Consultorios de farmacias crecen 38% en 10 años; al mes dan 10 millones de consultas sin una regulación actualizada

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En un periodo de 10 años, de 2013 a 2023, el número de consultorios adyacentes a farmacias (CAF) pasó de 13 mil a alrededor de 18 mil, un alza de 38%. Hoy, estos espacios dan 10 millones de consultas al mes, a las que incluso recurren personas con derechohabiencia que desconfían de la ineficiencia del sistema público.

Con esto, además, estos consultorios —hay uno en 42% de las 43 mil farmacias particulares del país— se convierten en la segunda oferta privada más solicitada en salud. 

Este crecimiento, documentado por la Asociación Nacional de Farmacias de México y por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), se ha registrado de manera sostenida desde 2010 en medio de dos omisiones gubernamentales: la falta de reconocimiento del papel de estos consultorios en la atención a la salud, y por otro lado, la ausencia de regulaciones claras en torno a la calidad de los servicios, las instalaciones y el potencial conflicto de interés, así como la sobreprescripción de medicamentos que puede generarse en ellos.

Los datos más recientes de la Ensanut (2022) muestran que, del 48.8% de la población que recurrió a servicios privados, 22.4% acudió a un consultorio en el domicilio del médico, 17.7% a uno adyacente a farmacia, 3.3% a alguno en hospital, 1.6% a una torre médica, 1.1% a urgencias u hospitalización y 2.7% a otros servicios privados. La preferencia por los CAF se da entre personas con y sin derechohabiencia, lo que implica que, en general, el 36% de la población se atendió en ellos, mientras que 48% lo hizo en unidades privadas y el 52% en el sector público. 

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Ana Victoria Morán Pérez, académica del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social Pacífico Sur, explica que las personas usuarias encuentran en estos consultorios un recurso de atención sumamente importante, que no solo se limita a sectores de la población desfavorecidos. En sus investigaciones, ha constatado que son utilizados por personas de distintos niveles socioeconómicos, incluso medio alto. Su proliferación en medio del rechazo de algunas autoridades —precisa— evidencia tensiones y contradicciones entre el sector salud y el empresarial.

“Lo desafiante es poder comprender la perspectiva de cada uno de estos actores para, de alguna forma, poder tener una visión más clara de qué papel tienen estos consultorios en el sistema de salud”, señala. 

En tanto, Antonio Pascual Feria, presidente de Anafarmex, aclara que la prestación de servicios médicos adyacentes a farmacias es un servicio que siempre debe considerarse complementario y que no sustituye ni compite con los sistemas de salud.

En general, la demanda de estos servicios está relacionada —explica— con padecimientos de primer contacto o de primer nivel, por lo que resulta muy práctico incluso para la población con seguridad social. Cuando existe un padecimiento menor, la cercanía de estos consultorios está entre los principales factores por los que las personas los eligen. En referencia al potencial conflicto de interés y la posible sobreprescripción de medicamentos, asegura que ya existe una convocatoria del sector institucional para una mejora regulatoria. 

“Siempre un modelo es perfectible, de manera tal que se ha ido avanzando. En un principio, este formato generaba también mucha sospecha de conflictos de interés, porque había una comunicación de la farmacia al consultorio casi directa; esto ya se superó. Sin embargo, sigue habiendo cuestiones que pueden mejorarse, y en ese sentido, ante esa convocatoria, la Anafarmex dio a conocer ya un protocolo para los consultorios anexos a farmacias”, asegura Pascual.     

Una de las preocupaciones generadas por estos espacios es la posible sobreprescripción de medicamentos.
Una de las preocupaciones generadas por estos espacios es la posible sobreprescripción de medicamentos.

De acuerdo con el documento, los servicios de consultorios adyacentes a farmacias dan lugar a una corresponsabilidad con la salud de la población y deben observar los marcos regulatorios asentados principalmente en la Ley General de Salud y las Normas Oficiales Mexicanas 005 y 004. Esto significa que deben cumplir 10 requisitos fundamentales: aviso de funcionamiento, cédula profesional de los médicos, infraestructura reglamentaria, generar expedientes clínicos y adaptar la mejora regulatoria.

