Mundial 2022. Qué soñaban los argentinos campeones del mundo en su infancia y el recuerdo eterno de Diego Maradona
“Mis sueños son dos. Mi primer sueño es jugar en el Mundial. Y el segundo es ser campeón de octava y lo que sigue del campeonato éste”.
Aquella frase que un joven Diego Maradona decía ante las cámaras de TV en 1973 (y que luego la TV editó para que parezca que el segundo sueño del pequeño ídolo fuese alzar la Copa, cuando en realidad quería ganar todo lo posible con Argentinos Juniors) encierra la realidad de la enorme mayoría de los futbolistas del mundo.
Cualquier chico que enfoca su adolescencia en intentar ser futbolista profesional tiene dos grandes sueños. El primero es llegar a primera división y consolidarse. Y el siguiente es jugar un Mundial. Representar al país donde esa persona nació. Pero hay un escalón más, donde apenas han llegado unos pocos elegidos: la gloria de ser campeón del mundo. Apenas 43 futbolistas argentinos tuvieron esa dicha. Los primeros tuvieron el plus de coronarse ante su público, en el Mundial de Argentina 1978, y ocho años más tarde, otro plantel alcanzó la gloria en México 1986. Ellos fueron, son y serán, al menos hasta el momento, los únicos que en nuestro país pueden tocar el trofeo más preciado. De los pocos que, como alguna vez resumió Diego Armando Maradona, saben cuánto pesa la Copa del mundo.
Como ocurre cada cuatro años, cuando el Trophy Tour, organizado por uno de los principales sponsors de la FIFA, trae a la Argentina ese imán de 6,175 kg de oro macizo 18 kilates y sólo 36,8 centímetros de altura, ellos vuelven a mirarlo, a alzarlo y a emocionarse como la primera vez.
En diálogo con LA NACION, varios de ellos compartieron aquellos primeros sueños y su primera relación con la historia de los Mundiales, mucho antes de sumarse y ser parte eterna de ella.
“La ilusión de jugar un Mundial la tuve desde chiquito. Después, hay que llegar. Es muy duro y es día a día: llegar a ser titular en tu club, ganarte un lugar y defenderlo. Es una pelea constante”, comparte Omar Larrosa.
Ante la consulta sobre el primer mundial que recuerde, uno de los emblemas del Huracán campeón del Metropolitano 1973 repasa: “El primero que se me viene a la cabeza es el de Chile 62. Lo escuchaba por radio. Jugaban Antonio Rattín, Federico Sacchi, Silvio Marzolini, Daniel Onega, Luis Artime. Recuerdo muchísimo ese equipo. Jugaba muy bien. En el 66, Argentina hizo un gran papel hasta que quedó afuera contra Inglaterra, el local, la tarde que expulsaron al Rata. En el 69 nos quedamos afuera del Mundial de México. En el 74 me quedé con las ganas de ir como jugador porque había hecho una buena campaña con Huracán, y había sido goleador de ese equipo campeón del 73. César Menotti me decía: ‘No entiendo cómo no te llevan a vos’. Y en el 78 tuve la suerte de estar y lograr ese objetivo que tenía en mente desde chiquito. Valió la pena el esfuerzo”.
“Jamás me imaginé jugar un Mundial”, confiesa Carlos Tapia. Y agrega, aún incrédulo: “De hecho yo debuté a los 17 años en 1981, y cinco años después estaba jugando al lado de Maradona en la selección, entré contra Corea del Sur y con Inglaterra, en el que tiro esa doble pared para un remate que pega en el palo, y terminamos levantando la Copa. Es algo inolvidable e inimaginable”. Sobre su primer recuerdo de un Mundial, el Chino no duda: “El del 74. ¡Lo que jugaba Holanda! ¡Qué equipazo! Y el del 78, sin dudas.
El que supo destacarse como volante creativo en las inferiores de River y luego tener cuatro ciclos muy recordados en Boca, comparte su alegría cada vez que se reencuentra con sus compañeros.
“Vivo con una alegría muy linda estos encuentros cada cuatro años, con la Copa de por medio. Es volver a verme con amigos, con compañeros del Mundial 86, con los muchachos del 78, que eran nuestros ídolos cuando éramos chicos. Aunque somos un grupo muy unido. Hemos sacado el vino de los campeones: Héroes y La Final, y estamos en contacto permanente”, comparte Tapia con emoción. Y deja un deseo: “Ojalá que estos chicos, después de sacarse la mochila al ganar la Copa América en Brasil, puedan traer la tercera estrella que tanto deseamos todos”.
Alberto Tarantini luce una silueta impecable, que se evidencia detrás de una remera blanca pegada al cuerpo. Ni de casualidad aparenta los 66 años que asegura tener, de acuerdo a su DNI. “Fui un jugador que disfrutó siempre y lo dio todo. Siempre salí vacío de una cancha. Di todo para que las cosas salgan bien y me quedo con eso”, resume el Conejo para que las nuevas generaciones al menos imaginen cómo fue como futbolista.
