La Casa del Ángel. Duelos, historia y un jardín mágico en el corazón de Belgrano
Desde 1900 y por muchas décadas, un ángel custodió la esquina de Cuba y Sucre, en el barrio de Belgrano. Se trataba de una escultura de una mujer alada, ubicada en el segundo piso de la fabulosa casa del doctor Carlos Delcasse: un palacete de veinte habitaciones y frondoso jardín. Según cuentan, la casa estaba rodeada de árboles de magnolias, camelias y palmeras y tenía su entrada principal por Cuba al 1919. Fue construida por Karl Nordmann, arquitecto alemán autor del Torreón del Monje de Mar del Plata, el Teatro Coliseo y varias otros conocidos edificios de la Ciudad.
El fondo de la casona, que a principios del siglo pasado ocupaba casi toda la manzana, fue escenario de numerosos duelos de pistolas y sables, una práctica común en el país entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Hay registros periodísticos que dan cuenta de los encuentros ahí, que hasta le valieron el apodo de “La casa de los duelos”.
Según recopiló Stella Maris De Lellis para el sitio Buenos Aires Historia, Delcasse llevaba una minuciosa libreta donde apuntaba los duelos realizados en su casa, que fueron 384 hasta su muerte en 1941. También se jactaba de que nunca nadie falleció en su casa a raíz de un duelo: los enfrentamientos terminaban “a primera sangre”, en cuanto cualquiera de los duelistas resultaba herido, por más que fuera una herida leve. Muchos de los protagonistas eran políticos que buscaban defender su honor.
Aficionado a los deportes y gran esgrimista, Delcasse mismo fue un conocido político: había nacido en Francia, pero vivió desde niño en el país y logró ser el primer extranjero en convertirse en legislador argentino. Abogado y amante del arte, fue intendente de Belgrano cuando la zona todavía no era parte de la Ciudad de Buenos Aires, hecho que sucedió en 1887.
La quinta de Delcasse tenía también un polígono de tiro y un amplio gimnasio donde se realizaban combates de boxeo, que estaban prohibidos como espectáculos públicos en la ciudad de Buenos Aires desde 1892. Según investigó la Federación Argentina de Box, aquello sucedió luego de una crónica de LA NACION que describió una pelea como “un espectáculo reñido con el buen gusto”. Desde la prohibición, el box se practicaba en lugares privados, sin cobrar entrada. Por esa misma época se prohibían también en la ciudad las corridas de toro, las riñas de gallo y el juego fuera del monopolio estatal.
Delcasse falleció en febrero de 1941. Había tenido tres hijos: Jorge, Maximiliano y Carlota. Ella fue la última habitante de la casa. Mientras la ocupó, prestó la vivienda para que allí se filmara la película La Casa del Ángel, un film del director Leopoldo Torre Nilsson que fue record de taquilla en 1957. También fue locación de otras dos películas, Un guapo del 900 (1960) y La casa de las sombras (1976).
El más magnífico escenario de juegos
“La Casa del Ángel era mágica”, define Enrique Estevez, que la visitó asiduamente cuando era un niño de diez años a principios de los setentas. Compañero de primaria de Alejandro Héctor Hume, bisnieto de Delcasse, ir a “la casa de la abuela Carlota” era un escenario de ensueño para niños con una imaginación desenfrenada y un gusto particular por las historias épicas.
“Era lo más parecido a entrar a un castillo que uno podía imaginar. Por dentro, todo era de otra época. Teníamos permiso para jugar en la casa, con la condición de no tocar nada de cualquier cosa que pudiera romperse, que era prácticamente todo. Pero jugar ahí era suficiente y pasábamos de ser templarios a mirmidones tan rápido como cambiábamos de ambiente”, cuenta Estévez. Según recuerda, el interior de la casa era oscuro pese a los enormes ventanales.
Junto a un tercer amigo, Agustín, recorrían cada rincón de la propiedad, que les proporcionaba las más variadas escenografías para sus historias. La magia también se extendía al exterior. “Recuerdo un jardín muy grande (tiempo después supe que la propiedad ocupaba casi media manzana), con vegetación abundante, árboles propios y cantidad de recovecos para explorar y crear mundos. Todo, en pleno corazón de Belgrano, ¡a metros de Cabildo y Juramento!”, rememora.
El cuartel general de los chicos se ubicaba en su lugar favorito del jardín: una esquina elevada -que Enrique supone sería la de Sucre y Arcos- a la que se accedía por unos pequeños escalones. Los lugares más increíbles de toda la casa: el polígono de tiro con sus siluetas metálicas y la pedana donde se practicaba esgrima. Ahí solo se podía entrar en compañía del padre de Alejandro, porque estaban en exhibición algunas armas.
El padre de Enrique era arquitecto y fanático del arte y las antiguedades. En alguna ocasión en que lo fue a buscar a La Casa del Ángel logró una visita guíada que incluyó el sótano, acaso el único lugar prohibido para los chicos. “No era otra cosa que un depósito de cosas viejas que los Delcasse habían ido acumulando con los años, muchas de las cuales databan de fines de 1800. Para mi viejo eso era haber entrado a Disney”, recuerda. Su padre hizo algunas pequeñas refacciones en la casa, que cobró con antigüedades. “De todos los cachivaches que terminaron en casa - para alegría de mi madre- , conservo uno solo: un hermoso baúl de viaje que los Delcasse usaron en sus muchas travesías por el mundo”. Hoy adorna su living.
Enrique hizo la secundaria en otro colegio y con el tiempo dejó de ver a su amigo Alejandro, que murió hace unos años. “Nos quedó pendiente una promesa, que hicimos tirando una moneda dentro del aljibe que había en el jardín. Nada importante, tontería de chicos, que de todas maneras hubiera necesitado de la Casa para poder concretarse”.
Ante la decisión de Carlota Delcasse de vender la casa, en 1974, hubo gestiones para que la adquiriera el Gobierno de la Ciudad, con la intención de convertirla en un museo. Aquello no prosperó y en 1977 fue vendida y demolida.
“Fue una pena enorme la demolición en sí. Y luego ver semejantes moles”, se lamenta Graciela Rosenberg, que vive sobre la calle Cuba desde 1964. Se refiere a la actual Galería del Ángel: dos inmensas torres con una galería comercial que va desde Cuba a Arcos. Hasta que las construyeron podía disfrutar de la vista de los jardines de la Casa del Ángel desde su balcón. Aún recuerda al impecable mayordomo que aparecía en la entrada de la casa todos los días a las 17 horas. Y muchas otras casonas que fue perdiendo con cada década el barrio de Belgrano.
Para Agustín Menéndez, administrador del sitio La Historia de Belgrano, con la demolición de la famosa casa se perdió uno de los máximos símbolos del deporte en una época de pioneros y aventureros. “Fue una tragedia para la historia de los argentinos más allá de lo que podría ser una pérdida para la ciudad de Buenos Aires o Belgrano”, explica.
El ángel se salvó: casi el único recuerdo que quedó de la casaquinta de Delcasse es aquella escultura de la mujer con alas. Se puede visitar en el Museo de la Ciudad, en Alsina 412.