Además de ello, asumir la ética médica profesional, dar información clara al paciente sobre el efecto terapéutico de los fármacos prescritos, no condicionarle al surtimiento exclusivo en la farmacia aledaña, informarle su derecho de consultar otra opinión, así como hacerle saber su derecho de confidencialidad.

“Hay algunas farmacias, no quiero decir el nombre, pero que tienen un genérico de marca propia; entonces, esto alude o condiciona a que el surtimiento sea en la farmacia aledaña. Esto está en contra del derecho que tiene el paciente, de manera que no condicionar al paciente al surtimiento exclusivo en la farmacia aledaña es un punto muy importante, y por eso estamos sumando esfuerzos para la mejora regulatoria”, asegura el presidente de Anafarmex. 

Pese a que subrayó reiteradamente el compromiso y la corresponsabilidad del sector privado y el institucional para la mejora regulatoria, hasta ahora desde el ámbito gubernamental no se han dado a conocer medidas específicas, más allá de la propia promoción del protocolo emprendida por la asociación. 

En tanto, Morán Pérez destacó que, aunque este modelo ya lleva casi 30 años de existencia —y los últimos 13 de expansión—, persiste la ausencia de una política de regulación eficiente.

En 2013, se generó una estrategia que consistía en hacer visitas de fomento sanitario con supervisores que verificaran el cumplimiento de normatividad y requisitos; sin embargo, no tuvo un impacto real y eficiente. Una de las razones fue que se enfocaba solo en infraestructura pero no en particularidades como las prácticas de prescripción, además de que prácticamente no contemplaba farmacias que no pertenecen a grandes cadenas, que son las que suelen presentar más irregularidades.     

Estadísticas gubernamentales que se dieron a conocer a unos meses de arrancada la estrategia estimaban que los 13 mil consultorios existentes entonces se ubicaban principalmente en nueve estados —Ciudad de México, Estado de México, Guanajuato, Veracruz, Jalisco, Puebla, Nuevo León, Guerrero y Michoacán—, ofrecían más de 300 mil consultas diarias y empleaban a más de 32 mil médicos. Como resultado, se reportaron 7 mil visitas para entregar lineamientos, 947 inspecciones y 60 consultorios cerrados, principalmente por no cumplir con la separación física de la farmacia, carecer de expedientes clínicos, aviso de funcionamiento o responsable sanitario.

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Luego de esas acciones hace 10 años, no se ha vuelto a dar a conocer ningún otro esfuerzo específico con características similares. En 2019 hubo un intento que se interrumpió con la pandemia. Hoy, solo está disponible la actualización a 2020 de los lineamientos, con el nombre “Guía para las buenas prácticas sanitarias en farmacias con consultorios adyacentes”, donde se describe que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) colabora con el sector farmacéutico en dos estrategias permanentes para el funcionamiento de consultorios: la programación de visitas para aplicar la guía con el trazo de un ruta crítica a corto plazo, en caso de incumplir la normatividad, y la operación sanitaria, mediante un programa de vigilancia para sancionar violaciones.

Consultada al respecto, la Cofepris no dio respuesta sobre los resultados de las acciones realizadas como parte de esa estrategia. “Ese es un desafío para el sector salud, ver cómo se puede generar una política de regulación, en general, para el sector privado, pero específicamente para estos consultorios. Lo que es un hecho innegable es que hoy en día son uno de los recursos de atención médica que más utiliza la gente”, apunta la académica. 

“Son producto también de un desmantelamiento del sistema de salud pública”

Morán Pérez recuerda que es a partir de 2010 cuando los consultorios adyacentes a farmacias presentaron el mayor incremento, principalmente porque fue entonces cuando se implementó la prohibición de prescribir antibióticos sin receta médica. Eso desencadenó la incorporación de servicios médicos para evitar que las ventas decayeran. Por otro lado, considera que es innegable que su expansión también es producto de un desmantelamiento del sistema de salud pública, sobre todo en el primer nivel de atención. 

