Danny Glover habla sobre actuación, activismo y su Oscar honorífico
El viernes 25 de marzo, Danny Glover recibirá un Oscar honorífico, el Premio Humanitario Jean Hersholt, otorgado por sus décadas de activismo y servicio, que incluye periodos como embajador de buena voluntad tanto para UNICEF como para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Glover saltó a la fama en la década de 1980 con sus papeles en películas como “El color púrpura” y la saga de “Arma mortal”. Sin embargo, también ha construido una extensa carrera produciendo películas de autor creativas y elogiadas por la crítica, como “Bamako”, “El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas”, “Hale County esta mañana, esta noche”, “Zama”, y, en sus inicios, “Dormir con rabia”.
Como señal de su modestia, Glover, de 75 años, prefiere conversar sobre historia y sobre heroínas como Mary McLeod Bethune y Dorothy Height (o contar la historia de cuando Nelson Mandela, a quien interpretó en una película de HBO, le cantó “Feliz cumpleaños” a su padre). En palabras de una de sus socias productoras en Louverture Films, Joslyn Barnes, “él se considera un trabajador cultural”. Es factible que sus próximos proyectos incluyan tanto reuniones con los directores Apichatpong Weerasethakul y RaMell Ross, como preparar una secuela de “Arma mortal”.
Glover conversó por teléfono desde San Francisco, donde ha vivido en Haight-Ashbury desde que tenía 11 años. Esta entrevista fue resumida y editada.
P: Incursionaste en el activismo desde antes de ser actor. En 1968, participaste en una huelga de cinco meses en la Universidad Estatal de San Francisco, como parte de la Unión de Estudiantes Negros.
R: Formamos una increíble coalición con estudiantes asiáticos, latinos y también estudiantes blancos progresistas. Sin lugar a dudas soy hijo del movimiento por los derechos civiles. Vi como mis padres cumplieron la mayoría de edad y se involucraron en el sindicato postal. Recuerdo haber presenciado el boicot de autobuses de Montgomery cuando tenía 9 años. La mayoría de mis vacaciones largas las pasé visitando a mis abuelos en la zona rural de Georgia, en el condado de Jefferson, de donde era mi madre, y pude asociar el lugar donde vivían con las campañas.
P: ¿El activismo ha influido en tus decisiones a la hora de elegir proyectos cinematográficos?
R: Comencé a ser actor debido a mi activismo. Mira, nunca antes había estado en un escenario [como estudiante]. Eso se dio totalmente por el hecho de que el teatro se convirtió en una herramienta de comunicación en el Movimiento de las Artes Negras. Es cierto que existieron movimientos de artistas negros antes de eso, con generaciones anteriores en el siglo XX, donde se dio el ascenso de artistas negros como Sidney Poitier y Harry Belafonte, Ruby Dee y Ossie Davis, y muchos más, quienes pasaron a formar parte del panorama cultural de nuestro país. Pero este momento particular le brindó un espacio a cierto tipo de teatro. Y me involucré en el Comité de Apoyo para la Liberación Africana y el movimiento contra el apartheid.
P: ¿Hubo alguna obra que te haya transformado como actor en la década de 1970?
R: Durante un tiempo trabajé de noche y asistí al American Conservatory Theater. Bennet Guillory —con quien tengo una compañía de teatro en Los Ángeles llamada The Robey Theatre— me dijo: “Desarrollemos algo”. El resultado fue “Blood Knot”, de Athol Fugard. Es una obra fascinante que gira en torno a dos personajes, uno blanco y otro negro, que son hermanos. Ese fue el momento en el que mi vida cambió. Desde 1971, había estado trabajando en la oficina de desarrollo comunitario en el Despacho del Alcalde y el Programa de Ciudades Modelo. Ahora podía conectar los movimientos en los que había estado involucrado, que en esencia eran movimientos en torno a la liberación africana, a través del arte.
P: ¿Podrías hablarme un poco sobre la producción de cine de arte?
R: Lo que me fascinó de las películas africanas fue que se trataban de historias y relaciones poscoloniales creadas desde un punto de vista diferente al de las imágenes que hemos visto de los africanos a lo largo de la historia del cine, en particular el cine estadounidense. Eran películas perspicaces, en particular de Senegal y Malí, como “Black Girl” de Ousmane Sembene. Podíamos ver a los africanos contar su historia y ver cómo se convertían en arquitectos —y visionarios— de su propio crecimiento y desarrollo.
Tuve la oportunidad de hacer eso. Tengo tiempo queriendo hacer una película sobre la revolución haitiana. Cuando pensamos en Haití, pensamos en un lugar empobrecido, donde siempre hay caos. Pero esa nación tuvo una revolución dirigida por uno de los líderes más admirables: Toussaint Louverture. Encontré una manera de comprender el mundo a través de esa revolución. Además, conocí a esta increíble persona llamada Joslyn Barnes cuando estaba haciendo un cameo en la película de un amigo mío en Senegal.
P: ¿Cómo ha sido la experiencia de producir el trabajo de cineastas como Apichatpong Weerasethakul?
R: ¡Él es increíble! Me refiero al hecho de estar cerca de él, pasar tiempo a su lado. ¡Todos estos cineastas! Con Abderrahmane Sissako hicimos “Bamako”, sobre el Banco Mundial. Eso fue en el patio interior de su familia. Filmamos a personas que en realidad vivían en el patio interior y salían a trabajar. ¿Has visto “El tío Boonmee”?
P: Sí, por supuesto.
R: ¡Qué gran película! Podría haberles pedido a mi abuela y a mi abuelo que vieran esa película y habrían encontrado algo allí. Es un cine increíble.
P: Ya tenías tiempo produciendo, como cuando hiciste “Dormir con rabia” en 1990, y “The Saint of Fort Washington” en 1993, las cuales además protagonizaste.
R: Conocí a Charles Burnett [el director de “Dormir con rabia”] a través de su trabajo, desde el comienzo, con “Matador de ovejas”. Detalla mucho el viaje, la manera en que acumulamos todas estas cosas, depósitos no solo de nuestras propias vidas, sino también de vidas pasadas. Mi abuelo tenía un “toby” [un amuleto de la buena suerte que el personaje charlatán encarnado por Glover busca durante la película].
P: También ha sido genial verte en nuevas películas independientes de directores primerizos, como “The Last Black Man in San Francisco”, de Joe Talbot, y “Sorry to Bother You”, de Boots Riley.
R: Walter Riley y yo estudiamos juntos en la Universidad Estatal de San Francisco, por allá de 1968 o 1969. ¡Es el padre de Boots! Eso me pareció hermoso. San Francisco tiene una comunidad negra muy pequeña, y es hermoso vivir en el mismo vecindario, ver a personas que recuerdas. De repente estás en la tienda, y alguien te dice: “¿Sabes?, mi abuela te conoce”. Es por eso que estas cosas me hacen reír. Porque si me hubieras conocido a los 12, 13, 14, 15 años… “¿Él? ¿Ese tipo de allí? ¿Ese es el de ‘Arma mortal’?”.
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