La crisis en los campus de EE.UU.: choque de visiones en la protesta en el campamento de una universidad en Washington

Manifestantes propalestinos en una marcha en el campus de Tufts University, en Medford, Massachusetts. (Sophie Park/The New York Times)
Manifestantes propalestinos en una marcha en el campus de Tufts University, en Medford, Massachusetts. (Sophie Park/The New York Times) - Créditos: @SOPHIE PARK

WASHINGTON.- La calma que suele reinar en las calles de Washington se quiebra al acercarse al jardín principal de la Universidad George Washington y se escucha un canto nítido. “¡Liberen, liberen Palestina! ¡Liberen, liberen Palestina!”, gritan los estudiantes. Un vallado montado por la policía separa el campamento de la vereda. Los estudiantes pueden salir, pero no pueden volver a entrar. Algunos llevan la cara cubierta con la tradicional bufanda keffiyeh, otros se pasan un megáfono para dirigir los cantos. “¡Paren el asedio, déjenlos vivir!”, marca una chica por el altavoz, leyendo la letra en su teléfono. “¡Paren el asedio, déjenlos vivir!”, repite la multitud.

La ola de protestas en los campus universitarios contra la ofensiva israelí en la Franja de Gaza tras el ataque terrorista de Hamas el pasado 7 de octubre se esparció esta semana por Estados Unidos como un reguero de pólvora. La policía reprimió y arrestó cientos de manifestantes en Columbia, Yale, la Universidad Estatal de Ohio o en la Universidad Emory, en Atlanta. El campamento en “GW”, como se conoce a la universidad washingtoniana, se instaló a unas cinco cuadras de la Casa Blanca. Los estudiantes se preparan para atrincherarse el tiempo que sea necesario hasta que la universidad deje de invertir dinero en Israel, uno de los reclamos de la protesta, junto con un alto al fuego en Gaza. La policía valló el campamento y vigiló la manifestación, aunque sin arrestar a nadie.

Un campamento pro palestino en Tufts University, en Medford, Massachusetts. (Sophie Park/The New York Times)
Un campamento pro palestino en Tufts University, en Medford, Massachusetts. (Sophie Park/The New York Times) - Créditos: @SOPHIE PARK

La crisis en los campus tensó al país y desató un cruce de acusaciones: los detractores de las protestas dicen que respaldan a Hamas y son antisemitas, y sus partidarios dicen que el antisemitismo se usa como un arma para reprimir las críticas a Israel.

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En la protesta, dos estudiantes, una joven palestina y un joven judío, hablan por separado con LA NACION y ofrecen con sus visiones dos posturas que parecen irreconciliables y recorren un conflicto histórico en Medio Oriente que, en los últimos seis meses, desde el último ataque de Hamas, solo escaló en violencia, dejando un brutal saldo de víctimas civiles –alrededor de 1200 israelíes, la mayoría civiles, y más de 35.000 palestinos, la mayoría de ellos mujeres y niños–, una devastadora crisis humanitaria en el enclave mediterráneo y el temor latente a una guerra regional.

Apoyada en una de las vallas, Selina al-Shihabi, estudiante palestina, habla con voz ronca, forzada. Pasó la noche –la primera noche del campamento– en una carpa. Cuenta que tienen un baño químico y la gente les lleva comida, que la policía puso las vallas el jueves y no deja que nadie entre. Si alguien sale, no puede volver. Antes de la conversación, una profesora se acerca, la abraza, la felicita, le dice que está orgullosa, le pregunta si necesitan algo. El plan es quedarse hasta que la universidad acepte sus demandas.

“Hay que apoyar a nuestra juventud, a nuestros estudiantes. A lo largo de la historia, hemos visto a los estudiantes tomar la iniciativa y realmente crear cambios y crear cambios significativos e importantes que han mejorado nuestra sociedad”, dice sobre la protesta y las reacciones.