El defensor es uno de los primeros 22 argentinos campeones del mundo. “La presión de Jugar de local el Mundial 78 fue inmensa: pero lo que nos dio la gente fue el motor que todo jugador necesita para poder ganar la copa del mundo”, afirma. Tarantini destaca el Mundial de México 70 entre sus primeros recuerdo vinculados a esta competencia que cada cuatro años paraliza al mundo. “El último campeonato de Pelé, con un equipazo de Brasil”. Sobre sus sueños mundialistas, afirma: “El sueño de jugar un Mundial comenzó cuando empecé a los 12 años en Boca. Ahí ya tenía en la cabeza el foco de intentar llegar a un Mundial. Y lo conseguí, con la enorme satisfacción de además lograr el título en casa. Fue y es muy emocionante”.
“Yo siempre imaginé y soñé jugar un mundial y hacer un gol en la final. Y se me dio”, comparte Daniel Bertoni, autor del tanto que selló el 3 a 1 sobre Holanda, el 25 de junio de 1978. Luego, a pedido de LA NACION, su cabeza viaja a su infancia. “El primer mundial que yo recuerdo es el de México 1970. Porque la Argentina no se clasificó y yo tenía que hinchar por un equipo sudamericano. Disfruté mucho de aquel Brasil, que fue una de las mejores selecciones de la historia”.
El hombre que se dio el lujo de ser socio de Ricardo Bochini en Independiente y de Diego Maradona en Napoli y en la selección argentina confiesa: “Yo podría haber jugado cuatro mundiales, porque en el 86 también estuve preseleccionado. Pero Bilardo me habló y me dijo que elegía a Valdano, que había jugado conmigo en el 82. Jorge estaba muy bien y era un gran jugador”.
“El argentino es maravilloso. Porque saca de donde no tiene, no sé cómo hace. Pero lo hace. Y son cosas que genera la pasión”, elogia Ricardo Giusti. Y comparte: “Cuando nos fuimos a México, Bilardo nos sacó de noche, en un vuelo nocturno. Ni mi familia fue a despedirme a Ezeiza. ¡No fue nadie! (se tienta) ¡Todo mal estaba! Pero bueno”.
En relación a la ilusión que genera el seleccionado dirigido por Lionel Scaloni, el Gringo destaca: “Todo tiene mucho que ver estos últimos días. Consolidar el grupo. Estar fuertes y bien físicamente. Llegar en un estado de ánimo que te permita llegar con el ego alto a la cancha. Decir: ‘Yo estoy acá, vistiendo la camiseta de la selección y tengo que ganar. Por mí, por mi familia, por mis amigos y por todo el pueblo. Porque no hay nada mejor en la vida que lograr algo y hacer feliz a un país. Nosotros siempre decimos ¿qué es lo que más disfrutamos? Justamente ver disfrutar al pueblo argentino cuando uno trae la copa. Es algo que no tiene precio”.
Giusti también se sube al viaje al pasado: “El primer mundial que recuerdo fue el del 74, que nos fue muy mal. Fue triste. Después, el 78, que tuve la oportunidad de ir a dos partidos. En Rosario, al emblemático partido contra Perú (goleada 6 a 0 y clasificación a la final) y luego a la final contra Holanda. Fueron partidos que sufrí, disfruté, grité y celebré con mis amigos de mi pueblo. Salí arriba de una camioneta por varios pueblos. Como nos gusta hacer a los argentinos”.
El ausente más presente
El de Qatar 2022 será el primer mundial sin la presencia física de varias glorias de la historia de la selección argentina, como Silvio Marzolini, Alejandro Sabella y José Luis Brown, entre otros. Sin embargo, por el magnetismo que siempre generó, el ausente más presente es Diego Armando Maradona. De él también se acuerdan constantemente los campeones del mundo. “A Diego se lo extraña. Es una imagen muy fuerte para nosotros. Un referente nuestro muy importante en la vida. Como jugador y como compañero. Diego fue todo para la Argentina y para la gente”, resume Carlos Tapia, con una mezcla de nostalgia y agradecimiento en su rostro.
Giusti, en cambio, debe respirar hondo y controlar su emoción antes de referirse al gran ídolo. “Lo disfrutamos tanto... Todo el mundo disfrutó mucho a Diego. Esto es lo triste, cuando suceden las cosas que uno no desea, como es el paso de la vida a la muerte. Que nos da pena, tristeza, desilusión. Pero es parte de la vida misma”.
Pero su rostro se vuelve a iluminar cuando se le pide una anécdota con él. “Podría estar horas y horas hablando de Diego. Podría escribir un libro de mil páginas, y no alcanzarían. Yo guardo muchos recuerdos con él, no solamente dentro de la cancha sino con cosas vinculadas a mi vida. Él estuvo muy cerca mío en cuestiones personales”, valora.
Y luego si, abre su corazón y comparte el momento que lo marcó a fuego con Maradona: “Uno de los momentos más felices que uno pudo formar parte fue cuando el árbitro brasileño Romualdo Arppi Filho tocó el silbato en la final y, de casualidad, yo fui el primero que abrazó a Diego. Tuve esa suerte: que Diego me abrace antes que a otro. Tengo una foto de ese momento y es muy fuerte. Diego es eterno”.
Sueños mundialistas, campeones, Maradona y la Copa. Frases y palabras que parecen ajenas unas de otra. Pero son sinónimos.