El escándalo trajo reformas al fútbol, pero sus dirigentes las están echando atrás

BANGKOK — El informe de 12 páginas tenía como objetivo salvar al órgano rector del fútbol, la FIFA, en su momento de crisis existencial.

El documento, lleno de propuestas de reforma y redactado por más de una decena de personas dentro del mundo del fútbol en diciembre de 2015, era la mejor oportunidad de la FIFA para demostrarles a sus socios comerciales, a los investigadores estadounidenses y a miles de millones de aficionados que se podía volver a confiar en ella después de uno de los mayores escándalos de corrupción en la historia de los deportes.

Con viñetas y secciones numeradas, el informe defendía ideas honorables como la responsabilidad y la humildad. También proponía cambios concretos y, para la FIFA, revolucionarios: transparencia en la toma de decisiones importantes, límites de mandatos para los altos dirigentes, nuevas restricciones al poder presidencial y la abolición de comités bien financiados a los que en general se les considera un sistema de corrupción institucional.

Y ahí, en la última página del informe, en lo más profundo de una lista de sus autores, estaba el nombre del hombre que se posicionaba como el salvador de la FIFA: Gianni Infantino.

Infantino, un administrador del órgano rector del fútbol europeo, había sido contratado para ayudar a esbozar las reformas. Para cuando se anunciaron, ya era candidato a la presidencia de la FIFA. Tras presentarse como una ruptura total con el pasado, asumió triunfalmente el cargo unos meses más tarde y de inmediato empezó a poner en efecto muchos de los cambios. Las seis confederaciones regionales del deporte también prometieron enderezar el camino.

Menos de una década después, el apetito del fútbol por reformar parece haber menguado. Una auditoría externa del órgano rector del fútbol africano, encargada después de que la FIFA tomó el control de la organización, sugirió decenas de millones de dólares en fondos malversados. Los órganos rectores de Europa y de Norteamérica y Centroamérica han dado marcha atrás a las reformas o han ignorado por completo las que se habían prometido, según una comparación de las promesas públicas y las acciones concretas. La confederación asiática de fútbol votará esta semana por la eliminación de los límites de mandatos para sus dirigentes.

Y, el viernes en Bangkok, Infantino y la FIFA les pedirán a sus miembros que aprueben una lista de cambios en sus estatutos que echarían todavía más atrás los cambios que el líder alguna vez asumió con los brazos abiertos y restaurarían las estructuras que él había intentado eliminar.

Los detractores sostienen que eso alejaría al fútbol de los sólidos principios de buen gobierno que adoptó en medio del escándalo. En respuesta, la organización señaló: “La FIFA no está de acuerdo con este sentimiento en absoluto”.

Señales confusas

La FIFA como institución, así como Infantino a título personal, invocan con frecuencia un poderoso respaldo a sus reformas siempre que surgen cuestionamientos sobre la probidad corporativa. Aunque Infantino casi no concede entrevistas, en respuesta a preguntas sobre la marcha atrás de las reformas, la FIFA mencionó que los cambios realizados desde los escándalos de 2015 la han transformado “de una institución tóxica a un órgano rector moderno, respetado y de confianza”.

La FIFA señaló que ese giro hacia un modelo de gobernanza ha sido “reconocido por varias organizaciones externas, incluido el Departamento de Justicia de Estados Unidos”.

Sin embargo, la semana pasada, autoridades estadounidenses mencionaron que nunca habían revisado las reglas o normas de gobernanza de la FIFA y la oficina del fiscal que llevó muchos de los casos de corrupción se negó a respaldar los cambios en las federaciones.

“Nuestra oficina no ha respaldado la eficacia de ninguna de las labores actuales de reforma de la FIFA”, declaró John Marzulli, vocero de la Oficina del Fiscal del Distrito Este de Nueva York.

El Departamento de Justicia le otorgó el estatus de víctima a la FIFA, junto con dos de sus confederaciones regionales, lo cual refleja una conclusión de que la han perjudicado sus propios dirigentes. Esa designación podría permitirle recuperar decenas de millones de dólares incautados a los acusados en el caso.

No obstante, en una señal de la reticencia del Departamento de Justicia a respaldar las afirmaciones de la FIFA respecto a que es una institución que ha cambiado, las autoridades estadounidenses se negaron a pagarles directamente a la FIFA o a sus federaciones relacionadas 201 millones de dólares en fondos de restitución. En su lugar, tomaron la medida inusual de exigir la creación de una fundación con sede en Estados Unidos para recibir los ingresos.

