¿Crees en la vida después de la muerte? Estos científicos la estudian

La División de Estudios Perceptivos de la Universidad de Virginia es una de las unidades de investigación en parapsicología más destacadas del mundo. (Matt Eich/The New York Times)
La División de Estudios Perceptivos de la Universidad de Virginia es una de las unidades de investigación en parapsicología más destacadas del mundo. (Matt Eich/The New York Times)

En una oficina anodina del centro de Charlottesville, Virginia, hay un pequeño baúl de cuero encima de un archivador. Adentro hay una cerradura de combinación, sin abrir desde hace más de 50 años. Quien la puso está muerto.

Por sí solo, el candado no tiene nada de especial: es de los que se usan en el gimnasio. Tiene un código mnemotécnico de una palabra de seis letras convertida en números, y solo lo conocía el psiquiatra Ian Stevenson, quien lo estableció mucho antes de morir y años antes de jubilarse como director de la División de Estudios Perceptivos (DOPS, por su sigla en inglés), una unidad de investigación parapsicológica que fundó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia en 1967.

Stevenson llamó a este experimento la Prueba de la Cerradura de Combinación para la Supervivencia. Pensó que si podía transmitirle el código a alguien, desde la tumba, podría ayudar a responder las preguntas que le habían consumido en vida: ¿la comunicación desde el “más allá” es posible?, ¿la personalidad puede sobrevivir a la muerte corporal? O, simplemente: ¿la reencarnación es real?

Este último enigma —la supervivencia de la consciencia tras la muerte— sigue estando en la primera línea de la investigación de la división. El equipo ha registrado cientos de casos de niños que afirman recordar vidas pasadas de todo el mundo, excepto de la Antártida. “Solo porque no hemos buscado casos allí”, dijo Jim Tucker, quien durante más de dos décadas ha investigado los reportes de vidas pasadas. Hace poco se jubiló tras haber sido director de la DOPS desde 2015.

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Para empezar, fue una trayectoria profesional inesperada.

“En lo que respecta a la reencarnación en sí, nunca tuve un interés especial en ella”, dijo Tucker, quien solo se propuso ser psiquiatra infantil y fue, en un momento dado, director de la Clínica de Psiquiatría Infantil y Familiar de la Universidad de Virginia. “Ni siquiera cuando me estaba formando se me ocurrió que terminaría en este trabajo”.

El equipo de investigación de la DOPS incluye, en el sentido de las manecillas del reloj desde la parte superior izquierda, a Jim Tucker (quien se jubiló recientemente), David Acunzo, Marina Weiler, Elliot Gish, Marieta Pehlivanova y Philip Cozzolino. (Matt Eich/The New York Times)
El equipo de investigación de la DOPS incluye, en el sentido de las manecillas del reloj desde la parte superior izquierda, a Jim Tucker (quien se jubiló recientemente), David Acunzo, Marina Weiler, Elliot Gish, Marieta Pehlivanova y Philip Cozzolino. (Matt Eich/The New York Times)

Ahora, a los 64 años, tras viajar por todo el mundo para registrar casos de posibles recuerdos de vidas pasadas, y luego de publicar libros y artículos propios sobre el tema de las vidas pasadas, ha dejado el cargo.

“Hay un nivel de estrés en la medicina y en el mundo académico”, reflexionó. “Siempre hay cosas que deberías estar haciendo, trabajos que deberías estar escribiendo, recetas que deberías estar prescribiendo. Disfrutaba de mi trabajo diario, tanto en la clínica como en la DOPS, pero llega un momento en que no estás dispuesto a tener tantas responsabilidades y exigencias”.

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Según un anuncio de trabajo publicado por la facultad de Medicina, además de su reputación académica, el candidato ideal para sustituir a Tucker debe tener “un historial de investigación rigurosa de experiencias humanas extraordinarias, como la relación de la mente con el cuerpo y la posibilidad de que la consciencia sobreviva a la muerte física”.

Ninguno de los ocho miembros principales del equipo tiene la categoría académica necesaria para desempeñar el cargo, por lo que es necesario encontrar a alguien externo.

