Conclusiones de la Convención Republicana

Anne Fundner habla en la segunda noche de la Convención Nacional Republicana en el Fiserv Forum de Milwaukee, Wisconsin, el martes 16 de julio de 2024. (Todd Heisler/The New York Times)
Anne Fundner habla en la segunda noche de la Convención Nacional Republicana en el Fiserv Forum de Milwaukee, Wisconsin, el martes 16 de julio de 2024. (Todd Heisler/The New York Times)

MILWAUKEE — La dramática aceptación que hizo Donald Trump del nombramiento de su partido pocos días después de un fallido intento de asesinato fue el punto culminante de una semana triunfal para un Partido Republicano que salió de su convención confiado y unificado.

Fue una tarde de emociones a flor de piel, ya que, el jueves, por primera vez, Trump relató cómo una bala “estuvo a milímetros de quitarme la vida”. Con la advertencia a una multitud embelesada de que contaría esta historia una sola vez porque era “demasiado dolorosa” para repetirla, habló con una cadencia deliberada, casi meditativa. Dijo haberse salvado gracias a la providencia y estar “más decidido que nunca” a recuperar la Casa Blanca luego de ese acontecimiento.

El apoyo casi unánime de los republicanos esta semana ─después de un disturbio violento en el Capitolio, un juicio político, cuatro acusaciones y una condena penal desde su última nominación─ fue incluso más evidente en un momento en que los demócratas están sumidos en el caos por la viabilidad del presidente Joe Biden.

Trump no se resistió a que su discurso se prolongara hasta pasada la medianoche en la costa este y batió su propio récord del discurso de nominación más largo. Al final, sus divagaciones se asemejaron a las ya conocidas quejas de sus mítines. Pero casi todas las frases que improvisó o reprodujo al pie de la letra fueron asimiladas por un partido más complaciente que nunca.

A continuación, seis conclusiones que nos deja la semana de la Convención Nacional Republicana.

Trump se renovó y luego volvió a ser el mismo.

Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur, habla durante la segunda noche de la Convención Nacional Republicana en el Fiserv Forum de Milwaukee, Wisconsin, el martes 16 de julio de 2024. (Kenny Holston/The New York Times)
Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur, habla durante la segunda noche de la Convención Nacional Republicana en el Fiserv Forum de Milwaukee, Wisconsin, el martes 16 de julio de 2024. (Kenny Holston/The New York Times)

Al principio, e infiel a su costumbre, Trump moderó los comentarios que suelen enardecer a sus fieles seguidores.

“Solo una vez”, dijo Trump mientras prometía no volver a mencionar a Biden en sus ataques. Pronto se desdijo. Pero evitar a su rival no era solo una táctica retórica, sino un imperativo estratégico, dada la incertidumbre que se arremolina en torno a Biden.

Trump dedicó buena parte de su discurso a los temas que sustentan su campaña, de los cuales sus voceros hablaron casi toda la semana, con o sin Biden como contrincante.

La inflación y la inmigración encabezaron la lista. Trump condenó la “invasión” y prometió la mayor operación de deportación de la historia de Estados Unidos. Si sonó discordante con cómo había empezado la noche (“Me postulo para ser presidente de todo Estados Unidos, no de la mitad”), esa tensión no fue sorprendente.

Trump sabe que sus improvisaciones, cada vez deja de leer el discurso preparado en el teleprónter, son bien recibidas, como cuando bromeó sobre las invitaciones a cenar de “Hannibal Lecter”. No tardó en pronunciar algunas falsedades sobre los inmigrantes que merman la Seguridad Social y repitió su negacionismo de las elecciones de 2020.

La noche y la semana reflejaron quién es Trump: poderoso y controvertido, prodigioso y pugilístico. También trató de recuperar el manto de insurgencia que alimentó su exitosa candidatura en 2016. “Es hora de un cambio”, declaró.

Un partido transformado que se une para apoyar a Trump.

Con su discurso, Trump clausuró una convención de cuatro días que puso de manifiesto cuánto ha cambiado el partido.

