El sentimiento de superioridad amplía la brecha entre los políticos y la ciudadanía durante la pandemia

Pedro Sánchez y la vicepresidenta, Carmen Calvo en una imagen de archivo. (Getty Images)
Pedro Sánchez y la vicepresidenta, Carmen Calvo en una imagen de archivo. (Getty Images)

El sentimiento de superioridad que está demostrando gran parte de la clase dirigente española durante esta pandemia y consecuente crisis económica está abriendo una peligrosa, y quién sabe si insalvable, brecha con la sociedad. No suele ser fácil que la ciudadanía despierte de la hipnosis y salga de su zona de confort para protestar por desigualdades que son obvias aunque insuficientes para despegar el trasero del sofá. Ahora la cosa es distinta. El dichoso bicho que tantas tragedias personales está causando ha paralizado la maquinaria global con cifras de desempleo desorbitadas, con negocios cerrados a cal y canto, con autónomos cuya actividad se ha frenado en seco y todavía tienen que pagar una cuota abusiva, en definitiva, con millones de familias que viven con el agua al cuello en una situación de inseguridad sanitaria sin precedentes desde la Guerra Civil. Ahora sí se siente en el corazón la puñalada, ¿verdad?

El proceder de las élites políticas está sirviendo de combustible para la indignación. La corrosiva defección que están demostrando nuestros representantes gracias a detalles como los de seguir cobrando sus dietas de desplazamiento sin desplazarse más allá de sus jardines, de sus terrazas con vistas o de sus cagaderos, es de una falta de responsabilidad social extraordinaria e imperdonable. Este golpe a la moral viene por la derecha, por el centro, por la izquierda y se extiende por ambos extremos porque aquellos que predican estar al servicio de la ciudadanía actúan con una desfachatez que no es nueva; pero ahora duele más. Será por las corruptelas que se han repartido a lo largo de nuestra democracia los de la rosa y los de la gaviota, será por mentiras y demagogias, por actitudes altivas. Nada mínimamente comparable con el momento actual, donde cada respirador, mascarilla, guante, gel antiséptico y metedura de pata supone vidas humanas, finas líneas entre el dolor y el alivio de millones de familias.

El Congreso de los Diputados, vacío por el coronavirus. (Getty Images)
El Congreso de los Diputados, vacío por el coronavirus. (Getty Images)

Ahora sí duelen en el alma los millones de euros despilfarrados sin sentido. Nada más y nada menos que una cantidad superior a un millón de euros al mes en dietas de desplazamiento por parte nuestros representantes en el Congreso y en el Senado. Esto significa que, en marzo y abril, a pesar de la inactividad provocada por el estado de alarma, los 350 diputados y 188 senadores españoles cobrarrán, según publica elEconomista.es, un sueldo base de 2.981,86 y 3.050,66 euros, respectivamente. Además, tienen derecho a “las ayudas, franquicias e indemnizaciones por gastos que sean indispensables para el cumplimiento de su función”. En este apartado “se incluye una indemnización mensual para afrontar los gastos que les origine la actividad de la Cámara, que no tributan a Hacienda y que también cobran los miembros del Gobierno que tienen escaño. Se trata de 917,03 euros para los diputados electos por Madrid y de 1.921,20 euros para los del resto de circunscripciones, cantidades que en el Senado se elevan a 933,78 para los once de Madrid y 1.958,02 euros para los demás. En total, cada mes el Congreso dedica a estas dietas un total de 635.265,71 euros y el Senado otros 505.650,64 euros”, se especificó en la publicación.

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Otros cálculos van más allá y pintan un escenario en el que los representantes públicos sufren un hipotético Expediente de Regulación de Empleo Temporal (ERTE), el mismo que recomiendan a las empresas españolas y que está afectando a millones de ciudadanos. En este supuesto ficticio, según La Razón, el Estado se ahorraría casi cinco millones de euros en un mes (4.724.182,69). Tras lo visto en el último Congreso, donde tan solo asistieron 45 diputados, es debatible la utilidad del resto de los parlamentarios y, por ello, cuestionable su sueldo en estos tiempos en los que todos nos tenemos que apretar el cinturón. ¿O no es ese el mensaje que propagan al pueblo? Este supuesto es imposible ya que “la relación contractual que existe no se basa en un contrato laboral sino en uno social”, tal y como se describe en el artículo. Con esos casi cinco millones de euros al mes, se podrían adquirir alrededor de 950 ventiladores artificiales.

Tan solo 45 diputados acudieron al último pleno en el Congreso. (Getty Images)
Tan solo 45 diputados acudieron al último pleno en el Congreso. (Getty Images)

A pesar de la imposibilidad de que este escenario se produzca, cientos de miles de ciudadanos están pidiendo a través de change.org que se realice un ERTE a los políticos que no están desempeñando su labor debido al confinamiento. No es una cuestión legal o de forma, sino de ética, de moral y de solidaridad con unos ciudadanos que lo están pasando verdaderamente mal. Hay varios casos en los que algunos políticos han pedido que no se cobren las dietas o están donándolas para ayudar a combatir el Covid-19, también para paliar los efectos de la crisis económica, sin embargo, son un grano de arena en el desierto. Ha sucedido con algún parlamentario en el Congreso, con otros en el Parlamento catalán o en Andalucía, entre otros casos esporádicos.

Son muchas las compañías en el sector privado que están adaptándose a esta nueva realidad. Existen multinacionales en las que sus presidentes han suspendido su sueldo durante meses, donde los ejecutivos se lo han bajado un 50 por ciento y han optado por reducir los salarios de sus empleados un 20 por ciento para evitar despidos. Hay caseros que están asumiendo el impacto junto con sus inquilinos (ya sean de viviendas o locales de negocios) y han reducido el alquiler para hacer frente a la crisis con solidaridad. Hay varios empresarios, personalidades del mundo del deporte y de otros sectores que están realizando enormes donaciones. Individuales que apenas pueden llegar a fin de mes que se están dedicando a ayudar a la población más vulnerable de diferentes maneras, como el caso de los voluntarios que contribuyeron a la creación del hospital en IFEMA, Madrid.

¿Si hay tanta gente que está dispuesta a contribuir como se pueda y a apretarse el cinturón, cómo es posible que haya una élite política - y monárquica - que no esté renunciando temporalmente a sus privilegios para remar todos a una? ¿Acaso no es eso lo que piden en sus discursos? Si hay algunos representantes políticos que lo hacen en otros países como en Uruguay, ¿por qué no se puede hacer en España?

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Nuestros representantes lo tienen que ser a las duras y a las maduras. El compromiso con el pueblo no se adquiere de boquilla en mítines y homilías, sino con acciones que ayuden a capear temporales como éste. Desafortunadamente, en la gran mayoría de los casos, no son ellos los que actúan de motu propio para adaptar sus sueldos o eliminar las dietas, sino los medios de comunicación y los ciudadanos los que les tienen que recordar que el patriotismo se demuestra trabajando hombro con hombro y no presenciando el devenir desde su castillo de naipes. Ojalá pronto, cuando arrecie el temporal, llegue el momento de poner las cosas en su sitio y valorar muchas cosas, entre ellas, la esencialidad de determinados puestos.

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