“Creo que existe la sensación de que sería rejuvenecedor para el grupo que viniera una persona de afuera”, dijo Jennifer Payne, vicepresidenta de investigación del Departamento de Psiquiatría, quien dirige el comité de selección.

Científicos que se han desviado del camino habitual

Tucker dirigía una ajetreada consulta cuando se enteró de la existencia de la DOPS. Era 1996 y un periódico local, The Daily Progress de Charlottesville, había hecho un perfil de Stevenson tras recibir financiación para entrevistar a personas sobre sus experiencias cercanas a la muerte. Atraído por el trabajo pionero, Tucker empezó a trabajar como voluntario en la división antes de incorporarse como investigador permanente.

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Cada uno de los investigadores de la división ha dedicado su carrera —y, hasta cierto punto, ha arriesgado su reputación profesional— al estudio de lo llamado paranormal. Esto incluye las experiencias cercanas a la muerte y extracorpóreas, los estados alterados de conciencia y la investigación de vidas pasadas, que se engloban bajo la “parapsicología”. Son científicos que se han desviado del camino habitual.

La DOPS es una institución curiosa. Solo existen unos pocos laboratorios en el mundo que tienen líneas de investigación similares —la Unidad de Parapsicología Koestler de la Universidad de Edimburgo, por ejemplo—, pero la DOPS es la iniciativa más destacada. La única otra unidad de parapsicología importante en Estados Unidos era el Laboratorio de Investigación de Anomalías de Ingeniería de Princeton, o PEAR, que se centraba en la telequinesis y la percepción extrasensorial. Esa unidad se cerró en 2007.

Aunque técnicamente forma parte de la Universidad de Virginia, la DOPS ocupa cuatro espacios similares a condominios dentro de un edificio residencial. Está notablemente alejada del frondoso campus principal de la universidad, y al menos a un par de kilómetros de la facultad de Medicina.

“Nadie sabe que estamos aquí”, dijo Bruce Greyson, de 78 años, antiguo director de la DOPS y profesor emérito de psiquiatría y ciencias neuroconductuales de la Universidad de Virginia, quien empezó a trabajar con Stevenson a finales de la década de 1970. “Ian era muy cauto al respecto, porque se había enfrentado a muchos prejuicios”, dijo Greyson. “Mantuvo un perfil muy bajo”.

Greyson recibió muchas críticas antes de unirse a la DOPS. Había trabajado en la Universidad de Michigan durante ocho años al principio de su carrera, pero su interés por las experiencias cercanas a la muerte empezó a irritar a otros, como le ocurrió a Stevenson.

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“Me dijeron, sin rodeos, que no tendría futuro allí si investigaba las experiencias cercanas a la muerte, porque eso no se puede medir en un tubo de ensayo”, dijo. “A menos que pudiera cuantificarlo con una medida biológica, no querían oír hablar de eso”. Dejó Michigan por la Universidad de Connecticut, donde pasó 11 años, y luego encontró el camino hacia la DOPS.

El ambiente dentro de la DOPS es de calma y estudios. Solo hay algunas señales de las actividades del equipo. En el laboratorio del sótano hay una jaula de Faraday revestida de cobre que se usa para evaluar a los sujetos con experiencias extracorpóreas, y cabezas de maniquí de gomaespuma con gorros de electroencefalograma. Arriba, a lo largo de toda la pared de la Biblioteca Conmemorativa Ian Stevenson, que cuenta con más de 5000 libros y documentos relacionados con la investigación de vidas pasadas, hay una vitrina con una colección de cuchillos, espadas y mazos, armas descritas por niños que recordaban un final violento en su vida anterior.

“No se trata del arma en sí, sino del tipo de arma utilizada”, explicó Tucker. Cada objeto está etiquetado con detalles intrincados, a veces sangrientos. Uno de los objetos expuestos contaba la historia de una niña birmana, Ma Myint Thein, que nació con deformidades en los dedos y marcas de nacimiento en la espalda y el cuello. “Según los aldeanos”, decía el rótulo, “el hombre cuya vida recordaba fue asesinado, le habían cortado los dedos y lo degollaron con una espada”. También hay una fotografía de las manos de la niña, a la derecha le faltan dos dedos.

