Damasco sorprende por su calma una semana después de que los rebeldes sirios tomaran el poder

Damasco sorprende por su calma una semana después de que los rebeldes sirios tomaran el poder

Apenas una semana después de que el régimen del presidente Bashir al Assad fuera derrocado por el grupo rebelde islamista HTS, la gente hacía su vida habitual en Damasco, la capital de Siria, comprando y haciendo vida social, y con sorprendentemente pocos rebeldes armados patrullando las calles.

En el aeropuerto internacional de Damasco, el nuevo jefe de seguridad -uno de los rebeldes que marcharon a través de Siria hasta la capital- llegó con su equipo. Los pocos trabajadores de mantenimiento que se presentaron a trabajar se apiñaron en torno al comandante Hamza al Ahmed, ansiosos por saber qué ocurrirá a continuación.

Rápidamente descargaron todas las quejas que habían tenido demasiado miedo de expresar durante el Gobierno del presidente Bashar al Assad, que ahora, inconcebiblemente, ha terminado.

Le contaron que se les negaban ascensos y ventajas en favor de los favoritos de los pro-Assad, y que los jefes les amenazaban con la cárcel por trabajar demasiado despacio. Advirtieron de la existencia de partidarios acérrimos de Assad entre el personal del aeropuerto, dispuestos a volver en cuanto se reabran las instalaciones. Mientras Al Ahmed intentaba tranquilizarlos, Osama Najm, un ingeniero, anunció: "Es la primera vez que hablamos". Era la primera semana de la transformación de Siria tras la inesperada caída de Assad.

Los rebeldes, de repente al mando, se encontraron con una población rebosante de emociones: emoción por las nuevas libertades; dolor por años de represión; y esperanzas, expectativas y preocupaciones por el futuro. Algunos estaban abrumados hasta las lágrimas. A pesar de la calma, hay muchas maneras de que las cosas vayan mal.

Un país aislado durante casi medio siglo

El país está roto y aislado tras cinco décadas de Gobierno de la familia Assad. Las familias han quedado destrozadas por la guerra, los antiguos prisioneros están traumatizados por las brutalidades que sufrieron, decenas de miles de detenidos siguen desaparecidos. La economía está destrozada, la pobreza es generalizada, la inflación y el desempleo son elevados. La corrupción se filtra en la vida cotidiana.

Pero en este momento de cambio, muchos están dispuestos a tantear el camino a seguir. En el aeropuerto, al Ahmed dijo al personal: "El nuevo camino tendrá desafíos, pero por eso hemos dicho que Siria es para todos y todos tenemos que cooperar".

Trabajadores del aeropuerto de Damasco, 11 de diciembre de 2024  (AP Photo/Ghaith Alsayed)
Trabajadores del aeropuerto de Damasco, 11 de diciembre de 2024 (AP Photo/Ghaith Alsayed) - Ghaith Alsayed/Copyright 2024 The AP. All right reserved

Los rebeldes han dicho hasta ahora todo lo correcto, dijo Najm. "Pero no volveremos a callar nada malo". En una comisaría incendiada, se arrancaron fotos de Assad y se destruyeron archivos después de que los insurgentes entraran en la ciudad el 8 de diciembre. Todo el personal policial y de seguridad de la era Assad ha desaparecido.

El sábado, en el edificio trabajaban 10 hombres de la Policía del "Gobierno de salvación" de facto de los rebeldes, que durante años gobernó el enclave rebelde de Idlib, en el noroeste de Siria. Los policías rebeldes vigilan la comisaría y atienden las denuncias de pequeños robos y peleas callejeras . Una mujer se queja de que sus vecinos le han saboteado el suministro eléctrico. Un Policía le dice que espere a que los tribunales vuelvan a funcionar".Tardarán un año en resolver los problemas", murmura.

Los rebeldes intentaron poner orden en Damasco reproduciendo la estructura de su Gobierno en Idlib. Pero hay un problema de escala. Uno de los policías estima que el número de policías rebeldes es sólo de unos 4.000; la mitad tienen su base en Idlib y el resto se encarga de mantener la seguridad en Damasco y otros lugares. Algunos expertos calculan que la fuerza de combate total de los insurgentes ronda los 20.000 efectivos.

Los rebeldes y el público siguen aprendiendo unos de otros

Los combatientes conducen grandes todoterrenos y modelos más nuevos de vehículos que están fuera del alcance de la mayoría de los residentes en Damasco, donde cuestan 10 veces más debido a los derechos de aduana y los sobornos. Los combatientes llevan liras turcas, prohibidas desde hace tiempo en las zonas controladas por el Gobierno, en lugar de la libra siria, que se está desplomando.

La mayoría de los combatientes barbudos proceden de zonas provinciales conservadoras. Muchos son islamistas de línea dura. La principal fuerza insurgente, Hayat Tahrir al Sham, ha renunciado a su pasado en Al Qaeda, y sus líderes se esfuerzan por tranquilizar a las comunidades religiosas y étnicas de Siria asegurándoles que el futuro será pluralista y tolerante.

