¿Qué impulsa los niveles récord de migración a la frontera de EE. UU.?

Un grupo de migrantes cruzando el Tapón del Darién en septiembre. Las Naciones Unidas calculan que hasta 400.000 personas pasarán por esa región este año. (Federico Rios/The New York Times)

Jose Contreras, en el centro, de Venezuela, ora mientras espera en la fila para entregarse y ser procesado por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos en El Paso, el martes. (Todd Heisler/The New York Times)

El gobierno estadounidense intenta restringir los cruces fronterizos que podrían aumentar al vencer una política implementada por la pandemia, pero tiene poco control sobre las crisis que han trastocado las vidas de millones en América Latina.

CIUDAD JUÁREZ, México— Millones de personas de toda América Latina están abandonando sus hogares en cifras que no se han visto en décadas, y muchas de ellas se dirigen a Estados Unidos.

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Si bien la migración a la frontera sur de Estados Unidos siempre ha fluctuado, la pandemia y la posterior recesión golpearon a América Latina con más fuerza que casi a cualquier otro lugar del mundo, lo que sumió a millones de personas en el hambre, la miseria y la desesperación.

Una generación de progreso contra la pobreza extrema se desvaneció. El desempleo alcanzó las cifras más altas en dos décadas. La invasión rusa a Ucrania obstruyó un canal clave para granos y fertilizantes, lo que provocó un aumento en los precios de los alimentos.

Los impactos económicos se agravaron por la violencia, a medida que el conflicto entre grupos armados se enconó en países que solían ser relativamente pacíficos y se disparó en lugares largamente acostumbrados al horror.

En medio de estos sucesos, traficantes y migrantes por igual han impulsado campañas potentes en las redes sociales, muchas de ellas plagadas de desinformación, que han motivado a la gente a migrar a Estados Unidos.

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Esta acumulación de factores desalentadores se traduce en que cuando la restricción fronteriza establecida durante la pandemia conocida como Título 42 expire esta semana, Estados Unidos se enfrentará a un desafío migratorio aun más abrumador que el que enfrentó cuando la medida fue implementada.

“Es casi imposible presentar un peor conjunto de hechos que haya dejado a decenas de millones de personas sin otra opción que mudarse”, afirmó Dan Restrepo, quien fungió como asesor principal sobre América Latina en la presidencia de Barack Obama. “Es inevitable que tengamos un desplazamiento masivo, es realmente una tormenta perfecta”.

Durante los últimos tres años, el gobierno estadounidense ha intentado limitar la cantidad récord de personas que llegan a la frontera de Estados Unidos a través del uso de la medida de salud pública para expulsar rápidamente a quienes cruzaban de forma ilegal.

Sin embargo, cuando expire el Título 42, los migrantes que entren al país de manera ilegal tendrán la oportunidad de solicitar asilo, algo que a muchos se les prohibió hacer durante los tres años que estuvo vigente la restricción de salud pública.

Calificar para ello no será sencillo —el gobierno de Joe Biden está implementando nuevas restricciones de elegibilidad— y si el proceso funciona como se tiene previsto, muchos migrantes seguirán siendo deportados con relativa rapidez.

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Pero las grandes cantidades de migrantes que se están acumulando en el norte de México podría saturar el sistema, lo que significa que más personas, en especial familias y niños, podrían ser liberados en Estados Unidos con un aviso para comparecer ante un juez de inmigración.

En algunos casos, las redes sociales han sido utilizadas para promocionar falsamente los inminentes cambios en las leyes migratorias como una apertura plena. En TikTok, las publicaciones con la etiqueta #titulo42 han sido vistas más de 96 millones de veces. Una popular publicación afirma: “11 mayo: No podrán ser deportados. Llega a su fin título 42”.

El número de encuentros en la frontera ya se ha incrementado en los últimos días. Los funcionarios estadounidenses esperan que este aumento solo dure unas pocas semanas y acabe por remitir.

Muchos migrantes provienen de lugares como Venezuela, que sufría una de las peores crisis económicas del mundo antes de la pandemia. Gran parte del país se hundió más en la miseria cuando el coronavirus paralizó el mundo. Eso intensificó una salida masiva que elevó el número de venezolanos que desde 2015 han huido de la nación a 7,2 millones, cerca de una cuarta parte de la población.

En Colombia, donde las protecciones laborales son débiles, el desempleo alcanzó su tasa más alta registrada. Brasil registró la segunda cantidad más alta de muertes por COVID-19 a nivel mundial. Los migrantes que ya habían viajado desde toda América Latina a estos dos países fueron de los primeros en perder cualquier esperanza de poder ganarse el sustento.

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Históricamente, los nicaragüenses habían migrado al norte en cantidades relativamente pequeñas. Pero la inflación, el desplome de los salarios y un gobierno cada vez más autoritario han impulsado a cientos de miles a abandonar el país en los últimos años.

La violencia de las pandillas y los homicidios se dispararon en Ecuador, nación relativamente pacífica en ese respecto. Haití sufrió un brote de cólera, una crisis de hambre extrema y un conflicto entre grupos criminales armados, todo al mismo tiempo.