El hecho de que los niños que afirman recordar vidas pasadas sean más frecuentes en el sur de Asia, donde la reencarnación es un principio básico de muchas creencias religiosas, ha sido utilizado por los críticos para desacreditar los estudios. Después de todo, seguramente es muy fácil encontrar pruebas corroborativas en lugares con una creencia preexistente en la reencarnación.

Sin embargo, el tema de la vida después de la muerte ha sido una preocupación existencial para los seres humanos a lo largo del tiempo, y en muchas culturas la reencarnación es un principio central de las creencias. El budismo, religión en la que se cree que hay un viaje de 49 días entre la muerte y el renacimiento; el hinduismo, con su concepto del samsara, el ciclo sin fin; y las naciones nativas americanas y de África occidental, comparten conceptos básicos similares del alma o espíritu que pasa de una vida a la siguiente. Mientras tanto, una encuesta de Pew Research de 2023 reveló que una cuarta parte de los estadounidenses cree que es “definitivamente o probablemente cierto” que las personas que han muerto pueden reencarnarse.

Cuando se trata de afirmaciones sobre vidas pasadas, el equipo de la DOPS trabaja en casos que casi siempre proceden directamente de los padres.

Entre los rasgos comunes de los niños que afirman haber tenido una vida anterior figuran una precocidad verbal y unos modales que no concuerdan con los del resto de la familia. También se ha pensado que fobias o aversiones inexplicables han sido transferidas de una existencia pasada. En algunos casos, los recuerdos son extremadamente claros: los nombres, profesiones y peculiaridades de un grupo diferente de parientes, o las particularidades de las calles donde vivían y, a veces, incluso recuerdan acontecimientos históricos poco conocidos, detalles que el niño no podía saber.

Uno de los casos más famosos en los que trabajó el equipo fue el de James Leininger, un niño estadounidense que recordaba haber sido piloto de caza en Japón. El caso suscitó mucha atención para la DOPS, pero también atrajo numerosos detractores.

Ben Radford, subdirector de Skeptical Inquirer, una revista dedicada a la investigación científica, cree que las ilusiones y la ansiedad general ante la muerte han impulsado un mayor interés por la reencarnación, y encuentra fallos en la metodología de investigación de la DOPS, que a menudo disecciona en su blog. “El hecho es que, por muy sincera que sea la persona, a menudo los recuerdos recuperados son falsos”, dijo.

Las pruebas no son impecables

Recordado por muchos como un hombre digno con predilección por los trajes de tres piezas, Stevenson vivía para su investigación. Casi nunca se tomaba tiempo libre. “Una vez tuve que pasar por la oficina la víspera de Año Nuevo y solo había un automóvil en el estacionamiento, y era el suyo”, recordó Tucker.

Nacido en 1918, Stevenson, que era canadiense y se licenció en historia en St. Andrews antes de estudiar bioquímica y psiquiatría en la Universidad McGill, había sido jefe del departamento de psiquiatría de la Universidad de Virginia durante 10 años, hasta 1967.

A principios de la década de 1960 se había desilusionado de la medicina convencional. En una entrevista concedida a The New York Times en 1999, dijo que se había sentido atraído por el estudio de las vidas pasadas debido a su “descontento con otras explicaciones de la personalidad humana. No me satisfacían ni el psicoanálisis, ni el conductismo, ni la neurociencia. Me parecía que faltaba algo”.

Así que empezó a registrar casos potenciales de reencarnación, que llegaría a llamar “casos del tipo de reencarnación” (CORT, por su sigla en inglés). Fue uno de sus primeros trabajos de investigación sobre CORT, de un viaje a India en 1966, el que llamó la atención de Chester Carlson, el inventor de la tecnología que hay detrás de las fotocopiadoras Xerox. Fue la generosa ayuda económica de Carlson la que permitió que Stevenson dejara su puesto en la facultad de Medicina y se dedicara a la investigación de las vidas pasadas a tiempo completo.

