Conozca a los agricultores que crearon el primer cementerio ecológico de la Florida

John y Bill Wilkerson nunca pensaron que serían directores de funeraria.

Antes de fundar Glendale Memorial Nature Preserve, el primer cementerio ecológico de la Florida, los hermanos cultivaban una semilla llamada chufa en la finca de 350 acres de su padre, 10 millas al norte de Defuniak Springs, en el centro del Panhandle de la Florida, a medio camino entre Tallahassee y Mobile, Alabama. Heredaron las tierras en 2000 tras la muerte de su madre.

“Nuestros padres consiguieron que acordáramos no partirlo en pedacitos”, dijo Wilkerson. “No nos dejaron una fortuna”.

Mientras los hermanos Wilkerson buscaban un modo de conservar la granja familiar, un amigo les habló de Ramsey Creek Preserve, el primer “cementerio de conservación” de Estados Unidos. Fundado en Carolina del Sur en 1998, Ramsey Creek se comprometía a llevar a cabo entierros sencillos, preservar el ecosistema local y usar su condición de cementerio para proteger sus 33 acres de terreno de futuras urbanizaciones. Los entierros sostenibles del cementerio reducen las emisiones de carbono que contribuyen al cambio climático.

Ramsey Creek inició el movimiento de los entierros ecológicos, que en las dos últimas décadas ha dado lugar a decenas de cementerios ecológicos en todo Estados Unidos, pero los Wilkerson fueron los primeros en crear un cementerio ecológico en la Florida y se convirtieron en los segundos de Estados Unidos cuando abrieron Glendale Memorial Nature Preserve en 2001.

Bill y John Wilkerson paseando por los bosques de Glendale Memorial Nature Preserve, que en su día fue su granja familiar.
Bill y John Wilkerson paseando por los bosques de Glendale Memorial Nature Preserve, que en su día fue su granja familiar.

Al principio, dijo Wilkerson, las autoridades estatales se opusieron a su plan de convertir la granja familiar en un cementerio natural. “Nos decían que no”, dijo, pero los hermanos siguieron insistiendo. “Básicamente, éramos unos campesinos ignorantes que teníamos una causa y no dejábamos de preguntar ‘¿Por qué?’ y ‘¿Pueden enseñarnos la ley?’” Al final, con la ayuda de abogados, se ganaron a las autoridades normativas y consiguieron la aprobación.

Aun así, había mucho que aprender. Los hermanos habían enterrado a sus padres en la propiedad, pero no tenían experiencia en el sector funerario.

“Hemos pasado por una curva de aprendizaje solo para resolver los detalles de cómo hacerlo realmente”, dijo Wilkerson, “cómo cavar una tumba, cómo asegurar que sea lo suficientemente grande, cómo colocar el ataúd en el suelo o cómo colocar a una persona en la tumba con dignidad usando solo una sábana o la ropa con la que murió”.

Plantas autóctonas cubriendo una tumba en el bosque de pinos de hoja larga de Glendale Memorial Nature Preserve, de 350 acres.
Plantas autóctonas cubriendo una tumba en el bosque de pinos de hoja larga de Glendale Memorial Nature Preserve, de 350 acres.

Los Wilkerson crearon un sistema de cuadrículas para hacer un seguimiento de las tumbas y aprendieron a fundir trozos de latón en estacas metálicas para las lápidas. Mientras tanto, plantaron pinos de hoja larga y otras plantas autóctonas en lugares que ellos y su padre habían despejado para los cultivos décadas atrás.

“Sabíamos desde hacía años que remover la tierra y pulverizar productos químicos no es bueno para el planeta”, dijo Wilkerson. “Nos habíamos pasado la vida haciendo eso, más o menos”.

Pero ahora tenían la oportunidad de deshacer parte de su propio trabajo. “Estamos intentando devolverlo a su estado anterior al hombre blanco”, dijo.

Hasta ahora, los hermanos Wilkerson han enterrado 159 cadáveres en su propiedad. “Tenemos millonarios y pobres; tenemos religiosos, paganos y ateos”, dijo John. “Tenemos un poco de todo”.

Los monumentos del cementerio son tan eclécticos como las personas que están enterradas en él. Para encontrar el lugar, el portal digital de Glendale indica a los visitantes que salgan de la autopista 83 cuando vean un camino de tierra flanqueado por un par de conos de misil nuclear, que los hermanos compraron en una tienda de excedentes militares por $75 en los años 1990.

Al final del camino está la casa de madera donde viven los hermanos, que también sirve de oficina. El edificio está rodeado de enormes esculturas de metal hechas con piezas de repuesto de maquinaria agrícola, que los hermanos llaman “rustasaurios”. El primer rustasaurio es un depósito de agua caliente, piezas de una antigua máquina de Coca Cola, un muelle oxidado, pomos de latón y parte de un arado retorcido en forma de gallina grande.

Este "rustasaurio" con forma de gallina, una de las esculturas de metal que John Wilkerson fabrica con chatarra y piezas de maquinaria agrícola desechadas, vigila Glendale Memorial Nature Preserve.
Este "rustasaurio" con forma de gallina, una de las esculturas de metal que John Wilkerson fabrica con chatarra y piezas de maquinaria agrícola desechadas, vigila Glendale Memorial Nature Preserve.

El ambiente rústico del cementerio puede resultar desagradable al principio para algunos visitantes. John Wilkerson recuerda a una familia de Orlando que se presentó para un entierro en medio de una tormenta en los primeros días del cementerio. Hizo señas a los autos para que rodearan la casa hasta el porche trasero, en donde podían entrar sin mojarse demasiado.

“Tenemos gallinas en el patio y en el porche había excrementos de gallina. “Esta gente salió de su auto y había un par de hijas que llevaban maquillaje elaborado, zapatos de tacón alto, todo el atuendo de club nocturno de la gran ciudad”.

“Y una de ellas pisó las heces de las gallinas pollo,se volvió hacia su madre y le dijo: ‘Mamá, no puedo hacer esto’”.

Pero la familia se quedó y al cabo de un rato la lluvia amainó y comenzó el entierro. Al final, dijo Wilkerson, “esas dos chicas con zapatos de tacón alto, maquillaje y vestidos elegantes estaban echando barro sobre su padre muerto, riendo y llorando, y al final dijeron: ‘Esto es lo más ingenioso que podía imaginar’”.

Los dolientes transportando un sencillo ataúd de madera por Glendale Memorial Nature Preserve.
Los dolientes transportando un sencillo ataúd de madera por Glendale Memorial Nature Preserve.

Los hermanos Wilkerson ahora tienen más de 70 años, pero piensan seguir dirigiendo el cementerio todo el tiempo que puedan y después pasar el trabajo a una junta sin ánimo de lucro formada por personas de su confianza para que se ocupen del día a día de los entierros.

Aunque es muy distinto de la agricultura, se enamoraron de este trabajo. “Todo el mundo tiene que morir”, dijo John Wilkerson. “Si yo puedo ayudar en ese proceso de alguna manera, esa es mi recompensa”.

Este informe sobre el clima está financiado por (FIU), Knight Foundation y en colaboración con Journalism Funding Partners. Miami Herald mantiene el control editorial de todo el contenido.