¿Cuánto subió la marea ciclónica del huracán Ian? Estos científicos buscan la respuesta
Lo primero que ve James Fountain en un edificio devastado por un huracán son los ventiladores de techo.
Si las aspas apuntan al suelo, es una buena señal de que la marea ciclónica dentro del edificio fue lo suficientemente alta como para tocar el techo. Esa es una información valiosa para Fountain, hidrógrafo del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) encargado de averiguar hasta dónde llegó la marea ciclónica del huracán Ian, y a qué altura se elevó.
En el interior de Nauti Parrot Dock Bar de Fort Myers Beach, las aspas del ventilador seguían firmemente en su posición. Pero Fountain, de 40 años, no tardó en ver una neblina acuosa en una de las pantallas de televisión detrás de la barra. Esa mancha, unida a una línea de suciedad y hojas en la pared de detrás, era una buena prueba de que el huracán Ian había llenado este bar con al menos ocho pies de agua.
“Puedes ver todas las pistas”, dijo, señalando hacia los trozos perdidos de las paredes de tablaroca que se desprendieron de la pared.
Fountain y su compañero David Hough, de 30 años, son uno de los varios equipos de USGS de todo el país desplegados en el suroeste de la Florida después que el huracán Ian arrasó la región. Su misión es examinar esas líneas de lodo en la pared y determinar por dónde pasó la marea ciclónica de Ian y a qué altura llegó.
Hasta ahora, han encontrado pruebas de una marea ciclónica alarmantemente alta, lo que confirma los pronósticos que el Centro Nacional de Huracanes advirtió cuando el huracán de categoría cuatro se acercó a la costa de la Florida. Justo antes de tocar tierra, el centro de huracanes dijo que las zonas más afectadas podrían ver hasta 18 pies, pero que la marea ciclónica también podría inundar una gran franja de la costa.
Según los primeros registros, en su mayoría tenían razón. Y un hallazgo serio, el daño fue provocado por un pico de marea ciclónica que pudo haber estado un par de pies más abajo de lo proyectado, pero cuando es tan extrema como Ian, eso no importa.
Las fuertes olas de Ian llegaron a lo largo de la costa, desde un pico de más de 13 pies de oleaje en Times Square en el norte de Fort Myers Beach y Tarpon Bay Beach Park en Sanibel, justo al sur de donde la tormenta tocó tierra, hasta más de siete pies tan al sur como Marco Island.
También se extendió millas hacia adentro. La puerta principal de una casa en Fort Myers Shores, a millas del mar, tenía una línea limpia de lodo y algas justo después del picaporte de la puerta. En North Port Bay, en el Condado Collier, el nivel del agua subió más de cinco pies.
Y esas son solo las marcas ya confirmadas. Las cifras no serán definitivas hasta dentro de unas semanas, pero los datos preliminares recogidos por USGS sugieren que el agua subió hasta 15 pies en algunos puntos, como en el norte de Fort Myers Beach.
El poder de la marea
En Bonita Beach, una isla barrera al sur de la peor parte de la devastación, Heidi Christianson, de 66 años, encontró arena y restos de la marea ciclónica en el segundo piso de su casa. La marea ciclónica arrojó un tres pies de arena en ju jardín, destrozó su portal y llenó su piscina de pececillos que seguían nadando casi dos semanas después.
Por suerte, ella y su marido estaban a salvo fuera de la ciudad antes que se formara la tormenta, pero Christianson dice que siempre sabe que debe evacuar cuando los meteorólogos empiezan a hablar de la altura que podría alcanzar el agua.
“Cuando escuchamos ‘marea ciclónica’, decidimos que nos íbamos”, dijo.
Mientras que a su casa elevada, construida en 2018, le fue bien en la tormenta —menos la rejilla del portal y los nuevos habitantes de su piscina— a la otra casa de alquiler de Christianson en Fort Myers no le fue tan bien. El agua azotó la casa, rompiendo paredes, agrietando ventanas y derramando el revestimiento aislante por todas partes. Su Range Rover blanca salió volando a 300 pies de la casa y se estrelló contra un árbol.
Pero, curiosamente, su colección de cristalería antigua de cretona, que le costó acumular 10 años, guardada en una caja en el nivel más bajo de la casa, estaba en perfecto estado, con un poco de arena.
“Ni siquiera una astilla”, se maravilló Christianson.
Pero el verdadero poder de la marea ciclónica se hizo visible en los terrenos de su calle que antes estaban ocupados por antiguas casas de construcción. Después de la tormenta, lo único que sobresalía de la arena eran las sillas de playa, los botes y los trozos de pared de las casas vecinas.
Mejores datos, mejores decisiones
Antes de la tormenta, los equipos de USGS distribuyeron sensores por la zona para medir la altura del agua y la presión barométrica. Los datos de esa escasa red, al menos de los sensores que no volaron, ya están registrados.
Pero tan pronto como los vientos se calmaron, el personal de USGS se movilizó para rellenar los huecos. Marcaron dónde y a qué altura había subido el agua, usando marcadores negros para tachar los trozos de tablaroca y concreto manchados de sal que habían quedado atrás o, en el mejor de los casos, las zonas interiores protegidas, como los huecos de las escaleras y los ascensores. Después de Ian, esos equipos hicieron más de 300 marcas del nivel alto del agua.
Luego llegó el turno de Fountain. Equipos como el suyo se apresuraron a convertir esas marcas en datos usables antes de que se retiren los escombros o se destruyan los edificios. Pero también tenían que esperar a que llegara el servicio de telefonía móvil, que vuelve lentamente a las zonas más afectadas.
Sin servicio de telefonía, Fountain dijo que podían tardar hasta cuatro horas en registrar una marca de estudio con su equipo electrónico. Con el servicio celular, ese tiempo se reduce a nueve minutos.
“No hay suficientes horas en un día para hacer recolecciones de cuatro horas”, dijo. “Tenemos una sola oportunidad para recolectarlo. Y tenemos que recolectar más de lo que creemos que necesitamos”.
Fountain y sus colegas son meticulosos con sus datos. Realizan varias mediciones con equipos móviles de GPS que fijan su ubicación por satélite, y completan cada día de mediciones comprobando la marca de elevación permanente más cercana establecida por las agencias estatales o federales.
Todos los datos recolectados por equipos como el de Fountain se usan para construir modelos informáticos que reflejen mejor el riesgo de marea ciclónica, pero la FEMA, que le paga a USGS por recolectar estos datos, también los usa para ajustar sus mapas de inundaciones, que guían las decisiones sobre códigos de construcción en todo el país.
El centro de huracanes también usa estos datos en su reporte posterior a la tormenta, que se publica unos meses después del paso del huracán.
“Toda nuestra organización se basa en datos de alta calidad, repetibles y comprensibles”, dijo Fountain. “Si esos números no son correctos, pueden ser la base de malas decisiones”.