Al mismo tiempo, la FIFA ha tomado medidas para modificar los estatutos corregidos después del escándalo. Por ejemplo, en el estudio de 2015, Infantino y sus colegas con los que redactó el informe pidieron el desmantelamiento de un sistema abotargado de comités que durante años había sido uno de los peores excesos de la FIFA: un programa de asignaciones de patrocinio en el que autoridades del fútbol de todo el mundo podían disfrutar de viajes en aviones de lujo, alojamiento de cinco estrellas y salarios anuales considerables, todo a expensas de la FIFA, a cambio de su lealtad y sus votos.

En aquel momento, la FIFA tenía 26 de estos comités permanentes. El informe de 2015 recomendaba una reducción a nueve “para mejorar la eficiencia”. En la actualidad, solo hay siete.

Sin embargo, como parte de los cambios propuestos a las reglas que se están estudiando esta semana en Bangkok, Infantino les pedirá a los miembros que aprueben quintuplicar la cantidad de paneles, a 35, y también la facultad de crear otros nuevos —y nombrar miembros— cuando él lo considere oportuno.

La FIFA señaló que necesitaba los comités adicionales porque había ampliado sus funciones de manera significativa y sugirió que los cargos crearían más puestos para mujeres. El organismo afirmó que algunas reuniones se celebrarían por teleconferencia. No mencionó cómo se elegiría a los miembros de los comités, pero ya existe interés por estos puestos.

Un funcionario deportivo, quien trabaja para otro gran organismo deportivo, pero ha formado parte de comités de la FIFA en el pasado, sonrió cuando le contaron que los habían restaurado. Pidió no ser identificado porque todavía mantiene una relación con la organización. No obstante, comentó que esperaba que le ofrecieran un puesto, pues era costumbre que los beneficios incluyeran acceso a apreciados boletos para la Copa Mundial.

Mareas cambiantes

Región por región, las promesas de cambio ya se han diluido. La votación celebrada esta semana en la Confederación Asiática de Fútbol (AFC, por su sigla en inglés) para abolir los límites de los mandatos permitirá que su presidente y los miembros de su junta directiva permanezcan en el cargo de manera indefinida (la AFC declaró que cuatro de sus federaciones miembro habían solicitado el cambio). Se aprobó una iniciativa del presidente del fútbol europeo para quedarse más allá del límite de 12 años de su mandato, pero al final no tuvo sentido cuando declaró que no se postularía. (Señaló que no tenía planeado prolongar su mandato, pero que quería poner a prueba la lealtad de los miembros). Y el organismo del fútbol norteamericano, la CONCACAF, la cual estuvo a punto de colapsar a causa del escándalo de corrupción de 2015, no ha llevado a cabo los cambios prometidos, como la contratación de miembros independientes para la junta directiva. (No respondió a una solicitud para ofrecer comentarios el martes).

Al mismo tiempo, la cultura de las sinecuras bien pagadas y los presidentes todopoderosos se ha fortalecido en cierto modo. Los miembros de la junta directiva de la FIFA ganan entre 250.000 y 350.000 dólares anuales por un trabajo que puede requerir la asistencia a tan solo tres reuniones al año. Infantino ha visto cómo su salario ha aumentado a más del doble desde que asumió el cargo, hasta casi 5 millones de dólares y hace poco supervisó una modificación de los límites del mandato —específica para él— que podría permitirle permanecer en su puesto quince años en vez de los doce que le asignan los estatutos de la FIFA.

Miguel Maduro, el primer jefe de gobernanza de la FIFA que nombró Infantino después de su elección, culpó a la cultura de la organización del retroceso a las viejas costumbres. “No basta con quitar algunas manzanas podridas, si los árboles que las produjeron siguen en su sitio”, opinó.

Maduro, quien dejó el cargo de gobernanza en 2017, llamó al debilitamiento de las salvaguardas “una formalización del retroceso de las reformas”. Calificó los últimos cambios como la confirmación de un proceso que está en marcha de manera informal desde hace años.

Conforme Infantino ha consolidado su posición, al mismo tiempo ha dado marcha atrás a cambios que buscaban reducir la influencia de su cargo. Según las reformas propuestas, el presidente se iba a convertir en “embajador” del deporte y se iba a transferir una mayor autoridad al máximo administrador de la FIFA, el secretario general, un puesto que se transformó para parecerse más al de un director ejecutivo.

Sin embargo, durante la mayor parte del mandato de Infantino, la secretaria general que él seleccionó a mano, Fatma Samoura, apenas participó en asuntos importantes. En cambio, las decisiones más importantes se consolidaron cada vez más en menos manos y quedaron bajo el control de un grupo conocido como “el buró”.

Debido a que Samoura hace poco dejó la FIFA, es probable que la reducción de su antiguo cargo también se formalice en Bangkok. Según el nuevo borrador de estatutos, se borrarían todas las referencias a que el secretario general funge como director general de la FIFA. En su lugar, el cargo, el cual antes se reportaba con la junta directiva, ahora también se reportará directamente con el presidente.

c.2024 The New York Times Company