Firmaré tu pelota de béisbol, si tú firmas la mía

Una mañana reciente en Phoenix, Juan Soto, un jardinero estelar de los Yankees de Nueva York, estaba mirando televisión en el “clubhouse” visitante cuando un asistente se le acercó para pedirle un favor.

El asistente traía en sus manos un bolígrafo y una pelota de béisbol impecable, colocados cuidadosamente en una bolsa de plástico: los elementos reveladores de una solicitud de autógrafo.

Sin embargo, el asistente no pedía el autógrafo para sí mismo. “Es para Zac Gallen”, le dijo a Soto, refiriéndose al lanzador estelar de los Diamondbacks de Arizona. Soto apenas apartó la mirada de la pantalla mientras tomaba la pelota y el bolígrafo. Al final del día, una pelota de béisbol firmada por Soto esperaba a Gallen en su casillero.

La interacción se realizó con indiferencia. Entre los jugadores de las Grandes Ligas de Béisbol, solicitar el autógrafo de un compañero es casi tan común como que lo solicite un aficionado. Los jugadores, conscientes de lo fugaces que pueden ser sus carreras, coleccionan recuerdos en el verdadero sentido del término: una manera de recordar a los grandes con quienes compartieron el campo.

“Me di cuenta de que no voy a jugar para siempre”, dijo Gallen, “y no voy a tener la oportunidad de conseguir el autógrafo de jugadores contra los que he competido”.

Los jugadores rara vez se niegan a firmar un autógrafo para sus compañeros. “De verdad, creo que el 99,9 por ciento de los jugadores lo ven como el mayor cumplido”, comentó Jameson Taillon, lanzador de los Cachorros de Chicago. Pero en la sociedad de admiración mutua de las grandes ligas existen algunas reglas sobreentendidas.

Los aficionados o el personal de mercadotecnia, que buscan artículos firmados para organizaciones benéficas u obsequios, persiguen constantemente a cada jugador en busca de su autógrafo, por lo que los jugadores tienen en cuenta el volumen de solicitudes cuando se acercan a sus colegas.

De hecho, el primer obstáculo es considerarse un colega. Los jugadores veteranos no están tan al pendiente de quién les pide un autógrafo como los jugadores jóvenes, quienes se consideran demasiado intrascendentes como para molestar a los jugadores mayores.

“Como novato, es un poco intimidante”, dijo Archie Bradley, un lanzador agente libre que jugó para los Marlins de Miami recientemente. “Tienes una visión de ti mismo como: ‘¿Soy lo suficientemente bueno como para pedir un autógrafo?’”.

Algunos de los mejores jugadores sintieron lo mismo cuando eran novatos.

“No creía que fuera digno de pedir nada todavía”, relató Nolan Arenado de los Cardenales de San Luis. “Así es como lo veía”.

Los jugadores interesados en los artículos coleccionables acaban superando esa timidez, a menudo porque sus carreras están llegando a su fin o porque uno de los grandes de todos los tiempos está a punto de retirarse. Cuando Derek Jeter, campocorto y capitán de los Yankees, entró en su última temporada en 2014, dejó saber que firmaría autógrafos a cualquier compañero de Grandes Ligas que se lo pidiera.

En 2022, el objeto de colección más popular entre los jugadores era cualquier artículo firmado por Albert Pujols, quien había anunciado que se retiraría al final de la temporada.

En parte, ese hecho es lo que impulsó a Gallen a coleccionar. A pesar de haberse consolidado como un lanzador derecho de élite, el jugador se mostraba nervioso al hablar con Pujols antes de un partido.

“Él estaba tratando de tener una conversación conmigo e interactuar, y yo simplemente intentaba apartarme de su camino”, recordó Gallen. “No quería quitarle nada de su tiempo”.

Pujols prefería que se le acercaran en persona: el veterano campocorto de los Gigantes de San Francisco, Brandon Crawford, ahora con los Cardenales, hizo su solicitud al llegar a la primera base durante un juego. Pero las horas previas al partido son muy ocupadas y esas reuniones pueden ser difíciles de organizar.

La siguiente mejor opción es enviar una nota escrita a mano. Bradley ha escrito mensajes cordiales a David Ortiz y CC Sabathia, entre otros, explicando el impacto que tuvieron en su carrera. También pide que los artículos firmados sean personalizados, una manera de indicar a los jugadores cansados de firmar autógrafos que todo lo que firmen no terminará en eBay.

Sin embargo, poco de esto sucede sin los asistentes del “clubhouse”. Son ellos quienes transportan las solicitudes y los artículos firmados de un lugar a otro.

Shawn Moore, el asistente en Arizona que se acercó a Soto en nombre de Gallen, es el buscador de autógrafos designado por los Diamondbacks. Una vez terminada una serie, generalmente en medio de un set de tres juegos, ingresa al “clubhouse” visitante y comunica las solicitudes del equipo local.

Al final de la serie, Moore ha cumplido con la mayoría de las solicitudes. En el Juego de Estrellas del año pasado en Seattle, narró Gallen, Moore necesitó solo media hora para conseguirle al lanzador un par de zapatos firmados por el miembro del Salón de la Fama, Ken Griffey Jr.

Se agradece ese tipo de esfuerzo: los jugadores les ofrecen a los asistentes propinas en efectivo o algún otro gesto detallista. Puede ser pequeño, tal vez un café o un sándwich fuera del estadio, pero mantiene en marcha el sistema de autógrafos entre colegas del béisbol. “La bondad engendra bondad”, concluyó Moore.

c.2024 The New York Times Company