El baile de Gianni Infantino y el fútbol del futuro

Gianni Infantino, presidente de la FIFA
Gianni Infantino, presidente de la FIFA - Créditos: @Sebastián Domenech

Gianni Infantino baila con su elegante kurta negra con dorados. La camisa suelta le cae hasta los muslos. Ligera, moderna, hecha a mano. Está en la boda más lujosa de la década. En Mumbai (exBombay) se casan Anant Ambani, hijo del hombre más rico de Asia, undécimo del mundo, patrimonio Forbes de 123.000 millones de dólares, y Radhika Merchante. Rihanna, David Guetta, Katy Perry y Justin Bieber animaron diferentes pre-bodas, una fiesta de meses que costó unos 600 millones de dólares, bendecida por el primer ministro Narendra Modi y con invitados como Bill Gates, Mark Zuckerberg, Tony Blair, Boris Johnson, Ivanka Trump, Kim Kardashian, estrellas de Bollywood, líderes espirituales, supermodelos y embajadores. Aviones alquilados, flete por el Mediterráneo para 1200 personas, arribos en Rolls Royce decorados y relojes de 180.000 dólares para los invitados. Cristales Swaroski, anillos brillantes, joyería personalizada, diamantes en bruto, perlas, esmeraldas, incrustaciones doradas, collares, piedras preciosas. Y Gianni con su kurta negra. Bailando en la obscenidad.

La fiesta le impidió a Infantino llegar el domingo a la final de la Eurocopa. Había estado en la apertura. Pero en Berlín fue representado por el ex DT francés Arsene Wenger. El presidente tampoco llegó horas más tarde a Miami, a la final de la Copa América. Lo representó el secretario general Mattías Gafstrom. Infantino había estado en la apertura en Atlanta. La noche del pastor homofóbico que dio la bendición al certamen, buen amigo de Alejandro Domínguez.

Alejandro Domínguez, presidente de una Conmebol muy cuestionada por la organización de la Copa América
Alejandro Domínguez, presidente de una Conmebol muy cuestionada por la organización de la Copa América - Créditos: @HECTOR VIVAS

El presidente de la Conmebol pasó un domingo difícil, preocupado además porque el desastre de la final en Miami dejó entre rejas a Ramón Jesurún, presidente de la Federación Colombiana, tras su pelea con guardias de seguridad del Hard Rock Stadium que frenaron su intención (estaba autorizado) de ingresar al campo para abrazar al plantel tras la derrota. Jesurún terminó en la cárcel. Esposas. Overol naranja. Dos mil dólares de fianza (para él y su hijo). Moretones en el cuerpo y obligación de volver a declarar dentro de un mes, cuando posiblemente pase de acusado a acusador porque alega que también sus nietos fueron golpeados.

Jesurún, polémico en Colombia, y que hasta ayer seguía esperando una declaración de apoyo de Domínguez, reemplazó en 2015 a Luis Bedoya, que todavía sigue en Nueva York, a la espera de su sentencia definitiva por el FIFAGate, el escándalo de corrupción impulsado por el FBI luego de que la FIFA dio a Qatar y no a Estados Unidos la sede del Mundial 2022. Es el mismo escándalo que recordó no la prensa, sino Marcelo Bielsa, DT de Uruguay. Su conferencia furiosa del viernes pasado fue la crítica más dura hacia la entrega del fútbol a la industria del entretenimiento de Estados Unidos. A jugar en canchas antirreglamentarias de fútbol americano, a meter entretiempos de Superbowl y a desconocer con arrogancia normas elementales de seguridad que tampoco se atrevió a ordenar la Conmebol, tan distraída ella con el negocio. La nueva dirigencia advirtió que era mejor abrazarse con Estados Unidos. La Conmebol de Domínguez le regaló una nueva Copa América (segunda en ocho años). Y la FIFA de Infantino regala la Copa Mundial 2026 y, posiblemente, el Mundial de Clubes de 2025.

Los incidentes en los ingresos al estadio Hard Rock, donde se disputó la final de la Copa América
Los incidentes en los ingresos al estadio Hard Rock, donde se disputó la final de la Copa América - Créditos: @Lynne Sladky

“A dos años del Mundial, esta no es una buena imagen”, admitió el domingo en plena transmisión de Fox el ex jugador Alexi Lalas, empeñado en parecerse cada vez más a su admirado Donald Trump. Pero “que nadie les diga que Estados Unidos no es una nación de fútbol”. A diferencia de Telemundo (dueña de los derechos en español), las trasmisiones de Fox fueron un pelotazo en contra para la necesidad de difusión que sigue precisando el fútbol dentro de Estados Unidos. Celebrities ante todo.

Y, luego, casi sin información que explicara por qué el inicio de la final se demoró 82 minutos, mientras las redes mostraban a hinchas colombianos derribando vallas y colándose por ventilaciones del estadio, además de otros miles de aficionados con boleto, incluidos familiares de jugadores y periodistas acreditados, retenidos casi dos horas afuera, apretados y asfixiados, bajo temperaturas de bochorno. No sucedió una tragedia de casualidad. Los organizadores desoyeron el aviso que significó la pelea de Uruguay-Colombia (a Rob Stone, compañero de Lalas en Fox, se le ocurrió decir esa noche que si él hubiese estado allí le habría dado una trompada a Luis Suárez).

Policía, Miami-Dade, Estadio Hard Rock y Conmebol siguen trasladándose la responsabilidad del desastre de la final, colofón de un torneo ya cuestionado por problemas de transporte, altas temperaturas y canchas deficientes. Y por un país armado, de violencia naturalizada. El día previo a la final intentaron asesinar al expresidente Trump. Ese mismo fin de semana hubo cuatro tiroteos más (9 muertes, 14 heridos). Una media de 327 ciudadanos sufren disparos cada día en Estados Unidos. Mueren 117. Pero de eso no se habla. La próxima responsable será la FIFA. Infantino quiere hacer jugar en Estados Unidos en 2025 el nuevo Mundial de Clubes. Y en 2026 el Mundial con 48 selecciones (y ocho estadios de la Copa América). El presidente de la FIFA no llegó para ver el desastre de Miami. Estaba en la India. Expandiendo el fútbol por el mundo.

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