El jueves, hubo un momento que destacó: cómo pasaron sin interrupciones del luchador Hulk Hogan, quien se arrancó la camisa para dejar al descubierto una camiseta sin mangas de apoyo a Trump y Vance (mientras Hogan vociferaba: “El mejor equipo de mi vida”), al líder evangélico Franklin Graham, quien habló de cómo Dios había “perdonado” a Trump. Fue impactante y, sin embargo, tuvo todo el sentido del mundo en la era de Trump.

¿Espectáculo? Sí. ¿Una dosis de conservadurismo social? Sin duda. Y lo primero fue más vitoreado que lo segundo.

Desde una plataforma republicana que no aprobó del todo hasta una musicalización que sonaba como la que él mismo prepara para los mítines, la reunión de Milwaukee fue un recordatorio constante del control que Trump ejerce sobre el partido.

Así era antes del atentado. Pero delegados y servidores electos dijeron en entrevistas a lo largo de la semana que el tiroteo había endurecido su determinación y cimentado su creencia en que Trump debía ser candidato porqué así lo quería el destino.

“Yo no debería estar aquí esta noche”, dijo Trump el jueves.

“¡Claro que sí! ¡Claro que sí!”, coreó la multitud en una respuesta espontánea.

El mayor temor del Partido Republicano es el exceso de confianza.

Muchos republicanos reunidos en Milwaukee apenas podían creer la suerte de su partido a lo largo de una convención que comenzó menos de 48 horas después de que una bala rozó la oreja de Trump.

Antes de que los delegados tomaran la palabra el lunes, un juez federal afín a Trump desestimó el caso de los documentos clasificados del expresidente. El martes, Robert Menéndez, senador demócrata por Nueva Jersey, fue declarado culpable de actuar como agente extranjero. El miércoles, Biden dio positivo por COVID. El jueves, todo apuntaba a que Biden podría acceder a las crecientes peticiones al interior de su partido para que se retire.

La atmósfera en la convención era tan animada que se pudo ver a una de las abogadas de Trump, Alina Habba, jugando al tiro al blanco con sacos de arena afuera del recinto. Conforme transcurrían los días, más delegados se parchaban la oreja en señal de solidaridad. Durante toda la semana se oyeron gritos de “¡Luchen! ¡Luchen! ¡Luchen!” que celebraban la escena de un Trump herido con el puño en alto en señal de desafío.

Chris LaCivita, uno de los líderes de la campaña de Trump, declaró el jueves que la convención había sido “perfecta”. La complacencia republicana parecía ser la preocupación más grave, a medida que se multiplicaban encuestas en las que estados azules, como Minnesota y Virginia, volvían a ser competitivos.

“Es bueno fanfarronear”, advirtió Brian Kemp, gobernador republicano de Georgia, un estado pendular clave. “Pero no hay que caer en el exceso de confianza”.

Los republicanos practicaron sus ataques en contra de Kamala Harris.

Desde el debate, los republicanos han criticado a Biden en público, mientras en privado animan a resistir al presidente que pasa por un mal momento. Pero, a medida que se acumulaba una semana de presión demócrata, algunos republicanos empezaron a darse cuenta de que tal vez no habría posibilidad de una revancha de 2020.

“No veo cómo el cambio a Kamala Harris podría resolver su problema”, predijo en una entrevista el senador por Montana Steve Daines, quien dirige la campaña republicana en el Senado.

La posibilidad de que se produjera ese cambio provocó que las críticas a la edad de Biden fueran relativamente escasas en la agenda de la convención. En cambio, los republicanos ensayaron nuevas líneas de ataque contra la vicepresidenta Kamala Harris, a quien se le considera como la principal sustituta de Biden.

El jueves, LaCivita declaró que, si Harris fuera la candidata, la campaña de Trump la llamaría la “zarina de la frontera” de este gobierno. Además de la consabida charla sobre la ineficacia de Biden en materia de inflación e inmigración, junto con las acusaciones de enfermedad, hubo ataques ideológicos contra Harris.

