Marcos Rojo y Jorge Almirón: de la increíble expulsión del capitán de Boca a las polémicas decisiones del DT
Boca había transformado la segunda semifinal de la Copa Libertadores ante Palmeiras, en San Pablo, en un contexto favorable. Ganaba por 1-0 con un gol de Edinson Cavani y había logrado hacer un primer tiempo equilibrado, sin luces pero tampoco sin sombras. Sin embargo, todo se desmoronó desde lo futbolístico en la segunda etapa, con una serie de sucesos que pusieron en jaque la clasificación a la final del certamen continental, donde esperaba Fluminense, luego de haber eliminado a Inter. Al final, las manos de Sergio Romero (y las buenas ejecuciones propias) le dieron el boleto al último partido, que se disputará el 4 de noviembre próximo, en Río de Janeiro.
Marcos Rojo se puso en el ojo de la tormenta por su expulsión, a los 20 minutos de la segunda etapa. A los 5 minutos vio la primera amarilla por una plancha sobre Rony, en la puerta del área. Y vio la segunda tarjeta amarilla por una barrida lateral sobre Kevin Macedo, uno de los cambios desequilibrantes de Abel Ferreira.
Boca, a esa altura, ya estaba defendiendo con línea de 5. Almirón, en su primera decisión llamativa, había sacado a Miguel Merentiel, una de las figuras de la cancha, para sumar un defensor central. Ya esa jugada, demasiado arriesgada por todo el tiempo que faltaba todavía para “aguantar” el 1-0, se multiplicó por el nombre elegido para ingresar: Bruno Valdez, de flojísimas actuaciones desde que se sumó a la Ribera.
Boca hizo 13 faltas, pero recibió 7 amonestaciones: las dos de Rojo, Medina, Figal, Fabra, Equi Fernández y Chiquito Romero (por demorar un saque de arco)
Esa movida hizo que Boca pasara a defender con Romero; Advíncula, Figal, Valdez (como líbero), Rojo y Fabra. Esa modificación tiró demasiado atrás al equipo, a tal punto que el visitante sólo atinaba a despejar pelotazos. Además: la línea de 5 no le dio más seguridad a Boca, desbordado por los buenos ingresos de Endrick y Kevin Macedo, que le dieron otra profundidad al ataque local. Pero si hubiera elegido a Valentini para la línea de 5, el líbero hubiera sido Rojo (como ante Racing) y quizás el exEstudiantes no hubiera salido alocadamente hacia los costados, exponiendo su falta de timing y solvencia.
🟥 LA EXPULSIÓN DE MARCOS ROJO ANTE PALMEIRAS.
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Otro cambio polémico de Almirón fue cuando sacó a Valentín Barco. El zurdo exlateral, devenido en mediocampista, había jugado otro muy buen partido arrancando por afuera en el 4-4-2 y cerrándose hacia adentro, era uno de los pilares espirituales pero también futbolístico, ya que había demostrado personalidad para pedir la pelota y jugarla al pie del compañero, tomando buenas decisiones para no solamente pasar la pelota, sino también para ganar metros y conseguir ventajas para sus compañeros. Hasta había intentado un córner olímpico que casi sorprende a Weverton.
Seguramente Almirón lo vio cansado (siempre lo ve cansado) y por eso, para incluir a Nicolás Valentini tras la expulsión de Rojo para rearmar la línea de 5, lo sacó a Barco. Pero pareciera que siempre el primer cambio es Barco, cuando el chico terminó siendo lo más claro, una vez más, conceptual y tácticamente en un equipo al cual no le sobran muchas luces. Ya lo había querido reemplazar antes por Janson.
El capitán Rojo volvió a tener un error clave porque fueron faltas evitables las que desencadenaron su expulsión, como si se desbordara frente a la superioridad rival.
Lo mejor del partido
Hubo un error más del banco de suplentes xeneize, aunque compartido con el cuarto árbitro. Fue cuando a los 36 minutos de la segunda etapa se quedaron con el papelito del cambio de Jorman Campuzano en la mano y con medio equipo amonestado. En la misma ventana (la última) Almirón puso a Marcelo Saracchi (cambio obligado por la lesión de Fabra), y el DT pretendía hacer ingresar al volante central colombiano por Cristian Medina, uno de los tantos que arrastraba una tarjeta amarilla. Pero por una cuestión de incomunicación, sólo se realizó la modificación de Saracchi. Y el árbitro Matonte reanudó las acciones con Campuzano del otro lado de la línea de cal.
Boca había hecho un buen primer tiempo, sin sufrir tanto y eligiendo las acciones en las que ser peligroso, como la de gol de Cavani. La virtud ahí fue haber jugado la primera etapa con bajas revoluciones, en “slow motion”, haciendo lento cada movimiento. Cada lateral, cada reanudación. Y buscando los pases cortos al pie, para entrar en confianza en el césped sintético. En esa velocidad se sintió cómodo, más allá de sufrir algún que otro centro desde los costados de Palmeiras.
El equipo se terminó clasificando nuevamente en los penales. Llegó a los penales por las atajadas de Chiquito Romero y logró el pasaje a la final por las atajadas de Romero en los tiros desde los doce pasos. El arquero se hizo gigante y eso apaciguó (en parte) los errores de Rojo y Almirón. Boca está en otra final de Copa Libertadores y muchas veces el resultado puede tapar todo, pero el equipo volvió a mostrar falencias que lo condicionaron en el camino, que lo expusieron otra vez a necesitar más un guiño del destino, una actuación individual determinante como la de Romero. Más allá de algunas cuestiones positivas del primer tiempo, los guantes de oro, una vez más, relucieron más que los méritos colectivos.