¿Debería prohibirse la publicidad para niños?

Los niños se convierten rápidamente en consumidores (Terence Ong - Wikimedia Commons)
Los niños se convierten rápidamente en consumidores (Terence Ong - Wikimedia Commons)

Antes de nacer, antes de conocer a nuestros padres, antes de aprender a leer, a discernir entre la bondad y la vileza, antes de recibir la primera remuneración por trabajar, ya somos una cifra, un objetivo en la mira de los departamentos de marketing de miles de empresas. Ese precoz asedio comercial ha espoleado la preocupación de académicos, políticos y líderes de la sociedad civil en el Reino Unido, quienes aspiran a prohibir la publicidad dirigida a los menores.

La campaña Leave Our Kids Alone, (Dejen a nuestros niños en paz) apunta a un contrincante poderoso: la industria británica de la publicidad representa 12.000 millones de libras esterlinas (más de 18.000 millones de dólares). Sin embargo, sus promotores creen que la urgencia del tema merece todos los riesgos, incluso el de fracasar.

“Como padres queremos proteger a nuestros niños de lo peor del mundo de los adultos”, aseguran en la página oficial de la cruzada anti publicidad. Los firmantes de la demanda consideran que, al contrario de los profesores, médicos y cuidadores, la publicidad no trabaja por el mejor interés de los menores, sino de sus accionistas. “El bienestar de nuestros hijos no constituye su principal preocupación”, sostienen.

En un apasionado artículo publicado por el periódico The Guardian, Jonathan Kent, uno de los fundadores del grupo, alertó sobre el impacto de la irrupción del consumismo en edades tan tempranas. “Estamos creando legiones de pequeños consumidores en vez de jóvenes ciudadanos que se valorarán a sí mismos por su contribución a la sociedad donde viven”, señaló el periodista.

Para respaldar su opinión, Kent citó a muchos psicólogos, expertos en desarrollo infantil y educadores cuyas investigaciones sugieren un vínculo directo entre ese consumismo precoz y tasas elevadas de baja estima, depresión y otras enfermedades mentales. No obstante, en el campo científico aún prevalecen las dudas sobre los efectos concretos de la publicidad sobre la psiquis de los pequeños.

Un reporte independiente preparado para el Departamento de Niños, Escuelas y Familias, y el Departamento de Cultura, Medios y Deportes del Reino Unido, reconoció la presencia de resultados contradictorios en esta área. De un lado se cree que el universo comercial ofrece a los menores oportunidades de entretenimiento, aprendizaje y estímulo a su creatividad, mientras del otro se alerta sobre los posibles daños a la salud mental y física.

“Las pruebas, tanto del peligro y los perjuicios causados por el mundo de los negocios como de sus beneficios, son rara vez concluyentes. En general se sugiere que los niños no son ni las víctimas indefensas imaginadas por algunos activistas ni los consumidores inteligentes y autónomos celebrados por algunos profesionales del marketing”, afirma el estudio, citado en la página de Leave Our Children Alone.

Los activistas mencionan a países como Noruega, Suecia, Grecia y la provincia canadiense de Quebec como ejemplos de regulaciones sobre la emisión de publicidad dirigida al público infantil en la televisión.

Los defensores de la libre difusión de mensajes promocionales para niños estiman que una prohibición en este tema vulneraría el derecho de los pequeños a elegir qué consumen, o no, e impactaría negativamente en la industria del entretenimiento para niños. Estos enemigos de cualquier control sobre el marketing infantil reconocen que el capitalismo genera sociedades materialistas, pero… ¡qué remedio! En síntesis, nuestros hijos están “condenados” a coexistir con este asedio publicitario desde la cuna hasta la tumba.