Mateo Majdalani-Eugenia Bosco, la pareja del Nacra 17 de yachting que busca el oro en los Juegos Panamericanos Santiago 2023
SANTIAGO DE CHILE.- Los huiros son unas algas muy grandes de color pardo que pueden engancharse debajo de las embarcaciones. Son enemigos al acecho del yachting, más allá de que Mateo Majdalani y Eugenia Bosco irán volando –literalmente- sobre el agua con su catamarán ultraveloz Nacra 17. “Foilear”, en la jerga. “A veces podemos cortar esos huiros por la velocidad que agarramos con el viento, hay que ir mirándolos y tener cuidado. Vamos en el aire”, se entusiasma ella, antes del arranque de la categoría en los Juegos Panamericanos Santiago 2023.
Desde este domingo partirán como supercandidatos a la medalla dorada en Playa Algarrobo Norte, ubicada en una península maravillosa en el corazón de Algarrobo, al este de Santiago. El emplazamiento de las regatas tiene una gran riqueza natural de flora y fauna; es el hábitat de muchas aves, lagartos y lagartijas. Además, es un lugar especial para los pueblos originarios de la zona. En ese paraíso del Pacífico, la dupla palpita con ansiedad y ajusta los preparativos finales. “Acá hace mucho frío, el agua está helada y hay mucha ola, pero estamos muy bien. Nos espera un pronóstico amigable”, cuenta Bosco, que junto con Mateo competirán con la seguridad que otorga haberse clasificado ya para los próximos Juegos Olímpicos, tras alcanzar la Medal Race del Mundial de La Haya, que se disputó en agosto.
“El pasaje a París ya nos da una tranquilidad en cuanto a la planificación y el desarrollo del material, como los mástiles y las velas, pero a la hora de salir a competir, no la siento. Siempre que nos ponen en una regata nos dan las mismas ganas de triunfar. A mí no me relaja en nada, queremos la medalla de oro”, afirma Majdalani, que habla de la importancia de Santiago 2023 como estación en el calendario: “Es como un simulacro importante de los Juegos Olímpicos, lo estamos tomando con la misma importancia. Nos sirve, pero el nivel no es el mismo”.
Santiago Lange, el inolvidable medallista de oro en Nacra 17 en Río 2016, es categórico cuando opina sobre la dupla con LA NACION. “Ellos son el presente de la vela argentina y el futuro, en cuanto a la potencialidad de ganar medallas olímpicas. Incluso ahora en París 2024, no tengo ninguna duda. Me baso en que Mateo entiende muy bien el juego, sabe lo que se necesita para ganar una medalla olímpica y fue una parte muy importante de nuestro equipo en Río. Conoce la metodología y lo que hay que hacer. Y Eugenia también es una deportista muy talentosa”.
Justamente Lange, junto con su compañera de embarcación Victoria Travascio, fue rival de Majdalani y Bosco en la carrera clasificatoria rumbo a París. Pero su sueño francés se esfumó después de quedar retrasado en los selectivos y el lugar quedó para quienes fueron medallistas de plata en Lima 2019. Por supuesto: para ellos, Lange es el gran referente, el hombre del poster. De hecho, Mateo lo conoció por su amistad con su hijo Klaus, con quien formó equipo en infantiles con Optimist y luego en Clase 29er. Después, Majdalani resultó clave en la campaña para Río 2016, porque reemplazó en la embarcación a Lange durante un año debido a sus problemas de salud y navegó junto con Cecilia Carranza. Y finalmente, fue su entrenador en el tramo preparatorio final hacia aquellos Juegos.
“Cada vez que iba a la casa de Klaus, Santiago nos contaba sus historias de cuando navegaba en el exterior y nos traía las revistas de los barcos de afuera. Siempre fue muy inspirador”, recuerda Mateo, que agrega: “Más que aconsejarme, mi aprendizaje consistió en verlo en acción. Toda la campaña de Río se trató de una historia de mucha resiliencia, por la manera en que volvió a competir tras la operación que tuvo. Eso es lo que más uno aprende”.
Eugenia, sampedrina de 26 años, habla de la mixtura de sensaciones entre la idolatría hacia Lange y la forzosa rivalidad que mantuvieron recientemente con él: “Con Santiago siempre hubo un respeto y un distanciamiento natural, porque cada uno quería ganar las regatas, es algo normal. Pero lo llevamos muy bien, siempre se manejó con adultez. Es algo admirable tenerlo porque no hay que olvidarse que se colgó tres medallas olímpicas. Siempre fue un ejemplo; crecí con su imagen y me parece un ídolo. Cuando era chica, su figura me resultaba algo intangible, luego lo ‘humanicé’ porque es la persona que empecé a tratar”.
Es la primera vez que competirán en el Océano Pacífico. Coinciden en que hay que ser “cautelosos”. En realidad, como en toda regata. Saben que el principal retador será Estados Unidos y allí estará terciando la embarcación brasilera. La sinergia entre ellos es fundamental: “Desde 2017 estamos juntos y cada vez mejor. Lógicamente, la edad no es la misma respecto de cuando empezamos. Los años se sienten mucho, hay otra madurez, una solidez distinta y se nota en la forma en que encaramos las cosas, pero todavía tenemos mucho para mejorar, sobre todo en la comunicación y en la preparación física… Estamos con muchísimas ganas en estos diez meses que faltan para París”, alienta Mateo, bonaerense de 29 años.
Eugenia describe cómo es la relación dentro y fuera del agua: “Nos llevamos bien con Mateo. Nos conocemos mucho, es algo positivo y que suma. Sabemos dónde están los límites de cada uno, más allá de que siempre hay tensión cuando uno quiere pujar y ganar y mientras tanto carga al otro. En el agua estamos los dos y tu descarga es sobre la otra persona. Hay cosas que no se dicen en serio, pero es tu momento de hacer una catarsis sobre tu compañero. Aunque lo manejamos bien y eso se traslada también fuera de las competencias”.
El frío cala los huesos, pero ellos piensan con el corazón caliente antes de su segunda experiencia panamericana: “Estamos con muchas expectativas, conocemos a nuestros rivales y entendemos que tenemos buenas chances. Pero es deporte, no hay que relajarse”, coinciden. Y sonríen para lo que les espera: el arte de domar el viento con mástiles y velas.