El decano de la facultad de Medicina por aquel entonces, Kenneth Crispell, no aprobaba esta incursión en lo paranormal. Se alegró de que Stevenson renunciara a su puesto en el departamento de psiquiatría y, creyendo en la libertad académica, accedió a la formación de una pequeña división de investigación. Sin embargo, cualquier esperanza que Crispell tuviera de que Stevenson y sus ideas poco ortodoxas desaparecerían en las sombras académicas se desvaneció rápidamente: Carlson murió de un ataque al corazón en 1968 y en su testamento legó un millón de dólares al proyecto de Stevenson.

Aunque no toda la atención fue positiva en los primeros años de la división, algunas personas de la comunidad científica estaban intrigadas. “O Stevenson comete un error colosal, o será conocido como el Galileo del siglo XX”, escribió el psiquiatra Harold Lief en un artículo de 1977 para el Journal of Nervous and Mental Disease.

En la actualidad, la DOPS sigue financiándose de manera íntegra mediante donaciones privadas. En octubre se anunció que la división había recibido el primer pago de una donación de 1 millón de dólares del Fondo del Legado de Philip Rothenberg, que se utilizará para financiar a investigadores que inician su carrera. También han prestado su apoyo las hermanas Bonner, Priscilla Bonner-Woolfan y Margerie Bonner-Lowry, actrices del cine mudo de la década de 1920, cuya dotación sigue financiando la dirección de la DOPS. Otro partidario improbable es el actor John Cleese, quien conoció por primera vez la división en el Instituto Esalen, un retiro y comunidad intencional situado en Big Sur, California.

“Esta gente se comporta como buenos científicos”, dijo Cleese en una entrevista telefónica. “Los buenos científicos buscan la verdad: no solo quieren tener razón. Creo que es absolutamente asombroso y bastante vergonzoso el modo en que la teoría reduccionista materialista ortodoxa contemporánea trata todas las cosas —y son muchas— que no pueden ni empezar a explicar”.

En los primeros años del departamento, Stevenson viajó mucho por todo el mundo y registró más de 2500 casos de niños que recordaban vidas pasadas. En esta época anterior a internet, descubrir tantos relatos y tendencias similares sirvió para reforzar su tesis. Los hallazgos de estas excursiones, recogidos con la pulcra caligrafía de Stevenson, están almacenados por países en archivadores y se encuentran en el lento proceso de ser digitalizados.

De esta base de datos, los investigadores han extraído conclusiones que consideran interesantes. Los casos más fuertes, según los investigadores de la DOPS, se han encontrado en niños menores de 10 años, y la mayoría de los recuerdos suelen producirse entre los 2 y los 6 años, edad a partir de la cual parecen desvanecerse. El promedio de tiempo entre la muerte y el renacimiento es de unos 16 meses, periodo que los investigadores consideran una forma de intermedio. Muy a menudo, el niño tiene recuerdos que coinciden con la vida de un familiar fallecido.

Sin embargo, a pesar de todo este meticuloso trabajo, Stevenson era consciente de las limitaciones de la investigación de las vidas pasadas. “Las pruebas no son impecables y, desde luego, no obligan a tal creencia”, explicó en una conferencia en la Universidad del Sudoeste de Luisiana (ahora Universidad de Luisiana en Lafayette) en 1989. “Incluso la mejor de ellas está abierta a interpretaciones alternativas, y solo cabe censurar a quien dice que no hay prueba alguna”.

“Ian pensaba que la reencarnación era la mejor explicación, pero no estaba seguro”, dijo Greyson. “Pensaba que muchos de los casos podían ser otra cosa. Podría ser una especie de posesión, incluso podría ser un delirio. Hay muchas posibilidades distintas. Podría ser clarividencia, o captar la información de otras fuentes de las que no eres consciente”.

Tras pasar más de la mitad de su vida estudiando vidas pasadas, Stevenson se retiró de la DOPS en 2002, cediendo la batuta a Greyson. Aunque vigilaba los procedimientos desde lejos, ofreciendo orientación cuando se le solicitaba, nunca volvió a poner un pie en la división. Murió de neumonía cinco años después, a los 88 años.

