All Blacks: un equipo que brilló ante Irlanda y una cultura que excede al marketing del haka

Aaron Smith, el líder de la selección más famosa del rugby mundial
Aaron Smith, el líder de la selección más famosa del rugby mundial - Créditos: @Christophe Ena

PARIS, Francia. Los All Blacks le enviaron un fuerte mensaje al mundo. Si alguien creía que su hegemonía estaba caminando por una cornisa, la fabulosa victoria ante Irlanda por los cuartos de final dejó bien en claro que por más bajos que lleguen a un torneo de este tipo, siempre sacan pecho para estar, salvo en dos de las diez ediciones, entre los cuatro primeros. Pasan los jugadores y los entrenadores, pero cuando se enfrenta a los All Blacks se juega contra mucho más que un equipo: se enfrenta a una cultura, a una forma de vivir el rugby que trasciende al juego. Por algo, los All Blacks representan, además, la marca más famosa y reconocible que tiene el rugby. Por esa razón también son tricampeones del mundo.

El período intermedio entre el Mundial de 2019 y este de 2023 quizá fue el más bajo en producción y en resultados de los de negro. Algo inusual en ellos, tuvieron partidos cargados de errores, sin la consistencia característica y superados en su propia casa por los Pumas e Irlanda. La permanencia de Ian Foster y su staff pendió de un hilo en este tiempo, al punto de que antes de que empiece el torneo en Francia, la dirigencia neozelandesa tomó una decisión atípica: nombró a un entrenador, Scott Robertson, que asumirá una vez que este Mundial concluya.

Los jugadores de Nueva Zelanda festejan tras robar la pelota en la última jugada y vencer a Irlanda por 28-24 en las semifinales del Mundial; el viernes serán rivales de los Pumas
Los jugadores de Nueva Zelanda festejan tras robar la pelota en la última jugada y vencer a Irlanda por 28-24 en las semifinales del Mundial; el viernes serán rivales de los Pumas - Créditos: @Themba Hadebe / AP

Pero los jugadores, que en Nueva Zelanda tienen un enorme peso, al punto que frenaron la venta de una parte de los All Blacks a un fondo de inversión, decidieron apoyar a su entrenador y en este Mundial también salieron a jugar por él. La derrota en el partido inaugural con Francia –la primera de la historia en la primera ronda- auguraba un mal pronóstico y parecía –error de los que lo pronosticamos- que éste era el tiempo de Europa por sobre el Hemisferio Sur.

Como dijo Aaron Smith -¡qué jugador!- ante Irlanda era como una final del mundo. Los de verde, que parecían imparables, ya le habían ganado repetidamente y estaban preparados mentalmente como nunca para superar el Rubicón de los cuartos de final. Pero los All Blacks jugaron un partido estupendo –sólo tres pérdidas de pelota en los 80 y pico de minutos- y su defensa en esa última jugada que duró cinco minutos fue de lo más épico y perfecto que se vio en un Mundial.

El juego de los All Blacks no funciona si no fluye su cultura. Pueden ganar, porque tienen un nivel de juego a veces sobrenatural, pero lo importante es su filosofía de “mejor persona, mejor jugador”. Como cuenta James Kerr en su imprescindible libro “Legado”: “Un jugador que hace grande al equipo es mejor que un gran jugador”. Desde allí vienen reconstruyéndose los All Blacks después de quedar eliminados en los cuartos de final del Mundial 2007, aquí en Francia.

Cada jugador que llega a los All Blacks recibe el libro blanco, que recuerda historias, héroes, pautas y valores del equipo. Allí figura que el jugador debe entregar la camiseta más alto de lo que la recibió. Los All Blacks barren su vestuario, porque se cuidan a sí mismos.

Gilbert Enoka, el coach de aptitudes mentales, sigue siendo un puntal en toda la preparación del equipo, como antes lo fue Wayne Smith, el alma de la reconstrucción. Enoka es un hombre orquesta. Puede estar programando las actividades del día, gritando el triunfo en el banco de suplentes como sucedió en París o moviendo dos palos de goma para que Aaron Smith ensaye cómo sacar la pelota de los rucks. Enoka pensó que para este Mundial, el equipo debía realizar un retiro en el cual no se hablara de rugby, sino de los vínculos y de cómo es cada uno como persona.

El plantel fue a colaborar a la Isla Norte con los habitantes de Tangoio Marae, que sufrió muertes y serios daños por el paso del ciclón Gabrielle. Los jugadores y Foster se calzaron guantes y botas para cavar zanjas y levantar paredes. Vivieron en las casas de la gente castigada y compartieron con ellos la comida y sus costumbres. Para la gente del lugar fue aliviador recibir a las estrellas del rugby. También pasaron días y noches con los habitantes de Napier y Hastings. Más que el rugby, fortificaron su ser. Por eso enfrentar a los All Blacks es toparse con una cultura que excede al marketing del haka.

Varios de estos All Blacks querían encontrar una segunda oportunidad tras la derrota de 2019 ante Inglaterra, lo que les privó la posibilidad de pelear por el tercer título consecutivo. Por eso, Aaron Smith reveló que los días previos al test con Irlanda se vivía en los pasillos del hotel un clima especial, un murmullo de que por delante había más que un partido de cuartos de final.

Y así lo jugaron. Concentrados, con rabia, con sus destrezas y su cultura a flor de piel. Si Richie McCaw dejó una vara que parece inalcanzable, Sam Whitelock, que en este Mundial lo superó en cantidad de partidos internacionales, terminó pescando la última pelota después de esos infernales cinco minutos y de un partido que quedará en la historia.

En la leyenda de los Mundiales, los partidos épicos tenían a los All Blacks como perdedores. Los dos con Francia, en 1999 y 2007; la final con los Springboks en 1995; la semifinal con Inglaterra en 2019. Quizá lo más parecido que tuvieron los neozelandeses de su lado fue la final que le ganaron a Francia en 2011, cuando quebraron 24 años de reveses. Pero en una instancia anterior a la final, nunca gozaron de una victoria como la del sábado con los irlandeses. El nivel de juego de los de verde elevó la gesta de los ABs. A esa historia y a esa cultura enfrentarán los Pumas el viernes, en las semifinales. Un lujo para el rugby argentino. Ya se empieza a palpitar.