Entre bombas y paquetes, una cartera reparte esperanza en el este de Ucrania

Un pensionista llega a la plaza central del pueblo ucraniano de Novoselydivka, en la región de Donetsk, para recibir su paga el 14 de junio de 2024 (Genya Savilov)
Un pensionista llega a la plaza central del pueblo ucraniano de Novoselydivka, en la región de Donetsk, para recibir su paga el 14 de junio de 2024 (Genya Savilov)

Son casi las 8 de la mañana y Ganna Fesenko se pone su chaleco antibalas y se monta en su camioneta blindada. Así empieza la jornada de esta cartera que recorre a diario las carreteras del este ucraniano, en primera línea de la guerra con Rusia.

"Cada vez que salgo, sé muy bien que es posible que no vuelva", aseguró a AFP esta empleada de Ukrposhta.

Desde el inicio de la invasión rusa en febrero de 2022, cuatro empleados de Ukrposhta murieron y otros cuatro resultaron heridos mientras trabajaban.

Una cartera murió a finales de junio por un dron en un pueblo de la región de Járkov, donde las fuerzas rusas llevan a cabo una ofensiva terrestre desde hace varias semanas.

Ganna Fesenko considera que su trabajo es "vital" para su región natal de Donetsk, en la región minera del Donbás, ahora devastada por la invasión rusa.

Además de cartas y paquetes, esta mujer rubia de 39 años y de rostro amable desempeña mil funciones, como entregar los pagos de las pensiones, medicamentos o la venta de comida.

"En las localidades del frente, están abandonados", explicó. "Alguien tiene que hacerlo, la gente nos espera", afirmó.

En la primera etapa de su jornada, en la plaza central del pueblo de Novoselydivka, un grupo de personas mayores se precipita hacia su camioneta antes incluso de que consiga aparcar.

Ganna instala junto a su compañero periódicos, cafés, pasta y galletas.

La cartera conversa amable y entre bromas con los jubilados, y comparte algunas noticias.

Cuenta que a veces es recibida de mal humor y otras como la mesías.

Los habitantes no tienen a nadie más con quien desahogar sus frustraciones, explica. Aunque se lo toma con filosofía, confiesa que a veces tiene ganas de "dejarlo todo".

- Seis meses en un sótano -

Anastasia Kerelova cuenta, mientras hace fila ante la camioneta de la cartera, que la guerra lo ha "destruido todo" en la vida diaria del pueblo.

Los soldados rusos "disparan todos los días, es insoportable", declaró la habitante, entre lágrimas.

Pese a sus 86 años, Kerelova se marcha en su bicicleta azul. Pero otros habitantes no pueden desplazarse y Ganna los conduce hasta su domicilio.

Es el caso de Olga, de 74 años, que espera sentada en una pequeña silla, al borde de la carretera.

Esta mujer solo necesita algunos productos alimentarios, pero "nadie" puede llevarla en coche hasta la ciudad más cercana para hacer su compra, pues el pueblo se ha quedado vacío, explica.

"La gente está en una situación desesperada", lamentó Ganna.

La cartera recuerda a una mujer mayor y discapacitada que vivió durante seis meses en un sótano en Ocheretine, localidad ahora conquistada por el ejército ruso.

"Bajábamos a su sótano, le dábamos su pensión. ¿A dónde iría? ¿A qué banco, qué cajero automático, podría tener acceso?", añadió.

Cuando Ganna conoce a habitantes que, como esta mujer, se niegan a abandonar sus pueblos a pesar del peligro, no los juzga.

"Los entiendo muy bien, porque yo misma lo he perdido todo", declaró.

La cartera es oriunda de Bajmut, localidad tomada por las tropas de Moscú en mayo de 2023 al cabo de una de las peores batallas de la guerra. Se fue seis meses antes, dejándolo todo.

- Demasiado peligroso -

Más de una vez Ganna pensó en dejar este trabajo, demasiado peligroso, que eligió hace 17 años.

Recientemente, llevó su pensión a una habitante que murió al día siguiente en un bombardeo.

Ella misma creyó que moría en más de una ocasión, cuando los cohetes caían alrededor de su vehículo.

Según Maksim Sutkovi, director regional de Ukrposhta, los carteros del frente a veces no pueden más. En ese caso, la empresa, que cuenta con cerca de 38.000 empleados, les propone funciones en el oeste del país, más seguro.

Ganna aguanta por ahora. "Me gusta mi trabajo, me gusta la gente, aunque a veces sea duro", afirmó.

Sin esto, "sería imposible trabajar aquí", confesó, antes de alejarse con su camioneta entre los campos amarillos y las minas grises del Donbás.

led/ant/fz/emd/bc/mb