Pero muchos sirios siguen desconfiando. Algunos combatientes lucen cintas con lemas islamistas en sus uniformes y no todos pertenecen a HTS, el grupo más organizado. "La gente que vemos en las calles no nos representa", dice Hani Zia, un habitante de Damasco procedente de la ciudad meridional de Daraa, donde comenzó el levantamiento contra Assad en 2011. Le preocupan los informes sobre ataques a minorías y asesinatos por venganza.

"Deberíamos tener miedo", dijo, y añadió que le preocupa que algunos insurgentes se sientan superiores a otros sirios debido a sus años de lucha. "Con el debido respeto a los que se sacrificaron, todos nos sacrificamos". Aun así, el miedo no prevalece en Damasco, donde muchos insisten en que ya no se dejarán oprimir.

Algunos restaurantes han vuelto a servir alcohol abiertamente, otros de forma más discreta para tantear el ambiente. En un café de la acera del histórico barrio cristiano de la Ciudad Vieja, unos hombres bebían cerveza cuando pasó una patrulla de combatientes. Los hombres se volvieron unos hacia otros, inseguros, pero los combatientes no hicieron nada. Cuando un hombre armado asaltó una licorería en otro lugar de la Ciudad Vieja, la Policía rebelde lo detuvo, según un Policía.

(Archivo) Mercado de Al Hamidiyeh dentro de Damasco, Siria
(Archivo) Mercado de Al Hamidiyeh dentro de Damasco, Siria - Hussein Malla/Copyright 2023 The AP. All rights reserved.

Salem Hajjo, un profesor de teatro que participó en las protestas de 2011, dijo que no está de acuerdo con los puntos de vista islamistas de los rebeldes, pero está impresionado por su experiencia en la gestión de sus propios asuntos. Y espera tener voz en la nueva Siria.

"Nunca habíamos estado tan tranquilos (...) El miedo ha desaparecido. El resto depende de nosotros".

La noche después de la caída de Assad, hombres armados recorrían las calles, celebrando la victoria con ensordecedores disparos. Algunos edificios de agencias de seguridad fueron incendiados. La gente saqueó el duty free del aeropuerto, rompiendo todas las botellas de licor. Los rebeldes culparon en parte a los leales al Gobierno que huían.

El público permaneció en sus casas, espiando a los recién llegados. Las tiendas cerraron. Hayat Tahrir al Sham impuso el orden y decretó un toque de queda nocturno durante tres días. Prohibió los disparos de celebración y movilizó a los combatientes para proteger las propiedades. Al cabo de un día, la gente empezó a salir.

Para decenas de miles, su primer destino fueron las cárceles de Assad, en particular Saidnaya, en las afueras de la capital, para buscar a seres queridos desaparecidos hace años. Pocos han encontrado rastro alguno.

Fue desgarrador, pero también unificador. Rebeldes, algunos de ellos también en búsqueda, se mezclaron con familiares de desaparecidos en los oscuros pasillos de prisiones que todos habían temido durante años.

Celebraciones, nuevo orden y búsqueda de normalidad

Durante las celebraciones en la calle, los hombres armados invitaban a los niños a subir a sus vehículos blindados. Los insurgentes posaron para hacerse fotos con mujeres, algunas con el pelo al descubierto. Desde los coches suenan canciones a favor de la revolución. De repente, las tiendas y las paredes de todas partes se llenaron de banderas revolucionarias y carteles de activistas asesinados por el Estado de Assad.

Las cadenas de televisión no perdieron detalle, pasando de alabar a Assad a tocar canciones revolucionarias. Los medios de comunicación estatales difundieron el aluvión de declaraciones emitidas por el nuevo Gobierno de transición dirigido por los insurgentes.

El nuevo Gobierno pidió a la población que volviera al trabajo e instó a los refugiados sirios de todo el mundo a regresar para ayudar en la reconstrucción. Anunció planes para rehabilitar e investigar a las fuerzas de seguridad para impedir el regreso de "quienes tienen las manos manchadas de sangre". Los combatientes tranquilizaron a los empleados del aeropuerto -muchos de ellos leales al Gobierno- asegurándoles que sus casas no serían atacadas, dijo un empleado. Pero los problemas de Siria están lejos de resolverse.

Mientras que los precios de los productos se desplomaron tras la caída de Assad, porque los comerciantes ya no tenían que pagar elevadas tasas aduaneras y sobornos, la distribución de combustible se vio gravemente alterada, lo que disparó los costes de transporte y provocó apagones generalizados y prolongados.

Las autoridades dicen que quieren reabrir el aeropuerto lo antes posible y esta semana los equipos de mantenimiento inspeccionaron un puñado de aviones en la pista. Los limpiadores retiraron la basura, los muebles destrozados y la mercancía. Un limpiador, que sólo se identificó como Murad, dijo que gana el equivalente a 14 euros al mes y tiene seis hijos que alimentar, uno de ellos discapacitado. Sueña con tener un teléfono móvil. "Necesitamos mucho tiempo para limpiar esto", dijo.