La curiosa misión secreta para rescatar a Napoleón en un submarino

Cuando llevaba cinco años de destierro en la isla de Santa Elena, un grupo de franceses afines a Bonaparte urdió un plan para ir a buscarlo y llevarlo hasta los Estados Unidos

Pintura que representa a Napoleón en Santa Elena (Wikimedia commons)
Pintura que representa a Napoleón en Santa Elena (Wikimedia commons)

Tras la derrota en Waterloo el final de Napoleón Bonaparte como el más grande de los emperadores franceses lo precipitó a una deshonrosa y muy dolorosa abdicación y el posterior destierro impuesto por los británicos que lo enviaron a Santa Elena, una isla perdida en pleno océano Atlántico (entre los continentes de África y América) y en la que pasó los últimos seis años de su vida.

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Cuando lo enviaron allí se aseguraron que fuese a un lugar lejano e inaccesible, teniendo una distancia cercana a 2.000 kilómetros hasta la tierra más próxima; además de poner una continua vigilancia que controlaba todos los accesos a la isla día y noche y en la que participaba un escuadrón compuesto por once buques de guerra de la Royal Navy.

Pero a pesar de esa férrea vigilancia, algunos fueron los partidarios de Bonaparte que, a lo largo de los años en los que allí estuvo custodiado, tramaron algún tipo de plan para ir a liberarlo.

De todos ellos uno de los que más llaman la atención fue la curiosa misión secreta que se intentó llevar a cabo con el fin de ir a rescatarlo con la ayuda de un submarino.

El aventurero Thomas Johnstone fue contratado para rescatar a Napoleón en un submarino (Wikimedia commons)
El aventurero Thomas Johnstone fue contratado para rescatar a Napoleón en un submarino (Wikimedia commons)

El hombre elegido para tal plan era Thomas Johnstone, un aventurero, contrabandista y buscavidas de origen inglés, famoso por atreverse a hacer cualquier cosa a cambio de dinero. De hecho, años atrás había estado luchando como corsario contra los franceses durante las Guerras napoleónicas. Esta vez, y a cambio de una buena suma, lideraría la operación que liberaría al hombre contra el que luchó, para ello Johnstone solicitó un adelanto de 40.000 libras esterlinas; una cantidad desorbitante para la época, si tenemos en cuenta que estamos hablando del año 1820.

No le preocupaba el riesgo que comportaba la misión y mucho menos el hacerlo en un artilugio que por aquel entonces era prácticamente desconocido para la mayoría de personas, pero no para él: un submarino

De hecho, recién iniciado el siglo XIX, Johnstone fue uno de los pioneros que probó el funcionamiento del Nautilus, un rudimentario submarino diseñado por el inventor Robert Fulton y que no alcanzó la gloria que se le esperaba, siendo rechazado en su día tanto por los gobiernos británico y francés tras acudir en búsqueda de financiación.

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Ilustración del submarino de Robert Fulton posiblemente usado para la misión de Thomas Johnstone (Wikimedia commons)
Ilustración del submarino de Robert Fulton posiblemente usado para la misión de Thomas Johnstone (Wikimedia commons)

Pero dos décadas después el sumergible que utilizaría el intrépido Thomas Johnstone para ir a liberar a Napoleón era mucho más avanzado (para su tiempo, evidentemente).

El plan consistiría en salir de Gran Bretaña, navegar hasta Santa Helena bajo el mar y una vez allí Johnstone introducirse en la isla para llegar a ‘Longwood House’, la residencia de Bonaparte en el destierro.

A continuación ambos se disfrazarían de lacayos (ya que el ex emperador contaba con un nutrido cuerpo de servicio) y huirían hacía el submarino. En pleno océano estaría esperando un barco de vela que recogería a Napoleón y lo llevaría hasta los Estados Unidos, donde lo esperaban el grupo de franceses que habían diseñado y financiado tal plan.

Pero la operación no pudo ser llevada a cabo por dos importantes e inesperados motivos: el primero fue el hecho de ser interceptado el submarino con el que estaba navegando Thomas Johnstone por el río Támesis cuando realizaba unas pruebas, algo que retrasó la operación y el segundo motivo, y razón fundamental, es porque unos meses después, cuando todo estaba dispuesto para salir hacia Santa Elena, Napoleón Bonaparte falleció (el 5 de mayo de 1821).

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Esta historia pasó prácticamente desapercibida en su época y muchos son los historiadores y expertos actuales que con todos los datos en la mano apuntan a que la misión, de haberse llevado a cabo, hubiese sido inviable por múltiples motivos y más teniendo en cuenta que era durante el primer cuarto del siglo XIX. Aún y así, suponiendo la hipótesis de que se hubiese realizado y el submarino de Johnstone hubiese llegado hasta la isla, con casi total seguridad están convencidos que Napoleón Bonaparte, debido a su forma de ser y su repelente carácter orgulloso, se hubiera negado a escapar de allí disfrazado y mucho menos vestido con ropas de un lacayo, algo que hubiese considerado indigno para el que había sido el más grande de los emperadores de Francia.

Fuentes: smithsonianmag / cairn / dailymail

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