Cuando en las postrimerías de la IIGM la aviación británica hundió tres buques nazis cargados con miles de prisioneros

En abril de 1945, cuando era inminente el triunfo Aliado y el conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial, en el continente europeo, parecía estar cerca de finalizar, desde las jerarquías del Tercer Reich se hizo todo tipo de intentos por borrar aquellas pruebas y rastros que pudiesen incriminarles en el genocidio que había estado cometiendo el nazismo desde que Adolf Hitler llegó al poder en Alemania doce años antes.

En las postrimerías de la IIGM la aviación británica hundió tres buques nazis cargados con miles de prisioneros  (imagen vía Wikimedia commons)
En las postrimerías de la IIGM la aviación británica hundió tres buques nazis cargados con miles de prisioneros (imagen vía Wikimedia commons)

Para ello se vaciaron algunos campos de concentración con el fin de no dejar suficientes testigos que pudiesen ser claves a la hora de testificar en los juicios que se celebrarían tras la guerra.

Una de esas operaciones nazis de limpieza de prueba y vaciado de campos de concentración fue el que se llevó a cabo a partir del 19 de abril trasladando a más de diez mil prisioneros (la mayoría desde el campo de Neuengamme, en Hamburgo) hasta la bahía de Lübeck, en cuyo puerto o inmediaciones se encontraban atracados varios buques en los que sería escondidos.

Un trayecto de algo más de un centenar de kilómetros que se les obligó a hacer a pie, sin ser alimentados ni ofrecerles agua, por lo que un gran número de presos iban falleciendo por el camino a consecuencia del cansancio (cabe recordar que la mayoría llevaba varios años encerrados en condiciones infrahumanas), deshidratación o inanición, a parte de los que morían ejecutados en las cunetas por los propios soldados nazis ante la imposibilidad de continuar caminando.

El plan del Tercer Reich era encerrar al máximo número posible de prisioneros procedentes de los campos de concentración en los buques, poner estos a navegar por el mar Báltico rumbo al océano Atlántico y hundirlos en alta mar tras torpedearlos desde un submarino.

A lo largo de dos semanas la llegada de prisioneros a la bahía de Lübeck fue continua y desde allí se iba trasladándolos en diferentes embarcaciones hasta los buques Cap Arcona y SS Deutschland, además del vapor de carga SS Thielbek.

El Cap Arcona y SS Deutschland habían sido, años atrás, dos lujosísimos trasatlánticos que habían llevado en su interior a los más distinguidos viajeros en las travesías que realizaron entre los continentes europeo y americano. Tras el estallido de la IIGM fueron puestos a disposición del Tercer Reich, sirviendo de vivienda flotante para los miembros de la marina de guerra alemana.

Varias organizaciones humanitarias (entre ellas la Cruz Roja) tras enterarse del traslado de prisioneros desde los campos de concentración hasta los buques, intentaron mediar con las autoridades nazis para intentar que abandonaran tal idea, consiguiendo tan solo que se liberara a un reducido grupo de dos mil presos franceses tras llegar a un acuerdo (debemos tener en cuenta que había personas de una veintena de nacionalidades y tan solo se consiguió dejar a salvo a los galos).

El 30 de abril, tras conocerse la noticia del suicidio de Adolf Hitler y ante la inminente entrada del Ejército Rojo en Berlín (tras una semana de cruenta batalla en la capital alemana), se decidió acelerar al máximo el traslado de prisioneros desde el puerto de Lübeck hasta los buques.

Aquel flujo de envío humano hacia las embarcaciones se había retardado más de lo previsto debido a varios contratiempos surgidos entre los jerarcas nazis al frente de la operación y los oficiales al mando de los buques, tras enterarse de cuál sería el fatídico destino de los presos. Tras ser amenazados con ser sometidos a un consejo de guerra y el fusilamiento, no tuvieron más remedio que aceptar.

Pero por aquellas casualidades de la vida (o no) el 3 de mayo, cuando ya estaba todo preparado para torpedear los buques y hundirlos, la fuerza aérea británica se encargó de hacer el trabajo de los nazis.

Un grupo de pilotos de la Royal Air Force sobrevolaron con sus cazabombarderos aquella zona y detectaron un movimiento extraño de barcos en el Báltico, tras informar debidamente a sus superiores y recibir refuerzos (en total fueron hasta allí cuatro escuadrones), se procedió a atacar las embarcaciones (a pesar de que numerosos presos les hacían señales desde la cubierta), disparando indiscriminadamente.

Todavía permanecían numerosos miembros de la SS en los buques y ante el estrés producido por el ataque de los aviones británicos y el miedo a ser linchados por los prisioneros, empezaron a matar a éstos con sus ametralladoras.

Tras un buen rato de ataque aéreo, las embarcaciones empezaron a arder y finalmente se hundieron, falleciendo prácticamente la totalidad de las personas que allí estaban (la mayoría de los nazis lograron escapar).

La matanza de la bahia de Lübeck de los buques Cap Arcona, SS Deutschland y SS Thielbek por parte de los pilotos de la RAF quedó solapada por las diferentes noticias que iban transmitiéndose aquella misma semana en el que los países que formaban las Potencias del Eje iban cayendo y capitulando. El fin de la IIGM en el frente europeo estaba muy cerca y los mandos de las fuerzas Aliadas no iban a permitir que ese contratiempo enturbiase la mejor y más importante noticia del último cuarto de siglo, por lo que se decidió guardar el asunto en un cajón.

Monumento funerario en memoria a las víctimas del Cap Arcona en Kluetz, Alemania (imagen vía Wikimedia commons)
Monumento funerario en memoria a las víctimas del Cap Arcona en Kluetz, Alemania (imagen vía Wikimedia commons)

Como dato anecdótico, cabe destacar que el lujoso trasatlántico Cap Arcona sirvió, en 1942, como plató cinematográfico cuando los nazis rodaron a bordo su propia versión de la película Titanic.

Fuente de las imágenes: Wikimedia commons

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