Muchos recuerdos son difíciles

Cada año, la DOPS recibe más de 100 correos electrónicos de padres en relación con algo que ha dicho su hijo. Dirigirse a la división suele ser un intento de aclarar las cosas, pero los investigadores nunca prometen respuestas. Su única promesa es tomarse en serio estas afirmaciones, “pero en cuanto a que el caso tenga suficiente entidad como para investigarlo, suficiente como para verificar potencialmente que coincide con una vida pasada, son muy pocos”, dijo Tucker.

Este verano, Tucker condujo hasta la localidad rural de Amherst, en Virginia, para visitar un caso de posible recuerdo de vidas pasadas. Le acompañaron sus colegas Marieta Pehlivanova y Philip Cozzolino, quien se haría cargo de su investigación en el nuevo año.

Pehlivanova, de 43 años, especializada en experiencias cercanas a la muerte y en niños que recuerdan vidas pasadas, lleva siete años en la DOPS y está iniciando un estudio sobre mujeres que han tenido experiencias cercanas a la muerte durante el parto. Cuando cuenta a la gente lo que hace, el tema les parece a la vez fascinante e inquietante. “Hemos recibido correos electrónicos de gente que dice que estamos haciendo el trabajo del diablo”, dijo.

Al llegar a la casa de la familia, el equipo entró en la cocina. Una niña de tres años, la menor de cuatro hermanos educados en casa, se asomó por detrás de las piernas de su madre, mirando tímidamente. Llevaba una camiseta holgada de Minnie Mouse y fue a posarse entre sus abuelos en una banqueta, observando cómo todos tomaban asiento alrededor de la mesa del comedor.

“Empecemos por el principio”, dijo Tucker después de que Misty, la madre de la niña, de 28 años, firmara el papeleo. “¿Todo empezó con la pieza del rompecabezas?”.

Unos meses antes, madre e hija estaban mirando un rompecabezas de madera de Estados Unidos, en el que cada estado estaba representado por una caricatura de una persona o un objeto. La hija de Misty señaló emocionada la pieza dentada que representaba Illinois, que tenía una ilustración abstracta de Abraham Lincoln.

“Es Pom”, exclamó su hija. “No lleva puesto el sombrero”.

Efectivamente, era un dibujo de Abraham Lincoln sin sombrero, pero lo más importante era que debajo de la imagen no había ningún nombre que indicara quién era. Tras semanas de hablar sin parar de que “Pom” se había desangrado tras ser herido y llevado a una cama demasiado pequeña —lo que la familia había empezado a pensar que podía estar relacionado con el asesinato de Lincoln—, empezaron a considerar que su hija había estado presente en el momento histórico. Y ello a pesar de que la familia no tenía ninguna creencia previa en la reencarnación, ni ningún interés particular en Lincoln.

En el trayecto a Amherst, Tucker confesó sus dudas a la hora de aceptar este caso en particular, o cualquier otro relacionado con una persona famosa. “Si dices que tu hijo era Babe Ruth, por ejemplo, habría mucha información en internet”, dijo. “Cuando nos llegan esos casos, normalmente es que los padres están en eso. Sin embargo, es un poco extraño que salga de la boca de una niña de tres años. Ahora bien, si hubiera dicho que su hija era Lincoln, probablemente no habría hecho el viaje”.

Últimamente, Tucker le ha estado haciendo a los niños pruebas de imagen. “Cuando creemos que conocemos a la persona de la que hablan, les enseñamos una foto de esa vida y luego les enseñamos otra —una foto falsa— de otro lugar, para ver si pueden elegir la correcta”, dijo. “Tienes que tener unas cuantas fotos para que signifique algo. Tuve una en la que el chico recordaba haber muerto en Vietnam. Le enseñé ocho pares de fotos y en un par de ellas no eligió, pero en las otras acertó seis de seis. Así que, ya sabes, eso te hace pensar. Pero esta niña es tan joven que no creo que podamos hacer eso”.

En esta ocasión, la niña decidió no comprometerse y fingió estar dormida. Luego se durmió de verdad.

“Pronto recapacitará”, aseguró Misty a los investigadores. A medida que pasaban los minutos, Tucker decidió que sería mejor dejar la prueba de las imágenes para otro momento. La niña seguía dormida cuando los investigadores regresaron al carro.