“¿Me están preguntando si me pone nervioso Kamala Harris?”, dijo el senador republicano por Florida Marco Rubio, con una sonrisa de oreja a oreja cuando The New York Times le preguntó el jueves sobre la posibilidad de que Trump la enfrentara. “¿Es una pregunta seria? ¿O es un...? Mira, no tengo nada en contra de ella, pero es una verdadera izquierdista”.

Rubio continuó: “Joe Biden ha sido el rostro de un gobierno dirigido tras bambalinas por liberales de izquierda. Ella es quien gobierna”.

La convención trató de moderar la postura de Trump.

La reunión fue el debut del Abuelo Trump.

Los republicanos presentaron a un candidato amable, que reparte caramelos y llama a sus nietos para saber cómo les fue en su juego de golf, a veces mientras todavía están en la escuela. Por momentos, Trump observó el evento del jueves con una nieta en su regazo.

Una de sus nietas, Kai Trump, apareció en el escenario el miércoles para decir en específico a los espectadores que estaba ahí para “compartir el lado de mi abuelo que la mayoría de la gente no suele ver”.

No fue sutil. Tampoco se tenía la certeza de que funcionaría.

Todas las convenciones tratan de limar asperezas, pero Trump es un caso singularmente burdo. Fue condenado por 34 delitos graves esta primavera. Se enfrenta a dos, quizá tres, juicios penales más. En su campaña, ha mencionado de manera explícita que habrá “represalias”. Sin embargo, más de un orador se desentendió de cualquiera de los defectos considerándolos simples “tuits de enojo”.

Sin duda, millones de electores se han visto atraídos por la grandilocuencia de Trump y sus promesas de acabar con un sistema que no les ayuda. Es evidente que esta actitud avasalladora repugna a muchos estadounidenses, en especial a las mujeres de los suburbios.

Algunos partidarios de Trump esperaban que el momento en que se celebraba la convención significara que más gente lo viera con otros ojos y estuviera abierta esta nueva imagen más amable.

La pregunta en el aire en una convención celebrada tras un terrible tiroteo: ¿podría Trump mantener a su base pero también construir un mensaje de mayor alcance?

El movimiento MAGA llegó para quedarse.

Cuando Trump ganó la primera nominación en 2016, muchos republicanos se sentían incómodos con su llegada y su mensaje de “Yo puedo solo”.

Ocho años después, las voces disidentes se han ido, derrotadas o convertidas. La convención fue una celebración casi ininterrumpida de Donald Trump y el trumpismo.

Pero fue la elección del senador por Ohio JD Vance como su compañero de fórmula lo que consolidó el grado en que el movimiento Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo (MAGA, por si sigla en inglés) llegó para quedarse incluso después de Trump

Un desfile de la nueva generación de los integrantes de MAGA se llevó grandes aplausos e incluyó a figuras como Vivek Ramaswamy, el representante por Florida Matt Gaetz y el expresentador de Fox News Tucker Carlson. En definitiva, este no fue el partido que nominó a George W. Bush y su “conservadurismo compasivo”, con sus exponentes John McCain y Mitt Romney.

Después de todo, se trató de la tercera nominación consecutiva de Trump, una secuencia histórica de dominio. El último republicano nominado tres veces fue Richard Nixon y no de forma consecutiva. Nadie había sido declarado candidato tres veces seguidas desde Franklin Roosevelt.

Todo ello evidenciaba que la huella de Trump estaba en todas partes, no solo en las cachuchas rojas, sino también en los libros de poesía de Trump y en las camisetas con su foto del registro policial.

Carlson, quien se ha convertido en un promotor clave del nacionalismo del “Estados Unidos primero”, sonreía ante la “intervención divina” que salvó a Trump y convirtió la reunión de Milwaukee en una celebración de algo más que una campaña electoral.

“Nunca me había divertido tanto en una convención. Ni había estado en una convención tan animada”, aseguró Carlson.

c.2024 The New York Times Company