El hombre más rico del mundo les hace un casting a sus cinco hijos para dirigir su imperio del lujo
Una vez por mes, Bernard Arnault reúne a sus hijos para almorzar en un salón privado de la sede de LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton SE, su empresa global de productos de lujo.
La comida dura exactamente 90 minutos, y según personas cercanas a Arnault, el megamillonario francés siempre empieza leyendo en voz alta los temas de discusión que llevó preparados en su iPad. A continuación, Arnault pasa revista alrededor de la mesa y les pide consejo a sus cinco hijos adultos sobre cada tema: su opinión sobre tal o cual gerente de la empresa, o si hay que hacer cambios en alguna de los cientos de marcas de maneja LVMH, que van desde viñedos productores de champagne en Francia hasta talleres de confección de carteras en Texas e Italia.
Arnault tiene 74 años, es la persona más rica del mundo, y hace décadas que viene preparando a sus hijos para que en algún momento dirijan LVMH. Siempre los mantuvo al tanto de los números de la empresa, los llevaba a sus viajes de negocios y los hacía participar de las negociaciones. Actualmente, Arnault está afianzando el rol de la familia dentro de la empresa, colocando a sus hijos en altos cargos y empoderándolos para que un día de estos tomen el mando de ese emporio del lujo.
Sin embargo, al empoderar a sus hijos Arnault también ha profundizado el viejo dilema de su empresa: ¿quién lo sucederá como CEA y presidente del mayor conglomerado global de productos de lujo? Arnault construyó LVMH, que tiene una valuación de mercado de 480.000 millones de dólares, a través de la adquisición agresiva de empresas de lujo rivales y formando a generaciones de diseñadores de moda. Por esa combinación de instinto asesino y refinamiento, los rivales lo llaman “el lobo del cashmere”.
En el mundo de la moda, muchos creen que quien encabeza la “manada” es la hija mayor, Delphine Arnault, de 48 años: en enero, su padre la nombró CEO de Christian Dior, la segunda marca más importante del conglomerado. Y en par de semanas antes, todo París entró en ebullición cuando su hermano de 45 años, Antoine Arnault, se convirtió en CEO de la empresa que cotiza en Bolsa y que contiene la participación accionaria de la familia en LVMH.
Mordiéndoles los talones siguen los tres hijos del segundo matrimonio de Arnault. Alexandre tiene 30 años y es vicepresidente ejecutivo de Tiffany & Co., con una poderosa red que incluye a Jay-Z y a Jack Dorsey, cofundador de Twitter. A continuación viene Frédéric Arnault, de 28 años, quien dirige la marca de relojes Tag Heuer, mientras que el joven Jean, de 24 años, es director de marketing y desarrollo de la división de relojes de Louis Vuitton. Los tres estudiaron ingeniería empresaria en universidades de excelencia, una calificación que su padre siempre a ha dicho que fue crucial para su propio éxito.
Arnault no ha dado el menor indicio de a quién piensa elegir para sucederlo, y solo ha dicho que será en base a sus méritos. En enero, cuando le preguntaron por ese tema en la presentación de los resultados anuales de LVMH, respondió con un paralelismo entre su reciente decisión de elevar la edad de retiro del presidente y CEO de LVMH y el controvertido impulso del presidente Emmanuel Macron para elevar la edad jubilatoria en Francia hasta los 64 años.
“En cuanto a la sucesión, también habrán notado que la edad de retiro, un tema muy de moda, ha sido extendida”, respondió Arnault.
Con sus hijos mirando en primera fila, Arnault bromeó diciendo que si tuviera más tiempo libre podría perfeccionar sus habilidades para el tenis, su deporte favorito. “La última vez que jugué con Roger Federer, creo que apenas gané un punto en uno solo de los sets. Con un poco de práctica podría mejorar”, apuntó.
A fines del año pasado, Arnault superó a Elon Musk, CEO de Tesla, como la persona más rica del planeta, según el índice de megamillonarios de Bloomberg. De acuerdo a ese índice, al día de hoy la fortuna personal de Arnault asciende a 208.000 millones de dólares.
