Esta ciudad tenía un problema de reputación, pero el fútbol de la Liga Premier cambió las cosas

Una vista de la zona de Bury Park y del estadio Kenilworth Road, a la izquierda, en Luton, Inglaterra, el 27 de febrero de 2024. (Andrew Testa/The New York Times)
‌
Una vista de la zona de Bury Park y del estadio Kenilworth Road, a la izquierda, en Luton, Inglaterra, el 27 de febrero de 2024. (Andrew Testa/The New York Times) ‌

LUTON, Inglaterra— Mientras el anuncio resonaba sobre Kenilworth Road, el revoltijo de metal oxidado y pintura descascarada que el Luton Town FC considera su hogar, el tono comenzó a cambiar. Al comienzo de la frase, fue muy parecido a la tradicional y cortés bienvenida al estadio para el equipo visitante de esa noche, el Manchester City.

Pero hacia el final, la voz del locutor pareció abrumada por lo que sonó un poco como asombro. El Luton, como se le recordó a los aficionados en las gradas y a los jugadores en el campo, estaba a punto de enfrentarse a “los campeones de la FA Cup, de Inglaterra y de Europa”. A Luton parecía costarle creer la compañía que tiene por estos días.

Hay una razón. Hace quince años, el Luton Town había sido relegado a la quinta división del fútbol inglés, todo un mundo alejado del poder y el prestigio de la Liga Premier. Durante un tiempo, hubo un riesgo real de que el club, fundado en 1885, varios años antes de la invención de la cremallera, desapareciera por completo. Durante los años siguientes, el dinero siguió siendo escaso y las ambiciones modestas.

Hoy, los horizontes del Luton Town son mucho más amplios. El verano pasado, ganó un ascenso inesperado a la liga deportiva más rica y popular del mundo. Tres décadas después de jugar por última vez en la primera división de Inglaterra, iba a poder volver a referirse al Manchester City, al Manchester United y al resto como sus iguales.

Eso significó una transformación inmediata de las perspectivas financieras del club: jugar en la Liga Premier durante una sola temporada vale alrededor de 150 millones de dólares. Más importante aún, el estatus que esto trajo le dio a la ciudad —un lugar que ha sufrido durante mucho tiempo un problema crónico de reputación— una plataforma global sobre la cual cambiar no solo la forma en que los demás la percibían, sino también cómo se percibía a sí misma.

En términos generales, hay tres formas en las que Luton permea la conciencia británica. Una es como centro de transporte; unos 16,2 millones de pasajeros pasan cada año por el aeropuerto de Londres Luton. Sin embargo, pocos se quedan. La pista de su destino final está en el nombre.

La segunda quizás se resume mejor en los resultados de una encuesta realizada en 2004 para la revista The Idler. Unos 1800 de sus lectores le otorgaron a Luton el dudoso honor de ser la ciudad “porquería” más destacada del Reino Unido. Como dijo un lector, Luton era esencialmente un “templo de ladrillo y hierro a la contaminación global”. El año pasado, otra encuesta la clasificó como el peor lugar para vivir en el Reino Unido.

En tercer lugar —y la más perjudicial— está la asociación de la ciudad con el extremismo. En 2005, tres terroristas suicidas responsables de una serie de atentados coordinados en Londres hicieron escala en Luton para recoger a un cuarto cómplice antes de subir a un tren rumbo a la capital. Una de las mezquitas de la ciudad ha acogido discursos de los predicadores islamistas radicales Mostafa Kamel Mostafa y Omar Bakri Mohammed.

En 2009, un puñado de manifestantes del grupo extremista Al-Muhajiroun organizó una manifestación en Luton contra los soldados británicos que regresaban de Afganistán. Eso provocó contraprotestas en la ciudad por parte de una serie de grupos de extrema derecha. Un agitador de extrema derecha, Stephen Yaxley-Lennon –mejor conocido por su seudónimo, Tommy Robinson—, nació en Luton.

Durante un tiempo, la ciudad fue proyectada, involuntariamente y contra su voluntad, como el núcleo del grupo nacionalista fundado por Yaxley-Lennon, la Liga de Defensa Inglesa. La marcha más grande en la corta historia del grupo se celebró allí en 2011. Otra figura polémica, el provocador Andrew Tate, acusado de trata de personas y delitos sexuales, pasó parte de su infancia en la finca Marsh Farm de la ciudad.

Cuando —si es que acaso sucedía— el resto de Inglaterra pensaba en Luton, era en ese contexto: división, rencor, ruina. Luton, sin embargo, siempre vio algo diferente.

