Los matrimonios dorados de China
"El dinero no puede comprarme amor", dice una famosa canción de los Beatles, que se ha convertido en romántico mandamiento. Sin embargo, los chinos retan ese ideal del amor desinteresado. La próspera clase media del país asiático canta, en su intrincado idioma, un himno que celebra el enamoramiento solo cuando nace bendecido por una lluvia de oro.
Las nupcias más caras del mundo
Cuarenta años atrás, cuando Mao Zedong reinaba aún sobre el “Imperio del Medio”, los casamientos exigían menos lujos. Antes de consumar la unión el hombre debía probar que poseía al menos una bicicleta, una máquina de coser, un reloj de pulsera y una radio. Tarea ardua en aquella época, no obstante, pues el precio de esos “cuatro grandes objetos” representaba el salario de varios meses para un trabajador.
Hoy las esposas y sus familias no se conforman con tan poco. De acuerdo con un estudio publicado por la compañía de bienes raíces Vanke Chongqing, las dotes en la nueva China varían entre poco más de 1.000 dólares en las provincias del noroeste pobre, hasta 24.000 dólares en la costera Zhejiang o 16.000 dólares, más una propiedad inmobiliaria, en Shanghái.
En el origen de la tradición las dotes significaban un seguro de vida para los envejecidos padres de la novia. En la actualidad, la posesión de una casa, un automóvil y dinero suficiente para mantener un hijo hasta completar su educación, constituyen la mejor tarjeta de presentación en una sociedad donde la riqueza dejó de ser un pecado tras la muerte de Mao. “¡Enriquecerse es glorioso!”, dicen que exclamó una vez Deng Xiaoping, el artífice de las reformas chinas.
Para muchos jóvenes chinos, enfrentados además a la creciente escasez de muchachas casaderas –por el desbalance demográfico entre ambos sexos— el salario no alcanza. El ingreso promedio anual de un empleado del sector privado apenas superaba los 4.700 dólares en 2012, mientras los funcionarios recibían alrededor de 10.000 dólares.
El precio promedio de un anillo de diamantes, por ejemplo, ronda los 3.500 dólares. El costo total de la boda de una pareja entrevistada por la británica BBC en 2011 se acercaba a los 30.000 dólares, sin sumar el viaje de Luna de Miel. Se estima que la “industria de los matrimonios” genera 60.000 millones de dólares anuales.
La fiebre del oro
Los chinos veneran el áureo metal como símbolo de riqueza y futuro dichoso. Tradicionalmente las familias y amigos regalan prendas doradas para celebrar el nacimiento de un niño, festejar el Año Nuevo, agasajar a las madres y, desde hace algún tiempo, demostrar el amor en el Día de San Valentín. Las bodas suelen demandar también una detallada lista de objetos de oro.
En dependencia de la provincia, los padres del novio deben entregar el día de la ceremonia un set de joyería de tres o cuatro piezas –collar, pendientes, tiara, pulsera—preferentemente en oro de 24 quilates o 22 quilates, nunca menor. Ese obsequio significa una bendición de las viejas a las nuevas generaciones.
De acuerdo con un reporte del Consejo Mundial del Oro, cerca del 40 por ciento de la demanda china de joyas de 24 quilates está relacionada con las bodas. El año pasado las compras privadas de ese metal, sumadas al uso industrial, alcanzaron las 1,132 toneladas, lo que confirmó a China como el primer consumidor mundial. El país asiático también clasifica como el primer productor en el planeta.
Ante las amenazas de un aumento de la inflación, la dificultad para tener ahorros en otras monedas y la reducida oferta del mercado financiero local, los chinos depositan su confianza en el oro. A fin de cuentas, este viejo conocido ha sobrevivido a imperios, revoluciones y reformas, sin perder un ápice de su brillo.