Desde hace décadas, Arnault dirige la compañía con importantes lugartenientes, como Sidney Toledano, que manejó Christian Dior, y Michael Burke, jefe de su marca más grande, Louis Vuitton.
Burke tienen 66 años y renunció a Louis Vuitton en enero para estar con su esposa, que padecía cáncer. Y se cree que en los próximos meses lo seguirá Toledano, de 71 años, renunciando a su cargo al frente de las marcas de moda del grupo, incluidas Celine, Loewe y Marc Jacobs.
Tanto Burke como Toleadano desempeñaron papeles clave en el entrenamiento empresario de los hijos de Arnault, quien suele ponerlos a trabajar en tándem con ejecutivos que vigilan su desempeño, para luego preguntarles “sobre algunos de sus rasgos de su carácter, o si es necesario corregirlos en algo”, según comenta Toledano.
Delphine Arnault trabajó con Toledano en Dior durante 12 años, y en 2013 pasó a Louis Vuitton bajo la mirada de Burke, que trabajaba junto a su padre desde hacía mucho más tiempo. Durante el homenaje de despedida a Burke en enero, Arnault dijo que le resultaba imposible recordar exactamente cuándo lo conoció, “algo bastante lógico, considerando que te conozco prácticamente desde que nací”.
Días después, Delphine asistió al desfile de modas de Dior en París mientras se preparaba para asumir el cargo de CEO de la marca. La hija mayor de Arnault tiene un extraño parecido con su padre: su misma amabilidad, y su misma figura alta y esbelta.
Delphine fue al backstage del desfile, donde hizo su evaluación de las carteras que acababan de desfilar por la pasarela. Dijo que los materiales brillantes estaban de regreso y que la colección era “muy elegante y un poco romántica”.
Toledano la miraba como un padre orgulloso. “Delphine sobrevivió al tándem Toledano-Michael”, dijo en ejecutivo. “¡Ya está vacunada con dos dosis!”
Arnault casi nunca habla en público del tema de la sucesión, pero personas cercanas dicen que es un tema que ocupa su cabeza desde hace décadas.
En 2003, visitó en el hospital a su amigo íntimo y compañero de tenis Jean-Luc Lagardère, que se había sometido a una operación de cadera. Lagardère era uno de los empresarios más respetados de Francia, tras haber construido un imperio que incluía al fabricante de misiles Matra y a la editorial Hachette.
Dos días más tarde, Lagardère desarrolló una infección, entró en coma y murió poco después. El ejecutivo tenía 75 años y no había preparado adecuadamente su sucesión. Durante los años que siguieron, su hijo Arnaud vendió o abandonó gradualmente lo que su padre había construido.
Según sus allegados, esa experiencia caló hondo en Arnault, quien recientemente tomó medidas para reforzar el control de su familia sobre LVMH y poder traspasar el poder.
En diciembre transformó Agache, el holding privado que en última instancia controla LVMH, en una “sociedad comanditaria”, una estructura corporativa francesa parecida a una S.R.L., que permite que su accionista mayoritario ejerza un poder significativo aunque su participación sea relativamente pequeña.
Según datos del regulador del mercado de valores de Francia, Arnault también creó una segunda entidad, Agache Commandite SAS, propiedad de sus cinco hijos, cada uno con una participación del 20%. La nueva empresa está facultada para hacerse cargo de la gestión de Agache y poner fin de manera efectiva al liderazgo de Arnault sobre la empresa. Las decisiones importantes, como una eventual disolución de Agache, requeriría de la aprobación unánime de sus hijos.
La nueva compañía tiene una presidencia rotativa de dos años entre los hijos, quienes durante 30 años no podrán vender sus acciones sin la aprobación unánime de la junta. Transcurrido dicho plazo, sólo podrán ser titulares de acciones de la empresa los descendientes directos de Arnault padre.