Al final del día, no es una cuestión religiosa. Es una cuestión de colonos colonialistas. Es una cuestión de gente que viene a tierras nativas y expulsa a los indígenas de esas tierras. Y eso es lo que estamos protestando. Estamos protestando por el derecho de los pueblos indígenas a vivir, estamos protestando por el derecho de los pueblos indígenas a tener su tierra, a quedarse en su hogar. No es una protesta por la religión. No tiene nada que ver con la religión. En todo caso, el gobierno israelí es el que está involucrado en religión. Y eso es una injusticia para el pueblo judío”, dice de un tirón, al rechazar acusaciones de antisemitismo de casi todo el arco político en Washington, y también del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, que exigió “hacer más” contra las manifestaciones, y las comparó con la Alemania nazi. Su solución: un Estado democrático donde convivan israelíes y palestinos y “gente de todas las religiones”.

Un manifestante ondea una bandera palestina en el campus de la Tufts University, en Medford. (Sophie Park/The New York Times)
Un manifestante ondea una bandera palestina en el campus de la Tufts University, en Medford. (Sophie Park/The New York Times) - Créditos: @SOPHIE PARK

Durante la charla, una de las estudiantes pide a través del altavoz que nadie hable con la prensa o la policía. “¡No hablamos con medios! ¡No hablamos con policías!”, vocifera. Selina dice que no es un problema: ella es el enlace del campamento con la prensa. Otros periodistas esperan para hacer preguntas. Selina hace una pausa antes de responder la siguiente pregunta: qué piensa de Hamas.

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“Um…. ¿qué querés decir?, ¿qué pasa con Hamas?”, pregunta. “Hamas es una organización gubernamental en Gaza, y además también tiene un ala militar. ¿Estás preguntando por la organización gubernamental en Gaza?”, replica. La repregunta es si cree que Hamas es una organización terrorista, tal como ha sido designada por Estados Unidos. “Al final del día, soy ciudadana norteamericana, así que me ciño a lo que diga mi gobierno”, responde. Y cuando se le menciona el 7 de octubre, Selina dice que protestan “por el genocidio, y lo que ha estado pasando desde 1948″.

Shock y decepción

Del otro lado del jardín, J., un estudiante universitario de economía de GWU judío, que lleva una kipá, se presenta, acepta responder preguntas de este corresponsal, pero pide que su nombre no sea publicado. Otros judíos participan de la manifestación, piden un alto al fuego. Pero J. mira desde lejos. Está shockeado por lo que ve, confiesa, pero no sorprendido. Se siente seguro “físicamente”, pero mira la protesta y siente decepción.

“Creen explícitamente en la misma idea que cree Hamas, es decir, que tienen el deber de tomar armas esencialmente contra Israel hasta que sea destruido”, afirma. “Mis compañeros están apoyando a personas que, si yo estuviera de visita en Israel, por ejemplo, y uno de ellos se vuela y me mata, lo estarían animando. No es un sentimiento genial. Es perturbador ver a tus pares, a la gente de la clase o de cualquier otro lado apoyar este tipo de cosas”, señala.

Al hablar del conflicto, J. cree que el objetivo fijado del gobierno de Netanyahu, la eliminación de Hamas, es “extremadamente importante” porque es “un requisito previo para la paz” y no existe paz duradera posible con Hamas. No justifica cada acción o táctica de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), acusadas de matar civiles, periodistas y trabajadores humanitarios, pero niega un genocidio –una acusación presente en todas las manifestaciones contra Israel y a favor de los palestinos, tildada de “plausible” por la Corte Penal Internacional–, y dice que, si Hamas perdurara, eso solo aseguraría una “guerra perpetua”.

Obviamente, hay una guerra horrible. Y porque básicamente durante los últimos 15 años, Hamas ha convertido la Franja de Gaza en el campo de batalla más ventajoso para ellos que posiblemente podrían haber reconstruido con más de 700 kilómetros de túneles, es algo extremadamente difícil. Obviamente, esto tuvo un costo humanitario significativo para el pueblo palestino”, dice, y luego replica: “No estoy en absoluto de acuerdo con que sea un genocidio. No pondría en duda que existen crímenes de guerra individuales de las FDI, pero no creo que sea institucional”.