“El lugar que ves en las noticias: no lo reconozco”, afirmó Tanher Ahmed, de 42 años, detrás del mostrador de Hatters Fish and Chips, a un par de minutos a pie de Kenilworth Road. “Aquí hay armonía”, añadió. “Hay un sentido de comunidad”.

Bury Park, la zona que rodea el estadio, puede parecer distinta del centro —con calles llenas de tiendas de sari, locales de roti y confiteros aromatizados en lugar de la acumulación de cadenas de bares y casas de apuestas que salpican la mayoría de las calles principales británicas—, pero Luton ve eso como una fortaleza.

“Luton siempre ha sido una mezcla de personas”, dijo Maryan Broadbent, miembro de la junta directiva del principal grupo de fans del Luton Town. Cuando la ciudad era un centro de sombrerería y luego del fabricante de automóviles Vauxhall, hubo afluencias de trabajadores no solo de India y Pakistán, sino también de Irlanda y, luego, de Europa del Este.

“Siempre ha sido un lugar cambiante”, afirmó Broadbent. La comunidad musulmana de la ciudad ha luchado durante mucho tiempo tanto contra el puñado de extremistas que conforman Al-Muhajiroun como contra la idea de que de alguna manera los representan.

Pero para los residentes, la presencia de su equipo de fútbol en la Liga Premier fue una oportunidad de ofrecer una definición alternativa de Luton.

También ha ayudado el hecho de que el club no solo existe en la Liga Premier —un invitado improbable al festín—, sino que también proporcionó una de las historias más cautivadoras de la temporada.

Luton tiene un equipo reducido —uno de sus pilares, Pelly Ruddock Mpanzu, es ahora el único jugador que ha representado al mismo club en las cinco principales divisiones del fútbol inglés— y está dirigido por Rob Edwards, un joven, carismático (y, no del todo irrelevante, muy guapo) entrenador.

Tiene un estadio hostil y en ruinas, un chirriante viaje al pasado a una época anterior a que los detalles de los deportes de élite fueran suavizados y pulidos hasta alcanzar un alto brillo. Además, ha demostrado que puede competir contra rivales mucho más ricos y de mayor pedigrí. Con un puñado de partidos restantes, el Luton todavía alberga una pequeña esperanza de evitar el descenso y asegurar una segunda temporada entre la élite.

Ha habido momentos en los que el equipo se ha visto ampliamente superado, en los que el romance de su historia se ha perdido en medio de la fría y dura realidad capitalista: por ejemplo, contra el Manchester City, Luton perdió 6 a 2. Sin embargo, el coraje del equipo le ha ganado muchos amigos.

Jürgen Klopp, el entrenador del Liverpool, describió el trabajo de Edwards con su equipo como “una locura”, de manera positiva. Mikel Arteta, el entrenador del Arsenal, insistió en que el Luton Town “merece más crédito que cualquier otro equipo de esta liga”.

Para Luton, la ciudad, esa asociación positiva es algo precioso e inusual. En los últimos años, ha fomentado una próspera escena artística. Y cuando el escritor, periodista y documentalista Sarfraz Manzoor, que creció en Luton, fue nombrado rector de la Universidad de Bedfordshire el año pasado, dijo que usaría su cargo para lograr que la gente percibiera a Luton como “genial”.

Clientes en un restaurante en la zona de Bury Park en Luton, Inglaterra, el 27 de febrero de 2024. (Andrew Testa/The New York Times)
Clientes en un restaurante en la zona de Bury Park en Luton, Inglaterra, el 27 de febrero de 2024. (Andrew Testa/The New York Times)

Desde hace casi un año, millones de personas han pensado en Luton al menos una vez a la semana. No como un lugar atrasado o un crisol de intolerancia, sino como un equipo de fútbol: audaz, valiente, esperanzador y refrescante.

Hay mucha gente por toda Inglaterra que alberga la esperanza cada vez más lejana de que el Luton Town evite el descenso y se quede un año más. Puede que eso no influya en el resultado final de la temporada —la Liga Premier no es un lugar sentimental—, pero sí ha marcado la diferencia en Luton.

A través del equipo de fútbol, la ciudad ha podido verse como le gustaría ser vista. “Pase lo que pase”, dijo Broadbent mientras contemplaba la amenaza inminente de que la historia de superación del Luton pueda no tener un final feliz, “hemos logrado sentirnos orgullosos”.

c.2024 The New York Times Company