Los generales ratifican su lealtad a Nicolás Maduro y buscan disipar el “efecto Bangladesh” que entusiasmó a la oposición

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, junto con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, y Remigio Ceballos, Comandante Operacional Estratégico de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, junto con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, y Remigio Ceballos, Comandante Operacional Estratégico de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas

CARACAS.- La alta cúpula militar y policial rodeó este martes a su líder como merecen las grandes ocasiones, con rostros sobrios y gesto firme. Los hombres que tienen el poder de fuego en el país querían dejar claro que son leales a la revolución, cuando el desafío lanzado el lunes por la líder opositora, María Corina Machado, y por Edmundo González Urrutia, ganador de las elecciones del 28 de julio, los había señalado a todos ellos.

“Estamos dando una batalla dura, estamos frenando un golpe de Estado en desarrollo”, aseguró el general Vladimir Padrino López, ministro de Defensa y cabecilla del generalato, principal apoyo con el que cuenta el presidente Nicolás Maduro para mantenerse en el poder por la fuerza. Con él estaba el almirante Remigio Ceballos, ministro del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz.

La respuesta de los policías de Ceballos, los guardias nacionales de Padrino y los colectivos paramilitares trabajando codo con codo con los anteriores dejó 24 muertos, en su mayoría jóvenes, desde que estallaran las protestas en Venezuela. Eso sí, Padrino espoleó el victimismo y aseguró que dos de sus hombres también habían perdido la vida.

Se trataba de una estampa con mayoría de color verde muy parecida a la que se mostró cohesionada durante el 2019, con la irrupción del presidente encargado, Juan Guaidó, y de la coalición internacional contra el chavismo. En ese momento se impuso un lema, repetido hasta la saciedad: “Leales siempre, traidores nunca”.

La situación es hoy muy distinta, con un megafraude denunciado por la oposición de por medio que el alto mando no reconoce, pero que afecta directamente al principio de legalidad que la Fuerza Armada asegura defender a capa, espada y fusil.

Padrino percutió directamente contra las “facciones insurreccionales”, una “corriente fascista” que con “planteamientos desesperados y sediciosos” pretende engañar al país y al mundo, en un intento por descalificar un llamado que impactó en la sociedad venezolana, que mantenía cierta esperanza con la postura de los militares de graduación media y baja, ninguna con los generales. En la última década las deserciones entre los soldados fueron masivas, ya que en los cuarteles también se sufría por el derrumbe bolivariano, incluso por una pésima alimentación, además de unos salarios mínimos.

Las órdenes del “presidente electo”, tal y como firmó la carta el diplomático González Urrutia, que les exigía situarse al lado del pueblo y dejar de reprimir, llegaban además pocas horas después de conocerse la caída de la dictadora de Bangladesh, provocada porque los militares se negaron a seguir reprimiendo al pueblo. De eso iba también la ceremonia castrense: despejar cualquier duda de unidad dentro de las Fuerzas Armadas. Una unidad basada también en el terror contra quienes piensan distinto y contra sus familias: antes de la actual ola represiva, de los 305 prisioneros políticos 154 pertenecían al estamento militar.

“La utilización de Vladimir Padrino por parte de Nicolás Maduro sólo deja en evidencia que Maduro no cuenta con el apoyo popular y por ende mucho menos ha podido ganar las elecciones”, reaccionó el antiguo mayor general Hebert García Plaza, exministro de Chávez hoy en el exilio.

El discurso de Padrino, con fama de buen tirador pero de torpe manejo de las palabras, precedió a una cadena de reconocimientos en cada región militar, estampas parecidas a las vividas en Caracas para confirmar la lealtad de toda la cadena de mando. Cada comandante, junto a una muestra de tropa, expresó la fidelidad a Miraflores.

“Efecto búmeran en lo que acaba de pasar con Padrino: fenómeno en la comunicación política donde un mensaje diseñado para persuadir o influir en una audiencia termina provocando el efecto contrario, reforzando o intensificando las creencias opuestas en lugar de cambiarlas”, criticó el exministro chavista Andrés Izarra.

El acto militar consolidó la postura irreductible de los 2000 generales (más que en toda la OTAN), la mayoría ascendidos por Maduro, beneficiados por el sistema de corruptelas que reina en el chavismo. El “efecto Bangladesh”, que durante unas horas animó a la sociedad civil venezolana, sufrió así una fuerte sacudida y un golpe de realidad. La referencia es a la ahora ex primera ministra de la nación asiática, Sheikh Hasina, que renunció y huyó este lunes del país tras 15 años en el poder bajo presión de las multitudinarias protestas, al tiempo que los militares anunciaron la formación de un gobierno interino.

¿Es posible lo de Bangladesh en Venezuela? Nunca nada es imposible hasta que pasa, pero es poco probable por la naturaleza del régimen venezolano, un régimen civil policiaco militar, más apegado al modelo soviético y con fuerte aparato de inteligencia a lo interior de los militares. Y además con un componente de adoctrinamiento, junto al de terror y control interno, que a menudo se desprecia pero que no poseía un régimen como el de Bangladesh. Más allá de la diferencia de los casos, la gran diferencia, y su gran ventaja, es que estos regímenes son más vigilantes hacia adentro”, señaló el historiador Armando Chaguaceda para LA NACION.

“El principal terror que los mantiene unidos es el temor a las purgas en su seno, incluso más que el temor a la oposición. El terror es un diseño estalinista soviético, incluso los nazis criminalizaban más a los enemigos, pero quienes lo hacían con los suyos eran los soviéticos. Esa es la gran diferencia fundamental del modelo”, concluyó Chaguaceda.