Tras el primer encuentro, el único curso de acción es no hacer nada y esperar, ver si los recuerdos se convierten en algo más concreto. Como la investigación de las vidas pasadas se basa en los recuerdos espontáneos, el equipo no está muy convencido del concepto de regresión hipnótica. “Se hipnotiza a la gente y se le dice que vuelva a sus vidas pasadas y todo eso, sobre lo que somos bastante escépticos”, dijo Tucker. “También pueden inventarse muchas cosas, aunque se trate de recuerdos de esta vida”.

La DOPS rara vez tiene en cuenta los relatos de los adultos. “No son nuestro principal interés, en parte porque, como adulto, has estado expuesto a muchas cosas”, explicó Tucker. “Puedes pensar que no conoces cosas de la historia, pero es muy posible que hayas estado expuesto a ellas. Pero, además, el fenómeno se da típicamente en los niños pequeños. Es como si llevaran los recuerdos consigo, y normalmente son muy pequeños cuando empiezan a hablar”.

También existe la preocupación de que los padres busquen llamar la atención. “Hay gente que dice: ‘Bueno, los padres solo lo hacen para tener sus 15 minutos de fama o lo que sea’”, dijo Tucker. “Pero a la mayoría de ellos no les interesa que nadie lo sepa, ya sabes, porque es algo embarazoso, o les preocupa que la gente piense que su hijo es raro”.

Para un niño, recordar una vida pasada puede ser duro. “Es posible que extrañen a la gente o que tengan la sensación de que hay asuntos pendientes”, dijo. Tras un silencio, continuó, con voz contemplativa. “Francamente, probablemente sea mejor para el niño que no tenga esos recuerdos, porque muchos de ellos son difíciles. La mayoría de los niños que recuerdan cómo murieron perecieron en algún tipo de muerte violenta y no natural”.

Ayudar a la gente a tratarse un poco mejor

Los investigadores esperan que la idea de que la mente sobrevive a la muerte corporal se comprenda mejor en los próximos años, y se tome más en serio.

“Dudo que vaya a haber un hallazgo o un estudio que convenza de repente a todo el mundo de que tenemos que cambiar nuestra manera de entender la realidad, pero creo que puede animar a la gente a explorarlo”, dijo Tucker, refiriéndose al trabajo que se ha hecho en el campo de la investigación de las vidas pasadas en el último siglo.

Pero, ¿por qué importa todo esto?

El equipo de la DOPS cree que una mayor aceptación de que la vida es un ciclo continuo podría tener un efecto positivo en nuestra manera de vivir.

“Sin duda podría influir en la forma en que la gente ve su vida”, dijo Tucker. “Creo que es una visión más esperanzadora que la idea de que esto solo es un universo aleatorio que carece de sentido. Por supuesto, la gente encuentra esto en su religión, pero si pudieran ver que existe este aspecto de sí misma que continúa, podría ayudar con el duelo y la ansiedad ante la muerte y, ya sabes, con suerte ayudaría a que la gente se tratara un poco mejor. Habría una sensación más fuerte de que todos estamos juntos en esto de que, de nuevo, no se trata de una existencia sin sentido”.

Tucker piensa menos en el pasado y más en el futuro inminente. Ha pasado los últimos meses atando cabos sueltos antes de su partida.

Una cosa es segura: quienquiera que asuma el cargo de director de la DOPS se convertirá en el nuevo custodio del experimento de Stevenson. Después de todo, hay más de un millón de combinaciones posibles para la cerradura, y no hay coincidencia en adivinar la correcta. Muchos lo han intentado, algunos incluso han intentado recuperar el código del propio Stevenson recurriendo a la ayuda de médiums espirituales, en vano.

En cuanto a Tucker, planea trasladarse a Carolina del Sur con su esposa para estar más cerca de sus nietos. “Estoy pensando en pasar página y empezar un nuevo capítulo”, dijo.

¿Una nueva vida, tal vez?

“Sí, bastante. Aunque no como usamos ese término aquí”, dijo con una sonrisa.

c. 2025 The New York Times Company