América vs Real Madrid y el penoso comportamiento de periodistas mexicanos

La cobertura periodística del futbol femenil se destacó por tomarse fotos a toda costa con las jugadoras

América venció 3-2 al Real Madrid femenil en partido jugado en el Estadio Azteca. (Mauricio Salas/Jam Media/Getty Images)
América venció 3-2 al Real Madrid femenil en partido jugado en el Estadio Azteca. (Mauricio Salas/Jam Media/Getty Images)

El partido femenil entre América y Real Madrid, celebrado ayer en el Estadio Azteca, entregó muchas emociones con un resultado de 3-2, favorable para las mexicanas. El encuentro, igual que el de la semana pasada entre Águilas y Barcelona, fue todo un acontecimiento, que sirvió para calibrar el nivel futbolístico de la liga nacional. Sin embargo, hubo momentos que empañaron ese clima emotivo y que no pasaron desapercibidos para nadie.

En redes sociales, tras acabar el partido, se volvieron virales diversas fotografías de reporteros que pidieron fotos y autógrafos a las jugadoras, principalmente, del Real Madrid. ¿Fue bueno o malo que ese comportamiento fuese detectado? Porque, por un lado, ese hecho se robó los reflectores. En lugar de hablar del gran partido que dieron ambas escuadras, se habló más de eso: de los reporteros que, en lugar de ser reporteros, actuaron como si se trataran de fans encubiertos (y así se les conoce en el ámbito, como reporfans).

Pero no se puede tapar el sol con un dedo. Eso pasó y es momento de darle la importancia que amerita. Ir a cubrir un evento deportivo no acredita a ningún reportero para convertirse en un aficionado más. La labor, se supone, está muy clara: observar, preguntar y explicar. Para conseguirlo, no es necesario pedirle fotos a las futbolistas. El trabajo habla por sí mismo. Si es bueno, la audiencia lo notará. No hay necesidad de forzados protagonismos para demostrar relevancia.

Asumir que es normal tomarse fotos en una cobertura contraviene las bases del periodismo. Eso se enseña en cualquier facultad seria: "no somos fans, somos periodistas". Igual de mal se vería un médico que se tomara una fotografía mientras opera a un cantante famoso —o a cualquier persona—. ¿Qué tal un abogado que, en plena audiencia, decida que es buena idea subir una historia a su Instagram acompañado de su defendido?

La rigurosidad no es negociable en el periodismo. Y que nadie se confunda: darle seriedad al trabajo no equivale a ser solemne o aburrido. Hay ejemplos, en este partido y en otros, de cómo hacer una cobertura de primer nivel y cautivante: captar las sensaciones del partido, hacer las preguntas precisas, explicarle al espectador cómo se dio el encuentro y cuál es su trascendencia contextual y de largo plazo. Así que no: para hacer un periodismo atractivo, a ojos del consumidor, no es necesario que el reportero se asuma como parte de la historia (ni siquiera habría que aclararlo).

Por desgracia, ese virus está demasiado propagado en el ámbito. Pero hace mucho tiempo que dicho comportamiento no era tan evidente en un partido específico. ¿Por qué pasó de ese modo? ¿La prensa se sintió con mayor libertad (libertinaje, en realidad) al tratarse de un partido femenil? ¿Creyeron que pasaría desapercibido? ¿Harían lo mismo en un partido varonil? Quizá les faltó entender que no hay distinción: que comportarse como fan es una falta de ética en cualquier escenario.

El problema es que ese comportamiento tiene una suerte de recompensa: el "reconocimiento" en redes sociales. Y aquí parece necesario recordar que un periodista no debe ser centro de atención, y que el reconocimiento no tiene que ser un fin, sino una consecuencia —eso lo dictamina un público que evalúa la calidad de un trabajo—. Pero las fotografías deslumbran, aunque se trate de un intercambio equivalente a vender el alma al diablo: ceder la credibilidad a cambio de unos cuantos 'me gusta'. No habrá prestigio, pero sí comentarios de admiración de contactos que, sin tener la culpa, aplauden las fotografías de los fans convertidos en periodistas. Eso debe terminar.

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