El Tapón del Darién, una peligrosa zona selvática de unos 112 kilómetros que conecta América Central con América del Sur, se convirtió de pronto en una ruta migratoria para personas sin visa o sin el dinero suficiente para hacer el viaje de otra manera.

Las Naciones Unidas calculan que este año pasen por esa región hasta 400.000 personas, casi 40 veces el promedio anual de 2010 a 2020.

El año pasado, sentado dentro de una carpa rosa pálido en una playa colombiana no muy lejos de la selva, Willian Gutiérrez, un soldador y albañil de 31 años, dijo que la situación en su país de origen, Venezuela, había ido de mal en peor. No había tenido un empleo estable en años y las comidas eran escasas. “A veces dejé de comer yo para que ellos pudieran”, afirmó, señalando a sus hijos, Ricardo, de cinco años, y Yolayner, de dos.

La familia vivía en una casa a medio construir y sin electricidad en la ciudad petrolera de Maracaibo, explicó la esposa de Gutiérrez, Johana García, de 38 años. Tras ver que muchos de sus amigos se iban rumbo a Estados Unidos, contó, decidieron arriesgarse a hacer el viaje.

Iban porque la economía estadounidense se había recuperado rápidamente de la pandemia de coronavirus y comenzó a necesitar trabajadores.

Pero también les dijeron —contrabandistas de personas, familiares y personas que publicaban en Facebook, TikTok y WhatsApp— que durante el gobierno del presidente Biden iban a poder cruzar la frontera y quedarse allí.

García, quien tenía el dinero justo para comprar una carpa, una linterna frontal y dos bolsas de pan para el viaje por la selva, había escuchado esto de venezolanos que habían entrado a Estados Unidos antes que ella.

“Que sí es dura”, le dijeron, “pero que se puede”.

En realidad, las autoridades fronterizas estadounidenses han estado utilizando de forma regular el Título 42 para rechazar de inmediato a personas que entran al país de forma ilegal: la han invocado más de 2,7 millones de veces desde marzo de 2020.

Sin embargo, México solo había accedido a aceptar a migrantes expulsados de un puñado de países de la región, lo que obligó al gobierno de Biden a regresar por avión a otros a sus países de origen, un proceso más lento y limitado por el costo, la logística y el hecho de que algunos gobiernos no siempre han aceptado la llegada de vuelos de deportaciones provenientes de Estados Unidos.

“Lo que en teoría era, de alguna manera, la política fronteriza más severa jamás implementada —como una prohibición total y plena de entrada— nunca funcionó de esa manera en la práctica”, afirmó Aaron Reichlin-Melnick, director de políticas del American Immigration Council, una organización de defensa de inmigrantes ubicada en Washington.

Según datos federales, desde que asumió el cargo, el gobierno de Biden ha permitido que cerca de 1,8 millones de migrantes permanezcan en el país mientras esperan audiencias para solicitar asilo, muchos de ellos se entregaron a las autoridades tras cruzar la frontera. No se conoce el número de personas que han logrado entrar al país sin ser detectados.

“Las personas que quieren llegar a Estados Unidos saben que este ha sido un momento ventajoso para intentar ingresar al país”, afirmó Andrew Seele, presidente del Instituto de Política Migratoria, un centro de investigación sin afiliación partidista. “Calculan sus oportunidades de entrar antes de iniciar el viaje”.

Ana Gabriela Gómez, una asistente farmacéutica de 28 años que ganaba menos de 100 dólares mensuales en su hogar en Caracas, salió de Venezuela con sus dos hijos pequeños en septiembre. Tras nueve días horrendos en la selva del Darién, escuchó que Biden estaba endureciendo las restricciones fronterizas contra los venezolanos.

Pero Gómez conocía tantos vecinos y amigos que habían logrado pasar, que no le creyó del todo al presidente.

“Voy a ir para verlo con mis propios ojos”, decidió. Tras llegar a la frontera con sus hijos, de 5 y 6 años, cruzó el río Bravo en Ciudad Juárez y se entregó a los agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, quienes la dejaron pasar.

Gómez se encuentra ahora en un refugio en Manhattan y planea solicitar asilo. En su opinión, el viaje fue doloroso, pero valió la pena.

“Mi meta era llegar aquí”, dijo, “pero ahora tengo otra meta: trabajar, conseguir los papeles, un buen colegio para los niños”.

En los grupos de Facebook y WhatsApp dirigidos a los posibles migrantes, muchos usuarios han estado alentando a otros a hacer el viaje a la frontera después de que expire la medida de salud pública.

“Para todos los que quieren saber si está abierto” en la frontera, dijo la semana pasada una persona en un grupo de Facebook llamado Selva Darién migrantes sobrevivientes, “sí lo está”.

Natalie Kitroeff reportó desde Ciudad Juárez, México y Julie Turkewitz desde Bogotá, Colombia. Eileen Sullivan colaboró con la reportería desde El Paso, Texas y Emiliano Rodríguez Mega desde Ciudad de México.

c. 2023 The New York Times Company