Un hombre de negocios que conoce a Arnault desde hace décadas comparó la situación con la obra A puertas cerradas, de Jean-Paul Sartre, donde los protagonistas son encerrados juntos en una habitación, como castigo, por toda la eternidad.
Toledano dice estar convencido de que los hijos Arnault pueden resolver cualquier desacuerdo, porque su padre les enseñó desde pequeños a anteponer los intereses de la empresa. “Por ahora, todos se llevan muy bien”, apunta el ejecutivo.
Los cinco hijos se consideran hermanos y no se refieren entre sí como medio hermano o media hermana, según sus allegados, y tienen cuidado de no generar ninguna imagen de rivalidad o conflicto. Las mismas fuentes agregan que a ninguno de los cinco se les ocurriría discutir o competir sobre quién es mejor en nada, ni jugando al tenis ni tocando el piano: su padre no lo toleraría.
“Arnault es ante todo un hombre pragmático”, dice Toledano. “El siempre elige al que es mejor en un momento dado y considerando los desafíos. Es lo que hace con sus gerentes, sus asesores, y creo que es lo que hará con sus hijos”.
De hecho, según Toledano no hay garantías de que el futuro líder de LVMH sea uno de los hijos de Arnault. “En ningún momento me dijo: ‘Tengo que preparar a mis hijos para que me sucedan”.
Bernard Arnault nació en 1949 en Roubaix, cerca de la frontera con Bélgica. Su padre, Jean Arnault, era fabricante y propietario de la empresa de ingeniería civil Ferret-Savinel.
Arnault se destacó en la escuela y logró ingresar en la Ecole Polytechnique, una escuela de ingeniería y ciencias muy selectiva que ha formado a la élite de Francia desde la Revolución Francesa. Napoleón Bonaparte convirtió en Polytechnique en la academia militar que sigue siendo hasta hoy en día.
Arnault y los otros 312 estudiantes de su camada eran despertados a las 7 de la mañana con un llamado de clarín y el izamiento de la bandera. Allí aprendió a marchar con el sombrero bicorne de la era napoleónica que los estudiantes siguen usando cada año cuando desfilan por Champs-Elysées el Día de la Bastilla.
En un libro de entrevistas con un periodista francés, Arnault recuerda que su formación en el Polytechnique lo ayudó a sentar las bases para su conquista del mundo de la moda. “Es un programa de estudios y formación que te inculca una mentalidad racional, que te permite analizar una situación o un problema muy rápidamente”, dice allí Arnault, y agrega que LVMH siempre intenta reclutar jóvenes talentos egresados de esa escuela.
Su hijo Antoine fue todavía más directo sobre la estima que su padre tiene por la escuela. En una entrevista con Le Monde, el hijo mayor recordó lo difícil que fue decirle a su padre que él no era buen candidato para el Polytechnique. Ni él ni su hermana asistieron a la escuela.
“Para papá, la única escuela que cuenta es el Polytechnique”, dijo Antoine.
Antoine y Delphine son hijos de Arnault con su primera esposa, Anne Dewavrin, y adoptó un enfoque riguroso en la educación de sus hijos. Muchos cuentan que entre una reunión de negocios y otra, los llamaba a su oficina para entrenarlos en la solución de problemas matemáticos.
A principios de la década de 1980 se mudó con su familia a Nueva York, cuando el líder socialista François Mitterrand fue elegido presidente de Francia con la promesa de subirles fuertemente los impuestos a los ricos. Pasó dos años en Estados Unidos, desarrollando el negocio de su padre, del que había tomado el mando.
A su regreso a Francia, en 1984, Arnault dio el primer paso en el negocio del lujo y se alzó con el control de una empresa textil llamada Boussac Saint-Frères, que estaba al borde de la quiebra. Pero escondida adentro de esa ruina había una joya: la marca Christian Dior.
Así Dior se convirtió en el arquetipo del incipiente imperio de Arnault. La casa de alta costura había redefinido la ropa de mujer a mediados del siglo XX, y su nuevo dueño se propuso enfatizar ese “pedigrí” de la moda a través de una agresiva expansión.
