Cómo reponerse de una pérdida
Nadie está exento. El simple hecho de ser humanos hace que tarde o temprano nos llegue el momento de perder algo o a alguien. En mayor o menor medida, todos tememos al dolor que nos produce la pérdida, un dolor que está acompañado de diversos recordatorios de vulnerabilidad, pero también de fortaleza y trascendencia. Y no importa si se trata de una separación por diferencias irreconciliables, de la muerte de un ser querido o la desaparición de un objeto al que teníamos apego, toda pérdida implica un tiempo de duelo.
Es curioso cómo el estilo de vida actual (donde todo debe ser cómodo, fácil, rápido y desechable) nos urge a vivir los momentos de pérdida como si fuesen acontecimientos de poca importancia. Sin embargo, los tiempos de las cadenas productivas y las colecciones de los almacenes nada tienen que ver con los tiempos del espíritu: es necesario darse la oportunidad de sentir y reflexionar la pérdida para que no se convierta en un nudo interior.
El duelo no es algo que pueda ser banalizado, hay que darse la oportunidad que experimentarlo, entenderlo, compartirlo y hacer que valga la pena. Si bien las pérdidas nos enseñan que hay cambios inevitables y que una de las líneas que nos unían con la vida ha quedado interrumpida, también nos brinda la posibilidad de reinventarnos.
Quizás la pregunta fundamental es cómo dejar atrás el sentimiento agudo de tristeza. Como en todos los procesos de sanación, el primer paso es reconocerla para no seguir alimentándola de manera inconsciente. A partir de ese momento podemos estar seguros de que irá disminuyendo de intensidad. Seguramente habrá llanto, pero éste también se irá. Lo importante es que nos demos la oportunidad de mostrarlo, de lo contrario corremos el riesgo de convertirnos en una bomba de tiempo que camina por las calles sin saber cuándo o de qué manera explotará con todo y el dolor.
Más que un periodo de autoflagelación o victimización, el duelo es un proceso terapéutico. Empezamos por pensar cosas como "por qué a mí, qué hice para merecerlo, esto debe ser un error". Y aunque es normal sentirse enojado con el destino, es importante no quedarse ahí. Asumir la pérdida sin sentirnos víctimas del destino es una forma de reconciliarnos con el mundo.
Hay que tener en cuenta que superar por completo una pérdida puede tomarnos muchos años, puesto que la memoria actualiza y complejiza las emociones constantemente, dándoles nuevos matices de significación; con cada nueva experiencia, la memoria modela el sentido de la pérdida, nos plantea otras maneras de entenderla y nos brinda nuevas vías para reforzar nuestra capacidad de recuperarnos -también conocida como resiliencia.
En un proceso de duelo los rituales ocupan un lugar determinante: nos recuerdan que no estamos solos. Desde un funeral hasta una fiesta de despedida o un largo café con un amigo, los rituales constituyen ese tiempo-espacio en el que afloran emociones que a veces no sabemos ni cómo nombrar. Hablar sobre la pérdida no sólo ayuda a vislumbrar la salida, también permite trazar un nuevo mapa de ruta, pues nos da la posibilidad de volver a contarnos una historia en donde la vida es posible. Y no se trata de borrar la memoria, sino de resignificar los recuerdos que nos aportan un sentido para vivir en paz y en comunidad.
Si algo hay que aprender de las pérdidas es, justamente, el proceso que nos hace superarlas: dolerse, adaptarse, recordar con alegría y seguir adelante, porque lo único constante en la vida es el cambio.
Y tú, ¿cómo haces para reponerte una pérdida?