Decisiones “bajo fuego”: las universidades de EE.UU. intentan aplacar las protestas con un combo de medidas disuasorias
BOSTON.- Con equipo antidisturbios y precintos en la mano, hace unos días los policías de la ciudad de Boston avanzaron y rodearon a un grupo de manifestantes pro-palestina en una de las explanadas de césped frente a la Universidad del Nordeste. Sobre la calle había seis móviles policiales a la espera, y un oficial ya había dado el aviso de despejar: el arresto masivo parecía inminente.
Y entonces, sin explicación alguna, la policía antidisturbios levantó sus cosas y se fue.
El súbito final del conato de represión fue celebrado a los gritos por los manifestantes y generó confusión entre quienes ya se preparaban para lo peor: en días anteriores, la policía había arrasado acampes estudiantiles similares en la Universidad del Sur de California, la del Estado de Arizona, la del Estado de Ohio y varias más en todo Estados Unidos. En la Universidad Emery en Atlanta, por ejemplo, la policía arrojó bombas de gas pimienta y redujo a los manifestantes en el piso, y terminaron llevándose a 28 detenidos.
En los claustros y patios universitarios de costa a costa de los Estados Unidos, las universidades viven una oleada de activismo estudiantil por la actual campaña militar de Israel en la Franja de Gaza, y las autoridades de las altas casas de estudio enfrentan la controvertida decisión de llamar o no a la policía, sabiendo que serán criticados sin importar el camino que tomen.
“No parecen tener una estrategia clara”, dice Jennie Stephens, profesora de la Universidad del Nordeste, que asistió a la protesta para apoyar a los estudiantes. “Creo que se inclinan por querer controlar lo que pasa en los campus, pero al mismo tiempo tienen que equilibrarlo con el peligro real de que se produzcan hechos de violencia contra alumnos, docentes y no docentes si son arrestados”.
Y ya son cientos los manifestantes que han sido arrestados a lo largo y a lo ancho de Estados Unidos. Se han registrado heridos tanto entre las fuerzas policiales como entre los universitarios, pero en muchos casos los arrestos fueron pacíficos y los manifestantes en general se entregan voluntariamente no bien avanza la policía.
El jueves, unos 100 manifestantes se tomaron de los brazos para armar un círculo alrededor de la media docena de carpas instaladas sobre la explanada de césped conocida como Centennial Common, frente al campus de la Universidad del Nordeste.
El decano y la policía universitaria ya les había advertido a los manifestantes que todo aquel que no presentara su credencial universitaria sería considerado en infracción. A continuación, el decano fue recorriendo el círculo pidiéndole a cada uno que presentara su credencial: algunos la tenían, pero muchos no.
Renata Nyul, vocera académica de la universidad, dice que la decisión de abandonar el lugar sin arrestar a nadie fue del Departamento de Policía de Boston.
Pero después, en la madrugada del sábado, llegó la Policía del Estado de Massachussets y empezó a arrestar a los manifestantes, esposando a varios de ellos con precintos y dejando un tendal de carpas tumbadas en el piso. La policía estatal informó la detención de 102 manifestantes que se habían negado a abandonar el lugar y que serían acusados de invasión de la propiedad privada y alteración del orden público.
Según Nyul, la universidad tomó la decisión de arrestar a los manifestantes cuando advirtió que la protesta estaba “infiltrada por organizadores profesionales”, y agregó que la noche anterior uno de los manifestantes había gritado “Muerte a los judíos”. Los manifestantes niegan ambas acusaciones.
Un vídeo de los hecho parece mostrar que quien lanzó esa frase fue un contramanifestante pro-israelí para contrarrestar los cánticos de los manifestantes. En respuesta a ese vídeo, Nyul dice que “sugerir que los comentarios repulsivos y antisemitas pueden ser aceptables según el contexto es totalmente inaceptable”.
Los acampes pro-palestinos en las universidades norteamericanas se extendieron como reguero de pólvora desde que los estudiantes de la Universidad de Columbia dieron la voz de largada, a principios de este mes. Algunas de esas marchas generaron indignación en estudiantes y docentes, que critican lo que consideran consignas antisemitas y la falta de medidas de seguridad para los estudiantes judíos. Y fuera del microclima de los campus universitarios, también arrecian las críticas de quienes apoyan la operación militar de Israel en Gaza.
Hasta ahora, el bombardeo e invasión de Israel a la Franja de Gaza —en respuesta al ataque de Hamas del 7 de octubre, donde murieron 1200 israelíes y otras 250 personas fueron tomadas como rehenes— ha causado la muerte de más de 34.000 palestinos.
En la Universidad de Columbia, cuyo rector ya estaba bajo fuego republicano en el Congreso, al principio las autoridades adoptaron un enfoque agresivo y llamaron de inmediato al Departamento de Policía de Nueva York, que arrestó a más de 100 personas y desmanteló el acampe. Pero los estudiantes volvieron a instalarse rápidamente y armaron de nuevos sus carpas con la promesa de no moverse.
Ahora, en vez de llamar nuevamente a la policía, las autoridades de la universidad han decidido negociar con los manifestantes.
“Ya una vez le pedimos a la policía de Nueva York que desalojara el acampe, pero tras debatir el tema dentro de nuestra comunidad y con expertos externos, todos compartimos la opinión de que convocar de nuevo a la policía de Nueva York en este momento sería contraproducente, terminaría fogoneando aún más la situación, y atraería a miles de personas a concentrarse frente a nuestro campus, con la consiguiente amenaza para la comunidad universitaria”, dijeron las autoridades de Columbia en un mensaje difundido en el campus el viernes por la noche. “Más allá de eso, también debemos seguir haciendo cumplir nuestro reglamento interno y asegurarnos de que quienes violen las normas de nuestra comunidad enfrenten las consecuencias de sus actos”.
Pero en la Universidad Emory, donde el jueves la policía arrestó a estudiantes y profesores, el rector Gregory Fenves negó rotundamente que la institución “vaya a tolerar el vandalismo, la violencia o cualquier intento de perturbar el funcionamiento del campus con acampes en nuestras instalaciones”.
Nicholas Dirks, exrector de la Universidad de California en Berkeley, dice que para una autoridad universitaria hay pocas decisiones más difíciles que dar intervención a la policía, en parte porque los agentes externos del orden público suelen recurrir a tácticas muy diferentes a las de una fuerza policial universitaria.
“Se supone que los rectores de las universidades tienen poder y control total, así que al introducir una fuerza policial externa, lo primero que uno sabe es que pierde el control de la situación”, apunta Dirks, que antes de ser rector de Berkeley también tuvo un alto cargo en Columbia.
Dirks señala que cuando era rector de Berkeley era extremadamente reacio a dar intervención a las fuerzas de la policía ordinaria, excepto ante una amenaza plausible de hechos de violencia.
“En esas situaciones de crisis, tenés que hacer equilibrio entre la información que te llega, que siempre es parcial e incompleta, y una especie de urgencia donde el tiempo corre y hay que tomar decisiones inmediatas”, dice Dirks. “En ese marco, no es fácil saber qué hacer”.
“Son decisiones que se toman bajo fuego”, agrega el experimentado rector.
Por Nicholas Bogel-Burroughs, Alan Blinder y Neelam Bohra
Traducción de Jaime Arrambide