Cuando Delphine tenía apenas 20 años la mandó a trabajar en la casa de moda homónima de John Galliano, un diseñador estrella que también fue director creativo de Dior. Más tarde Toledano la tomó bajo su protección en la casa Dior. El ejecutivo recuerda haberse juntado con Delphine y su padre antes de tomar la trascendental decisión de despedir a Galliano cuando fue filmado haciendo comentarios antisemitas.
Divorcio
Arnault se divorció de Dewavrin en 1990 y ese mismo año, en la casa de un amigo conoció a Hélène Mercier, una concertista de piano canadiense. Esa misma noche, cuando la llevó en auto a su casa, Arnault le contó de sus dificultades para aprender a tocar los estudios de Frédéric Chopin. Cuando se encontraron de nuevo para tomar el té en casa de Arnault, Mercier le pidió que tocara Chopin para ella.
“Bernard temblaba de miedo escénico, pero parecía decidido a llegar hasta el final”, recuerda Mercier en su autobiografía. “Sentí que estaba sufriendo, que se estaba violentándose a sí mismo para conmoverme”.
La pareja se casó y tuvo tres hijos. Las personas cercanas a la familia dicen que la ahora señora Mercier-Arnault aplicó a la crianza de sus hijos la misma dedicación que la convirtió en una pianista famosa. Impulsó a sus hijos a aprender música y a esmerarse en la escuela, y los despertaba al amanecer para ensayar y estudiar.
El propio Arnault se ponía a estudiar para ayudar a sus hijos. Toledano recuerda un vuelo de regreso a París que compartió con Arnault después de un viaje particularmente agotador por Asia. Con pocas horas de sueño, Arnault sacó un manual de matemáticas, lo apoyo sobre la bandeja de su asiento, y comenzó a estudiar: uno de sus hijos menores estaba a punto de rendir el examen de ingreso al Polytechnique.
“Necesito refrescar la memoria”, le dijo a Toledano.
Alexandre Arnault rindió examen para estudios de pregrado en el Polytechnique, pero no pasó. Más tarde fue aceptado en un programa de maestría en esa misma escuela.
En LVMH, Alexandre rápidamente se consolidó como alguien a quien su padre escuchaba. Cuando sugirió comprar el fabricante alemán de equipajes Rimowa, su padre le dijo que los dueños de la marca no querían vender. Alexandre le escribió al patriarca de la familia Rimowa y viajó para reunirse con él, según ejecutivos de LVMH.
LVMH compró la compañía en 2017 y Arnault nombró a Alexandre como su director ejecutivo. El nuevo CEO le imprimió un cambio de imagen a la marca, sellando colaboraciones con diseñadores expertos en moda urbana. Una de las colecciones de la marca llevaba el logotipo de Supreme estampado en el equipaje. Otra tenía un estuche transparente diseñado por Virgil Abloh para su marca Off-White.
Luego Arnault envió a Alexandre a renovar la marca Tiffany & Co., adquirida en 2021 por 15.800 millones de dólares. Famosa entre otras cosas por sus anillos de compromiso, la joyería tenía problemas para ganar terreno entre los compradores más jóvenes. Alexandre lideró una colaboración entre Tiffany y Nike Inc. para fabricar las zapatillas Nike Air Force 1 en cuero negro y con su logo distintivo en celeste, el color de las famosas cajas y envoltorios de Tiffany. Las zapatillas salieron a la venta por 400 dólares y en todo Estados Unidos se pegaron afiches publicitarios que decían: “Tiffany no es la marca de tu mamá”.
Los dos hijos menores del Arnault se han apegado más estrictamente a la trayectoria profesional de su padre. Ambos asistieron a una escuela secundaria jesuita, donde tuvieron como profesora de literatura a Brigitte Macron antes de convertirse en primera dama de Francia.
Frédéric Arnault se formó en piano clásico y se destacó como tenista. Fue aceptado en el Polytechnique, donde tomó los mismos cursos que su padre. Luego cofundó una startup de pagos electrónicos, que vendió 18 meses después.