“Tiene que ver con la precariedad de los servicios de salud, las clínicas, los centros de salud, con la saturación, con la inconformidad generalizada de los usuarios respecto al sector público en este nivel”, señala. Las enfermedades por las que más se recurre a ellos, regularmente, son gastrointestinales o respiratorias, pero no las únicas; se trata de una gama de problemas de salud muy amplia, desde traumatismos y lesiones de la piel. Los procedimientos que ahí buscan las personas usuarias son igualmente diversos: aplicación de inyecciones, toma de presión o glucosa, e incluso el retiro de dispositivos intrauterinos o inmovilización de extremidades y suturas. 

“Médicos me llegaron a comentar que se llegan a tener ciertas urgencias, por ejemplo, casos de pacientes que llegan con preinfartos, o con intoxicaciones alcohólicas, o en ciertos contextos de mucha inseguridad o violencia, pacientes que llegan con heridas por bala, en fin, cuestiones que ya rebasan a los propios consultorios de farmacias, pero que al final por ser los médicos más disponibles, más cercanos para mucha gente, les llega de todo”, añade la académica. 

Incluso personas con derechohabiencia recurren a estos consultorios.
Incluso personas con derechohabiencia recurren a estos consultorios.

La asistencia esporádica o recurrente de las personas varía, y de acuerdo con su valoración, se da en función de la ubicación del consultorio y de los médicos. Cuando estos tienen ya varios años trabajando en un mismo CAF —que no es lo más común, pero sucede—, es más probable que haya pacientes subsecuentes que incluso los consideran sus “médicos de cabecera”. Sin embargo, persiste también un patrón aleatorio, cuando solo se recurre a ellos por la cercanía, la poca cantidad de gente o la economía. 

Otro factor en el que la expansión de los consultorios tiene una doble cara son las condiciones laborales precarias que generalmente ofrecen a los médicos. A partir del cálculo que la académica hizo para uno de sus estudios, se trata de un ingreso mensual de 6 mil a 15 mil pesos en promedio, y solo en casos contados, con una cantidad muy grande de consultas, pueden alcanzar los 20 mil. Además, no suelen tener prestaciones, y muchos están contratados de manera informal o por honorarios. Sin embargo, al mismo tiempo cumplen la función de dar un trabajo temporal a médicos recién egresados en espera de ingresar a la especialidad o de un mejor empleo, lo que les permite adquirir experiencia.

Aun sin sueldo fijo o prestaciones, “es una opción para muchos”

‘Gustavo’ —cuyo nombre fue cambiado porque prefirió el anonimato– es un médico recién egresado que ha tenido dos veces la oportunidad de trabajar en consultorios de farmacias, la segunda ante la tardanza del servicio público para poner en marcha plazas laborales en el IMSS-Bienestar. Su experiencia más reciente —que fue en Fundación Best, conocida comercialmente como Farmacias Similares— solo duró dos semanas. 

El ingreso, dice, dependía de la cantidad de pacientes que recibía, y la ubicación del consultorio, en Xalapa, Veracruz, propiciaba que únicamente tuviera tres o cuatro al día. Cada consulta se cobraba en 50 pesos, que eran destinados completamente al médico, por lo que cuando llegaban a sumar los cuatro, apenas eran 200 por un turno de seis horas. “La verdad es menos del salario mínimo, y por eso estuve dos semanas nada más”, relata.  

En algún momento supo que, en caso de no alcanzarse el límite de 12 consultas al día, la fundación podía completar el resto esporádicamente —no todos los meses—; sin embargo, él no llego a cumplir siquiera uno. Además, no tuvo acceso a ninguna prestación. “Lo único que te dan en el contrato es el derecho de irte a presentar al lugar, y de usar las instalaciones como tal, pero de que tengas alguna seguridad social, vacaciones o algo, no. Lo único que tienes es el horario laboral, que eso sí varía mucho”, señala.

