CORRECCIÓN: Antes, todos se sorprendían de que Estados Unidos espiara a sus aliados; ahora, apenas y se inmutan
WASHINGTON — La última vez que una filtración de documentos secretos expuso las operaciones de espionaje de Estados Unidos en todo el mundo, la reacción de los gobiernos aliados fue rauda y severa.
En Berlín, miles de personas protestaron en las calles, el jefe de estación de la CIA (Agencia Central de Investigación, por su sigla en inglés) fue expulsado y la canciller alemana le dijo al presidente de Estados Unidos: “Espiar a los amigos no es aceptable”. En París, el embajador de Estados Unidos fue convocado para una regañadiza. El presidente de Brasil canceló enojado una visita estatal a Washington.
Eso fue hace una década, luego de una fuga enorme de documentos clasificados en los que se detallaban programas de espionaje estadounidense, la cual llevó a cabo un contratista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por su sigla en inglés) Edward Snowden. Este los entregó a periodistas en lo que él llamó un servicio público para exponer la extralimitación del gobierno.
La filtración más reciente de documentos clasificados que aparecieron en línea este año, de la cual se desconocen las motivaciones, una vez más ha ilustrado el amplio alcance de las agencias de espionaje estadounidenses, pues incluso llegan a las capitales de países amigos como Egipto, Corea del Sur, Ucrania y los Emiratos Árabes Unidos.
Aunque los documentos se concentran sobre todo en la guerra en Ucrania, incluyen notas de inteligencia que describen conversaciones y planes en altos niveles del gobierno en esos países, y en muchos casos esa información es atribuida a “señales de inteligencia” o a vigilancia electrónica. Han servido para recordarle al mundo el alent de Estados Unidos para espiar, y los líos diplomáticos y daños a la reputación que conllevan estas filtraciones.
Los adversarios de Estados Unidos han querido explotar este momento incómodo. Fue apenas hace unos meses que las autoridades estadounidenses vituperaban a China por sus ojos metiches, en la forma de globos de espionaje que sobrevolaban diversos continentes. El miércoles, un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China les volteó la jugada al insistir que Estados Unidos le debía a la comunidad internacional una explicación por su “robo secreto, espionaje y escucha indiscriminados en varios países del mundo, incluyendo a aliados suyos”.
Sin embargo, a diferencia de 2013, al parecer los aliados de Estados Unidos no están dando mucha importancia a los ejemplos más recientes de este espionaje aparente.
Los gobiernos de Egipto, Israel, Corea del Sur y los Emiratos Árabes Unidos dijeron que los informes filtrados sobre sus deliberaciones eran falsos o fabricados, pero no comentaron casi nada sobre el hecho de ser espiados. (Las autoridades estadounidenses no han disputado la autenticidad general de los documentos, aunque han advertido, sin decir nada específico, que ciertas partes del contenido quizá hayan sido alteradas cuando aparecieron en línea).
La respuesta mesurada podría ser un producto de la perspectiva hastiada respecto a la extralimitación de las agencias de espionaje estadounidenses. Es posible que el final de la Guerra Fría haya provocado el final de una época dorada del espionaje, pero los documentos que Snowden hizo públicos en 2013 revelaron que tras septiembre de 2001 había surgido una nueva era de espías. Quedó en claro que Estados Unidos, impulsado por el miedo a actos terroristas y empoderado por sus avances tecnológicos, había creado una red sofisticada de espionaje global que recaudaba cantidades enormes de datos de millones de correos electrónicos y llamadas telefónicas de todo el mundo.
En ese momento, fue muy sorprendente para muchos. Ahora no lo es tanto.
“Yo esperaría que la reacción a esta fuga más reciente fuera más contenida que la reacción a las revelaciones de Snowden”, opinó Charles Kupchan, quien se convirtió en director sénior para Europa del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca a menos de un año de esas filtraciones.
“Snowden desató toda una problemática” al revelar la totalidad del alcance del espionaje de su país en todo el mundo, afirmó Kupchan. “Hasta cierto punto, el hecho de que Estados Unidos esté espiando a sus aliados no es una noticia”, añadió.
Eso podría ser un alivio para el presidente Joe Biden. El presidente Barack Obama, bajo quien sirvió Kupchan, tuvo que hacer varias llamadas telefónicas para arreglar el daño que habían causado las revelaciones sobre el hecho de que se espiaban a aliados.
Quizá lo más explosivo fue la revelación de que la NSA había estado escuchando directamente el teléfono de la canciller Angela Merkel, lo cual hizo que ella le dijera a Obama que “espiar a los amigos no es aceptable”, como ella lo contó después. Los rivales políticos de Merkel la criticaron por permitir que Estados Unidos pisoteara la soberanía de Alemania, y la opinión pública alemana hacia los estadounidenses se agrió mucho.
Es demasiado pronto para decir cómo podría verse afectada la opinión pública por los documentos clasificados que hace poco se descubrieron en línea, pero hay pocos indicios de que tengan repercusiones graves. Benjamin Rhodes, exasesor de seguridad nacional bajo el gobierno de Obama, comentó que él no esperaba que hubiera demasiada indignación.
Una razón importante, explicó, era que los documentos que publicó Snowden revelaron no solo que se espiaba a jefes de gobierno, sino que se vigilaban poblaciones enteras, lo cual hizo enojar a las personas, quienes sentían que habían violado su privacidad.
“Eso creó un mayor problema político para los líderes”, explicó Rhodes. “Hubo cierta indignación performativa, sobre todo porque se trataba de los correos electrónicos” de su pueblo.
“También ha habido una normalización de estas filtraciones”, añadió citando no solo los archivos de la NSA que Snowden publicó, sino también un enorme volumen de telegramas diplomáticos del Departamento de Estado entregados a WikiLeaks por Chelsea Manning, exanalista de inteligencia del Ejército.
“A estas alturas, simplemente no puedo imaginar que alguien de verdad se sorprenda al saber que Estados Unidos está interesado en la toma de decisiones de estos países”, manifestó Rhodes.
Hasta ahora, las únicas consecuencias políticas evidentes de las filtraciones recientes se han producido en Corea del Sur, donde un documento clasificado de Estados Unidos describía un debate entre altos funcionarios de seguridad nacional sobre la conveniencia de enviar proyectiles de artillería al extranjero que quizá acabarían en Ucrania, lo que podría enfadar a Rusia. Los líderes de la oposición en Corea del Sur han denunciado a Estados Unidos por quebrantar la confianza con un aliado y “violar la soberanía” del país.
Sin embargo, según Andrew Yeo, investigador del Centro de Estudios Políticos de Asia Oriental de la Institución Brookings, tal vez se trate más bien de una cuestión de grandilocuencia política interna, ya que el Partido Democrático de la oposición surcoreana trabaja para socavar el gobierno del presidente Yoon Suk Yeol.
Yoon, partidario de una estrecha alianza con Estados Unidos, tiene poco interés en una disputa diplomática con Biden. Y es posible que los surcoreanos toleren la vigilancia, dada su actitud muy favorable hacia Estados Unidos, en parte porque consideran a Washington un importante guardián frente al creciente poder de China.
“No creo que sea ni de lejos el tipo de reacción que tuvimos con WikiLeaks”, aseveró Yeo. “No creo que vaya a dañar la alianza a largo plazo”.
Y añadió: “Es más bien una vergüenza que Estados Unidos siga teniendo que espiar a sus amigos”.
c.2023 The New York Times Company