A 11 años de la elección del papa Francisco, un cardenal italiano relativiza la ola de críticas
ROMA.– Francisco cumple hoy 11 años de pontificado en medio del revuelo internacional por sus afirmaciones sobre Ucrania y el “coraje de la bandera blanca y negociar”, con algunos achaques de salud y después de ataques del ala ultraconservadora, que recientemente, en un documento anónimo que enumeró sus defectos, incluso planteó su sucesión. Pero en la curia romana hay altos prelados que no se alteran.
Uno de ellos es el cardenal italiano Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos e incondicional de Francisco, que en una entrevista con LA NACION en su despacho, con vista a la Plaza de San Pedro, relativizó las intrigas que reinan –sottovoce, pero también abiertamente en decenas de blogs– en contra del Papa.
“Cada vez que Pío XII tenía hipo, el chusmerío decía que se estaba muriendo, que había que encontrar otro papa, pero al final salió Juan XXIII, algo que nadie había pensado… También hoy me llegó una revista, que tiré al tacho, que hace una vasta lista de papables. Claro, puede pasar de todo. Pero este juego de hacer, de nombrar, exponer, es un juego viejo, de una cultura enferma”, comentó. “Yo prefiero mucho más ocuparme del drama del pueblo palestino, de la cuestión irresuelta con los israelíes y de muchas otras cosas antes de estas banalidades”, señaló Semeraro, que tiene 76 años y que forjó con Jorge Bergoglio “una amistad filial”.
“Una vez él me preguntó si yo había previsto su elección a la sede de Pedro y yo le contesté: ‘absolutamente no’”, confesó Semeraro, que recordó que conoció al entonces cardenal y arzobispo de Buenos Aires en septiembre de 2001. “Yo era secretario especial en la décima asamblea del sínodo de obispos y el relator general, el arzobispo de Nueva York [Edward Egan]. Debido al atentado a las Torres Gemelas debió volver a Estados Unidos y Bergoglio lo reemplazó. Fue así que trabajamos juntos en esa ocasión y sucesivamente”, evocó.
Semeraro, que era entonces obispo de la localidad de Albano, se hizo así amigo de ese arzobispo del fin del mundo: “Cuando él volvía a Roma, me avisaba, nos veíamos… Después, en 2013, ocurrió la elección… Primero me designó secretario del Consejo de Cardenales y después, en 2020, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos”.
Consultado qué palabras usaría para definir estos 11 años de pontificado, Semeraro, oriundo de Lecce, Apulia, y que antes de ser obispo enseñó eclesiología, no tuvo dudas: “Santo pueblo de Dios, descartados y periferias”.
“Son palabras que son una novedad, pero en continuidad con el Concilio Vaticano II. No olvidemos que la atención hacia los pobres movilizó a muchos padres conciliares y que se habló entonces de una Iglesia en el mundo contemporáneo, con los dramas de hoy, con las preguntas de hoy, las esperanzas de hoy y también, con las graves problemáticas de hoy”, explicó Semeraro, que está al frente de la también llamada “fábrica de santos” desde octubre de 2020, cuando reemplazó al cardenal Angelo Becciu (defenestrado por un escándalo financiero por el que fue condenado en primera instancia a 5 años de prisión en diciembre pasado).
Semeraro, cardenal desde noviembre de 2020, no cree que con la muerte de Benedicto XVI, papa emérito, se haya abierto una nueva fase del pontificado, en el que Francisco se mueve con más libertad. “Se trata de una lectura inconsistente, que no tiene razón de ser, una banalidad”, dijo.
“Ondas sísmicas”
Consultado sobre la designación al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández, teólogo progresista y el primer sudamericano que conduce uno de los “ministerios” más importantes del Vaticano, negó que este nombramiento hubiera significado un terremoto en la curia romana. “Lo conozco a Fernández desde cuando Francisco fue elegido papa, aún era rector, lo estimo, para mí es un colega, un especialista, competente en teología, a quien incluso le pedí que escribiera un comentario sobre la exhortación Gaudete et Exsultate (sobre la santidad en el mundo contemporáneo), que ha sido llamado porque el cardenal [Luis] Ladaria había llegado al fin de su mandato. Y que [el Papa] haya llamado una persona amiga, de confianza, conocida, bueno, esto lo hacemos todos”, afirmó.
Sí reconoció que causó “ondas sísmicas” en el Vaticano y el mundo la Declaración Fiducia Supplicans, de Fernández, que en diciembre autorizó las bendiciones pastorales a parejas irregulares y homosexuales. “Quizás el lenguaje aún no es apropiado porque es nuevo. Pero es una realidad sobre la que la Santa Sede ya intervino y se remonta a la década de 1980, cuando hizo un documento sobre la pastoral también de los homosexuales. No me sorprende que haya algunas dificultades, aunque este documento más de una vez dice que no cambia la doctrina y que no se equiparan estas uniones a nada igual al matrimonio”, indicó. “Se trata de encontrar un lenguaje para expresar una cercanía”, destacó.
Ante otra pregunta sobre la salud del Papa, que últimamente debido a algunas bronquitis dejó de leer sus discursos y que la semana pasada tuvo dificultades para subirse al papamóvil, Semeraro no ocultó su desdén ante un alarmismo, según él, desproporcionado. “Ante todo, el Papa tiene 87 años. Siempre tuvo dificultades de salud, lo de los pulmones siempre lo tuvo y que se haya sensibilizado con el pasar de los años es normal. Yo también antes subía las escaleras de mi casa paterna en un dos por tres, pero ahora necesito apoyarme en el pasamanos”, protestó. “Es un alarmismo que es exagerado ¡está fuera de lugar! Con toda la gravedad de los problemas que hay en el mundo, ¿se vuelve un caso tan serio que debido a la gripe el Papa hace leer su discurso a otra persona? Es un periodismo que no comparto”.
–¿Qué piensa de todo el clamor y de las protestas por parte de Ucrania sobre las palabras del Papa sobre la “bandera blanca”? ¿Son injustas las críticas? ¿Fue malinterpretado o la pregunta fue una trampa?
-No puedo saber si fue una trampa. Pero según la transcripción la expresión “bandera blanca” fue usada por el entrevistador y el Papa simplemente la retomó para continuar el coloquio, pero el centro de su respuesta está en otra parte, en la tesis sobre la negociación. Dice: “negociar es una palabra valiente… negociar a tiempo”. Y en esta respuesta está implícito un llamado al Catecismo de la Iglesia católica”, donde se enumeran las “rigurosas condiciones de legitimidad moral para la denominada ‘guerra justa’. Basta leer el número 2309. A eso se refieren las palabras del Papa. En cualquier caso, retomando la imagen de la “bandera blanca”, podemos precisar que en el clásico lenguaje del derecho internacional quiere decir exactamente lo que quiso decir el Papa, es decir “negociar”, que significa hablar.