, Nadal repitió hazaña, pero con algo menos de épica, al verse no con Federer en la final, sino con el endeble Thomas Berdych, gran jugador, pero sin las hechuras de campeón de Grand Slam.
EL TECHO QUE NUNCA DEBIÓ CERRARSE
Desde 2010, se sucedieron las decepciones. La final perdida en 2011 contra Novak Djokvic, las inesperadas derrotas contra Lukas Rosol, Steve Darcis, Nick Kyrgios, Demiifnustin Brown y Gilles Muller en 2012, 2013, 2014, 2015 y 2017, además de la baja por lesión en 2016.
Un camino que anticipaba que Nadal nunca volvería a ganar en el All England Club. Hasta 2018, el año que el título era suyo.
Tras su milagrosa vuelta al circuito en 2017, repartiéndose los Grand Slams con Federer, Nadal machacó a Juan Martín del Potro en cuartos de final para clasificarse para unas semifinales en la Catedral por primera vez desde 2011. Enfrente, Djokovic, ya todo un especialista en la superficie.
Y no fue el serbio quien le derrotó, fue Wimbledon. La organización programó primero el partido entre Kevin Anderson y John Isner, la otra semifinal. Ambas tenían que jugarse en la pista central, donde el reloj no empieza a correr hasta las 13:00.
Esa semifinal, que en cierto modo cambió la historia del deporte, duró casi siete horas, imposibilitando que la posterior, entre Nadal y Djokovic, se acabara el viernes, ya que existe un toque de queda a las 23:00 para no molestar a los vecinos del barrio. Cosas de Wimbledon.
Debido a la oscuridad, la semifinal entre el español y el serbio comenzó con el techo cerrado, las peores condiciones para Nadal, que solo ha ganado dos títulos en su carrera así, en Madrid 2005 y en Sao Paulo 2013.
Una hora antes de la medianoche, el partido se paró, como estaba previsto, con Djokovic 2-1 en sets. Y aquí comenzó el lío.
A la mañana siguiente, la organización decidió que, pese a que lucía el sol en Londres, el partido se jugaría con el techo cerrado. El equipo de Nadal y los periodistas acreditados rebuscaron entre las normas del torneo la regulación que Wimbledon citaba "un partido debe continuar en las mismas condiciones en las que se suspendió". La regla no existía y de hecho, al año siguiente se introdujo una nueva. Si se puede jugar sin techo, se jugará sin techo. "Es un torneo 'outdoor'", recordó Nadal, que perdió ante Djokovic tras cinco horas y quince minutos de partido y por 10-8 en el set final. Además del contratiempo del techo, Nadal tuvo un problema terrible con los puntos de 'break' aquel día y solo convirtió 4 de 11.
Tanto Djokovic como Nadal sabían que en la final esperaba un Anderson completamente rendido tras la batalla con Isner. No hubo ni pelea y Djokovic ganó su primer Grand Slam en tres años. Fue el punto de reflexión de lo que el serbio es hoy en día.
Nadal, consciente de que nunca había estado tan cerca el tercer Wimbledon, volvió a las semifinales del torneo el año posterior, perdiendo en un mal partido ante Federer, y también en 2022, cuando, pese a una rotura abdominal, ganó a Taylor Fritz en cuartos de final y no se presentó a las semifinales contra Nick Kyrgios. Fue el principio del fin.
Ese año, Nadal, antes de irse de Londres, fue despidiéndose uno por uno de todos los trabajadores del All England Club que le habían ayudado durante su estancia. Un mensaje de adiós porque el manacorense sabía probablemente que su vuelta al torneo sería ya en calidad de retirado.
(c) Agencia EFE