En 2018, Arnault reclutó a Stéphane Bianchi, un ejecutivo que había entrenado al heredero de la empresa de cosméticos Yves Rocher, y lo puso al frente del negocio de relojes de LVMH. Según Bianchi, Arnault le indicó desde un principio que trabajara en estrecha colaboración con Frédéric, que en ese momento estaba abocado a impulsar la estrategia de TAG Heuer en las redes sociales. Dos años más tarde, Bianchi lo nombró CEO de la marca.
“Por supuesto que mi padre me da consejos, pero también me da mucha libertad”, dijo Frédéric en una entrevista. En las reuniones, Frédéric tiene la misma tendencia de su padre a dejar que los demás hablen mientras él los estudia, apunta Toledano.
“Él te mira y te estudia. A veces te deja hablar 10 minutos de corrida, mientras él simplemente absorbe”, dijo.
Según sus allegados, Frédéric tiene una relación muy cercana con su hermano menor Jean, y eso ayuda a alimentar la fascinación del joven de 24 años por el mundo de los relojes. Jean estudió matemática financiera en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y luego obtuvo una maestría en ingeniería mecánica del Imperial College de Londres, con una tesis sobre el resorte de equilibrio de carbono, uno de los componentes de los relojes Tag Heuer.
Ahora Frédéric trabaja en la división de relojes de Louis Vuitton y pasa gran parte de su tiempo en su fábrica en Suiza. En marzo, anunció planes para relanzar la marca Gérald Genta, con el apoyo de la viuda del relojero.
En los últimos años, Arnault les ha pedido consejo a sus hijos sobre algunos de los problemas más delicados que enfrenta la empresa. Según sus allegados, el año pasado, cuando la inflación se disparó, alimentando la bronca de la opinión pública por la desigualdad, a Arnault lo preocupaba que la indignación de la gente se extendiera hacia su familia y LVMH.
Entonces acudió a su hijo mayor, Antoine, que ya lo venía presionando para que comunicara más abiertamente ante la opinión pública las operaciones de LVMH. Antoine sugirió que LVMH lanzara una campaña publicitaria exhibiendo cuánto había aportado la empresa en materia de impuestos al Estado francés y la cantidad de puestos de trabajo que había generado en el último año. Su padre siguió su consejo.
Este año, la iniciativa de Macron para aumentar la edad jubilatoria desató una ola de protestas callejeras en toda Francia, y en las manifestaciones empezaron a aparecer carteles con la foto de Arnault y la leyenda “Buscado”. Un día, los manifestantes irrumpieron en la recepción de la sede de LVMH con bengalas y banderas. Pocos días después, Arnault amplió su campaña publicitaria a diarios como Libération y otros periódicos de izquierda.
Según personas familiarizadas con el tema, el titán de los productos de lujo también les pidió consejo a sus hijos sobre cómo manejar la salida de Burke de Louis Vuitton.
Burke, que sigue siendo asesor de Arnault, convirtió a Louis Vuitton en una marca con 20.000 millones de dólares en ventas anuales, mientras enfrentaba una tragedia personal: el diagnóstico de cáncer de su esposa.
Burke quería estar a su lado hasta el final, que se produjo en febrero. Arnault decidió que Pietro Beccari, hasta entonces director ejecutivo de Dior, tomaría el mando de Louis Vuitton, y que Delphine se convertiría en la nueva jefa de Dior.
A fines de enero, los empleados de Louis Vuitton se reunieron en el Louvre, donde la marca acababa de realizar su desfile de moda masculina, para rendir un homenaje privado y despedir a Burke.
“Estoy muy emocionada”, dijo Delphine Arnault ante los presentes, mientras su padre y Burke la miraban. Uno de sus primeros recuerdos de Burke, dijo Delphine, era su bigote, y mostró una foto del joven Burke en la década de 1980. “Todos aprendimos muchísimo a su lado”.
Por Nick Kostov y Stacy Meichtry
Traducción de Jaime Arrambide