De acuerdo con su relato, había médicos que estaban de lunes a viernes, en jornadas de seis u ocho horas, o en fin de semana en turnos que podían ser de 7:00 a 14:00 o de 7:00 a 19:00 horas, pero siempre podían ajustarse según el coordinador que estuviera a cargo del consultorio. Ahí, tenía acceso a un escritorio, una computadora desde donde se podía acceder a los expedientes clínicos de los pacientes de todo el país, una mesa de exploración y todos los insumos.

“En ese sentido, sí tiene el equipo mínimo indispensable”, asegura. Para un consultorio de medicina general, él considera que sí están bastante completos e incluso el sistema electrónico de expedientes tiene el mismo formato que el IMSS. Sin embargo, el médico no tiene un salario fijo. El valor por otros servicios, como certificados médicos, curaciones o retiro de puntos, también sumaba a lo que recibían directamente.

En cambio, Farmacias del Ahorro, donde pudo trabajar en 2018, tuvo para él la ventaja de que sí ofrecían un sueldo base —ahí la consulta se ofrece gratuitamente—: 7 mil pesos mensuales por un turno diario de seis horas más bonos. Es decir, si sumaban 12 consultas diarias, daban un extra de 4 mil pesos. Además, se permitían las aportaciones voluntarias de pacientes, que iban directamente al médico. Ahí llegó a sumar hasta 15 mil pesos mensuales. En ese caso, el contrato incluía vacaciones y seguro de gastos médicos mayores.         

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Desde su perspectiva, una de las razones principales por las que los médicos se acercan al empleo en estos consultorios es la facilidad que dan para ejercer en un lugar ya montado, y en la mayoría de las ocasiones, con una ubicación adecuada. En muchos de ellos, según ha sabido por compañeros, hay buena afluencia, a diferencia de la zona que le tocó a él en Similares. “Es eso, y realmente también como médico recién egresado, o que requieres un trabajo para generar un ingreso rápido, algo estable, es una buena opción”, añade.  

‘Gustavo’ considera que incluso es más difícil ingresar al sector público. En su caso, después de Farmacias del Ahorro, trabajó un tiempo en un hospital general regional estatal de Veracruz. “Pensé que me iba a ir mejor por estar en el sector público, pero resulta que yo estaba de suplente; entonces, no era ni un contrato; me llamaban cuando había necesidad, pero estaba tremendamente mal pagado”. 

“Incluso en Farmacias Similares, que ganaba 200 pesos al día, equivalía a lo mismo porque allá (en el hospital regional) me pagaban por turno de ocho horas de estar en urgencias, atendiendo partos, con cirugías, en todas partes, 224 pesos”, reclama; eso, aunado a que vivía a media hora del lugar, por lo que hacía un gasto importante para transportarse. Le quedaban 180 pesos al día, así que solo duró dos meses. 

Aunque en la mayoría de los casos, coinciden él y Morán Pérez, pese a la desprotección y la precariedad, es una buena opción para muchos médicos jóvenes o recién egresados que no tienen consultorio propio pero necesitan ingresos y experiencia, la académica plantea que no es el único perfil que existe en los CAF, sino que a veces son también los mayores, ya jubilados, quienes optan por esta alternativa de trabajo. 

Recuerda el caso de un médico de más de 65 años que conoció durante sus investigaciones sobre estos consultorios, jubilado después de 30 años en el IMSS. Luego de permanecer un año sin hacer nada, sintió que su sentido de vida tenía que ver con ejercer la profesión médica, por lo que aprovechó una vacante en Farmacias Similares que le sirvió para complementar su pensión pero, sobre todo, resolver principalmente la necesidad de sentirse útil. 

Para ella, hasta hoy sigue haciendo falta conocer a fondo cuál es el funcionamiento real de los CAF, mediante aproximaciones más cualitativas para entender los matices y evitar generalizaciones. Eso permitiría generar una política pública basada en evidencia, así como una regulación que reconozca y concilie las perspectivas e intereses de los sectores involucrados. Para médicos y usuarios, se trata de un esquema que cumple una función que el sistema de salud público no tiene la capacidad de absorber. “Los consultorios de farmacias son los que lo resuelven, los que suplen ese vacío”, concluye.